viernes, 23 de diciembre de 2011

VALÈNCIA, CAP A LA GRAN CIUTAT

1ª PART. TEMPS DE GUERRA

 

Una selecció de fotografies extretes del foro REMEMBER VALÈNCIA.

 

Las luces de la Belle Époque, se apagaron el día 28 de junio de 1914 en el que, el Archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero al trono del imperio Austro-Húngaro fue asesinado. La relativa paz que durante casi cincuenta años reinó en Europa, se vio rota por el atentado de Sarajevo y las grandes potencias europeas primero, y Estados Unidos y Japón después, fueron entrando en el conflicto hasta convertirse en una confrontación mundial.

Si bien la neutralidad del gobierno español podía favorecer a priori, su posición en el mercado exterior, la realidad es que la incidencia de la guerra en la economía valenciana fue dispar; En un principio la incertidumbre sobre lo que iba a suceder hundió la economía y sumió en el pesimismo a la sociedad. Pero en los primeros meses de 1915 la oportunidad de abastecer al inerte mercado europeo, reavivó las exportaciones y el horizonte económico se despejó notablemente.

El sector agrícola salió favorecido inicialmente, pero el bloqueo marítimo y las restricciones de los países beligerantes hundieron las exportaciones, siendo la naranja el sector más perjudicado.

La industria tuvo mejor suerte, y prueba de ello fue la creación de la Feria de Muestras, promovida por la Unión Gremial y que se celebró en una recién estrenada Estación del Norte. Pero aún así las fábricas que por falta de recursos o de previsión no habían hecho de la electricidad su fuente de energía principal, tuvieron serias dificultades para subsistir, debido en gran parte a la escasez de carbón.

En este escenario, con unos precios al alza, una inflación galopante y una guerra interminable en Marruecos, la clase obrera fue la principal víctima de esta situación; manifestaciones, huelgas y disturbios fueron sucediéndose a lo largo de esta década, llegándose a declarar en la ciudad de Valencia el estado de guerra en el año 1917.

La preponderancia de una burguesía agrícola se hacía patente en los nuevos edificios públicos, el Mercado de Colón, obra de Francisco Mora, el Mercado Central de Soler y Guardia, y la Estación del Norte de Demetrio Ribes, son muestras bien elocuentes de ello, con sus motivos alegóricos a la huerta y sus productos.

Y un nuevo centro empezó a formarse; el derribo del Barri de Pescadors primero y el de la Baixada de Sant Francesc después, junto con la demolición de algunos edificios, permitirían la conexión directa entre el centro comercial de la ciudad –el Mercado Central y la Lonja- y la vía de comunicación con el exterior –la Estación del Norte-. La construcción del nuevo ayuntamiento, obra de Francisco Mora y Carlos Carbonell, el edificio de Correos y Telégrafos, de Miguel Ángel Navarro Pérez y el de la Telefónica, de Esteban y Cárdenas, junto a las sedes de las principales sociedades financieras y aseguradoras, conformarían el centro político y financiero de la ciudad.

En ese tránsito a la gran ciudad, Francisco Mora con su reforma exterior –Grandes Vías y Eixample-, Federico Aymamí con su inconclusa –afortunadamente- reforma interior y sobre todo Javier Goerlich Lleó con sus decisivas intervenciones en la actual Plaça del Ajuntament, de la que hay que lamentar la disparatada idea de destruir su “Tortada”, fueron sus máximos responsables, sin olvidar a arquitectos como: Almenar, Borso di Carminati, Camaña, Cortina, Ribes, Rieta…

Mientras en Europa llegaba la paz, en Valencia la situación política y social iba empeorando, las clases obreras empezaban a respirar los aires del triunfo bolchevique en Rusia y los políticos eran incapaces de encauzar sus aspiraciones. A finales de los años 10 la conflictividad social no acababa, continuaba, y mientras la ciudad se transformaba lentamente.

X. Oms 

Desembre 2011

ACCESO AL FORO REMEMBER VALÈNCIA. PÁG.: 1353 POST: 27054

jueves, 10 de noviembre de 2011

LOS OTROS VALENCIANOS y 2

 

Estrella

EL CALL

Con la segunda diáspora en el año 70 d.C., la población judía o al menos parte de ella, se extendió por todo el imperio romano asentándose en todos los territorios que lo componían; posteriores éxodos hicieron que años más tarde la población hebrea estuviera presente en mayor o en menor grado en casi todo el mundo, convirtiéndose en una minoría cultural en muchos países y provocando el rechazo social en múltiples ocasiones.

El Reino de Valencia no fue una excepción y ya antes de la conquista de Jaume I se pueden constatar asentamientos de población judía tanto en la ciudad de València como en poblaciones como Dénia, Xàtiva, Sagunt y Alzira. Se calcula que en la ciudad de València la población judía suponía el 7% del total de la población. Muchos de ellos provenientes de Al-Ándalus huyendo de las represiones almohade y almorávide.

Oficialmente la judería de València data de 1244, cuando Jaume I concede a los hebreos un barrio junto a la puerta de la Xerea en la muralla. Allí reunió a los judíos que habían permanecido en la ciudad después de la conquista y a los que junto a él habían colaborado a la derrota musulmana, pues Jaume I llevaba en sus campañas guerreras judíos, que por su conocimiento del árabe les hacían de intérpretes o escribanos.

A causa del aumento de la población hebrea por la incorporación de inmigrantes procedentes de Catalunya y Aragón, el rey Jaume I, según consta en un documento del 19 de septiembre de 1273, amplió los límites de la judería y confirmó a los hebreos de la ciudad “la posesión de la judería y de sus casas desde la puerta de la Xerea hasta la casas de Ramón Castellà, prometiendo no cambiar nunca el emplazamiento de la judería”. También les permitió adquirir las casas de los cristianos que quedaban comprendidas dentro de los citados límites, prohibiendo a los cristianos vender sus casas a otros que no fueran judíos, a la vez que les autorizó a cerrar las puertas de la judería para evitar la entrada de personas ajenas al barrio.

El historiador José Rodrigo Pertegás, en su estudio sobre la Judería de Valencia hace una detallada descripción del perímetro de la judería, cuyo trazado aproximado en el callejero actual, en su primera delimitación, sería: partiendo de la plaza de San Vicente Ferrer –donde en aquella época estaba el Portal de la Xerea- seguía en dirección norte por la muralla musulmana para girar a la izquierda por un lugar más o menos equidistante entre la calle del Milagro y la del Mar, pasando por el patio norte de Sant Joan de L’Hospital hasta llegar a la calle Avellanas –en aquella época hacía este recorrido por los desaparecidos “carrer d’En Cristòfol Soler y Çabateria”; giraría hacia el sur por la calle Avellanas hasta la calle del Mar –donde entonces estaba la plaça de la Figuera, cercana a la Plaza de la Reina - en este punto se abrió una puerta a la que se dio el nombre de Portal de la Figuera, y que era la entrada principal al recinto; volvía a girar hacia el este, por la calle del Mar para buscar la calle de la Paz a la altura de Ruiz de Lihory, bajaba luego por la Cruz Nueva hasta la plazuela que hay en la parte trasera del Patriarca – allí se levantaba el segundo de los dos accesos que tenía la Judería, el dels Cabrerots, nombre que recibía de la plaza que en ese lugar había- y de ahí, describiendo una curva seguía dirección nordeste hasta llegar de nuevo a la muralla a la altura de la calle del Pollo -pollo: vulgarización de gallo, que a su vez es una corrupción castellanizada de “call”, nombre que recibía la judería en Catalunya, Mallorca y València. El circuito se cerraba de nuevo en el Portal de la Xerea.

Jud 1a

Hay que aclarar que tanto ésta, como las otras dos delimitaciones que tuvo la Judería son aproximadas ya que no existen vestigios materiales del call valenciano –hay uno, pero testimonial, en la fachada exterior de la Iglesia de Sant Joan de L’Hospital- la descripción de Rodrigo Pertegás, está basada en la documentación existente y a ella, con algunos matices, han recurrido los actuales historiadores.

Es importante señalar que la judería y por supuesto los judíos, estaban bajo protección real, y exentos de algunos impuestos a fin de favorecer sus actividades comerciales, ayudando con ello a la repoblación de los territorios.

La Aljama, era el organismo jurídico que aglutinaba a los judíos y aunque tenía autonomía propia, dependía del rey. Se regía por leyes, privilegios y reglamentos contenidos en la Toráh y el Talmud. El poder ejecutivo correspondía a los “adelantats”, cargo equivalente a los “jurats” cristianos. Había otros cargos elegidos por el Consell o els “adelantats” pero el rey podía intervenir en su elección. De la función económica se encargaba el “clavari”.

 

estrella candelabro

La sinagoga, no sólo era el lugar de oración de los hebreos, allí también se enseñaba la ley judaica y hacía las veces de hospital. También se publicaban bandos y ordenanzas y podía ejercer de centro administrativo de la comunidad.

La Sinagoga Major, estaba dentro de la actual manzana de casas situada entre las calles de la Mar, Muñoz Degrain, Pau y Ruiz de Lihory; se accedía a ella por el carrer de la Mar y enfrontaba con la carnicería.

En el interior había un amplio salón provisto de ventanas y claraboyas, con asientos y un atril (tebá), que era utilizado por el rabino para las lecturas de los libros sagrados. En una especie de hornacina, orientada hacia Jerusalem, se guardaban la Toráh y los libros sagrados.

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Los asistentes tenían un asiento fijo en la sinagoga y ello provocó algún que otro conflicto en los que tuvo que intervenir en alguna ocasión el Batlle General, para que expertos en la ley judaica aclararan a quién le correspondía cada asiento.
La Sinagoga Major, fue destruida en el pogrom -asalto a la judería- de 1391. Como se diera la circunstancia de que un grupo muy numeroso de judíos se "convirtiera" al cristianismo, para perpetuar el "milagro" se construyó una iglesia en su lugar, bajo la advocación de Sant Cristòfol.

Hubo otras sinagogas, la llamada Sinagoga Menor que estaba situada entre las actuales calles del Pollo, Medines, Muñoz Degrain y Pau, la de Camalhecit, entre la calle Comedias, Pau y Joan de Ribera, la de Aarón Rubio…

Los judíos utilizaban el valenciano como lengua habitual, aunque dominaban también el árabe; el hebreo quedaba relegado para los actos litúrgicos.

Las calles de la judería eran estrechas y laberínticas con frecuentes "atzucacs", un ejemplo podrían ser las actuales calles "presó de Sant Vicent" o "Gallines"; un canalillo recorría el centro de la calle recogiendo las aguas residuales que vertían las viviendas por medio de clavegueres". entrada judería chelva

Las casas según palabras de Rodrigo Pertegás eran “…en su mayoría de pequeña área, escasa elevación y miserable aspecto, construidas en general por planta baja, cuyas habitaciones debieron ser húmedas, oscuras y mal ventiladas”.

En el interior había un pequeño vestíbulo que daba acceso a dos estancias, una que hacía las veces de taller y venta de los objetos que fabricaban y otra dedicada a vivienda familiar, con una cocina provista de un hornillo, y los dormitorios. Las que tenían dos plantas, el negocio estaba en la de abajo y arriba las habitaciones.

Las ventanas estaban protegidas por una reja de madera y en los marcos a modo de cortinas, ponían unas telas blancas enceradas. Las puertas de la calle eran de madera provistas de una cerradura y una traviesa interior que les daba seguridad por la noche.

Las viviendas de más nivel, tenían un jardín o corralito interior, pudiendo tener también un piso, con una especie de voladizo, apoyado en soportales –llamado barandat o emban- que daba a las callejuelas un aspecto todavía más agobiante.

Morella

El Fossar dels Jueus. Según la ley talmúdica los enterramientos tenían que estar a menos de cincuenta codos de distancia. Puede ser que el primer cementerio judío estuviera en las inmediaciones de la plaça dels Cabrerots, (cabrerot, del hebreo qebarôt: sepulcro), pero al incrementarse la población compraron unos terrenos situados entre el muro de la Jueria Nova, a la altura el Portal de n'Esplugues y la nueva muralla cristiana. Siguiendo dicha ley, las sepulturas eran individuales y estaban alineadas. Después del asalto a la Judería en 1391, el cementerio fue abandonado, y a mediados de 1393, Joan I les autorizó a trasladar los restos de sus antepasados a uno nuevo. Después de la orden de expulsión de los judíos por Ferran el Católic, éste hizo donación de los terrenos a las monjas dominicas, levantando allí el convento de Santa Caterina de Siena. En este convento se exhibían los escapularios infamantes de los judíos condenados por la Inquisición. En 1970 el convento fue trasladado piedra a piedra al barrio de Orriols, en la calle Santiago Rusinyol de Valencia.

Fossar

A menudo se asocia a los judíos con el préstamo y la usura, visión facilitada por una sociedad que les era hostil, por motivos religiosos unas veces, por recelo a sus costumbres otras y por ser un elemento competitivo en el terreno mercantil las otras. El hecho de depender de la autoridad real era otro elemento a tener en cuenta ya que eran una fuente de ingresos cuyo beneficiario eran las arcas del rey y no las de la ciudad. Las leyes tampoco ayudaban a que la convivencia con los cristianos fuera buena, desde las discriminatorias en el vestuario, hasta las que prohibían las relaciones sexuales entre ambas culturas, pasando por otras como la prohibición del contacto físico de la carne destinada al consumo de los judíos o viceversa.

La carnicería principal estaba enfrente de la Sinagoga Major, y no siempre estuvo al frente de ellas un judío, en 1326 Jaume II autoriza a su portero Guillem de Pertusa, a construir una carnicería en la judería de València, contando con la aquiescencia de la aljama. Lo que también es cierto, es que las prohibiciones y trabas que ponía el Consell en materia de carnes fueron muy elevadas, como por ejemplo las dictadas en fecha 12 de febrero de 1377 por los Jurats prohibiendo: 1º Que ningún carnicero mate o intente descuartizar corderos a los judíos, so pena de 5 sueldos. 2º Que ningún carnicero de la ciudad o su término venda “vedells e moltons” a otro carnicero hebreo o corte carne en las carnicerías judías perdiendo los animales, y pena de 60 sueldos si lo hace, pagaderos por igual el comprador y el vendedor. Del incumplimiento de estas y otras normas dan fe las múltiples multas del Justícia Civil de la ciudad.

El zoco –l’açoch judaich- estaba estratégicamente situado a la entrada del call, cerca de la plaça y del Portal de la Figuera, al principio de la actual calle de la Mar. Objetos de orfebrería, de vidrio y cerámica; utensilios y herramientas de todo tipo, especias, telas, prendas de vestir, joyas, perfumes y abalorios se ofrecían a la gente en abigarrado conjunto a uno y otro lado de la calle.

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El zoco, como propiedad real que era, significaba una fuente importante de ingresos, como se puede apreciar por las anotaciones del Mestre Racional. Todos los años, se alquilaban los puestos en pública subasta y el dinero recaudado iba a parar a las arcas reales. Se tiene constancia de figurar algún cristiano entre los arrendatarios, aunque normalmente era la población hebrea la que se hacía con la mayoría de las subastas. Incluso en 1388, según consta en los archivos del Mestre Racional, la totalidad de puestos subastados quedó en manos de tres personajes: Jacob Xamblell, Mossé Abolafia e Içach Astruch, lo que da una idea de su poder adquisitivo. Junto al zoco, en la calle Salines –más tarde Salines Velles- estaba también el depósito para la purificación y despacho de la sal proveniente de l’Albufera, que también era patrimonio real.

Se podían distinguir dos niveles de actividad mercantil: el gran mercader, poderoso económicamente y el pequeño comerciante, cuya actividad quedaba reducida al ámbito local, en la tienda, obrador o en el zoco. En las profesiones, no diferían mucho de las de los cristianos, si bien en algunas de ellas como la orfebrería o la seda, productos además destinados a clases de un nivel superior, no tenían competencia.

El préstamo era otra de sus actividades, y agricultores tanto cristianos como musulmanes eran sus principales clientes, seguidos por artesanos y profesionales de la ciudad, como carpinteros, pelaires, tundidores, mercaderes e incluso pescadores. Esto sin olvidar los préstamos a campañas reales o a otros regios menesteres.

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A pesar de la prohibición de la iglesia, de que ocuparan cargos públicos, la realeza hizo caso omiso de estas prohibiciones, ya que estaban necesitados de personal cualificado, y los judíos lo estaban. Cargos administrativos, como archiveros, traductores y sobre todo, los que tenían que ver con las finanzas, eran ocupados frecuentemente por personal judío.

Estos privilegios, no eran bien vistos ni por el pueblo ni por la iglesia aumentando su resquemor hacia ellos, lo que motivó que Pere III empezará a cambiar la política proteccionista para con los judíos, dictando normas y leyes por las que les prohibía que accedieran al cargo de Batlle, la obligación de llevar capas redondas, prohibición de leyes propias, etc.… y aunque con Jaume II se suavizaron estas normas, puso gran empeño en su cristianización.

Ya en el reinado de Pere IV, tienen lugar los primeros actos violentos contra los judíos; en 1350 un grupo de personas fue castigado, por haber lapidado a unos judíos. Y aunque el rey se reunió con la Aljama para tratar de solucionar algunos problemas de convivencia, no se llegó a ningún acuerdo.

A pesar de la peste negra (1358), de la que por cierto también fueron culpados los judíos, la población hebrea y su nivel de vida iba en un aumento constante, parejo al odio que la mayoría cristiana les profesaba. Pere IV, en guerra con Pedro I de Castilla, necesitaba dinero y los judíos lo tenían, de ahí su interés en limar asperezas y tenerlos protegidos.

En 1387 sube al trono el hijo de Pere IV, Joan I que mantiene su apoyo a la aljama, continuando con la política de su padre. Mientras tanto, la población hebrea había aumentado quedándose pequeño el recinto inicial hasta el punto de extenderse la población fuera de él, por lo que el rey autorizó una nueva delimitación del call aprovechando la ocasión para limpiar la judería de casas de juego –tafureríes- que ilegalmente allí habían buscado refugio. En el año 1391, la nueva delimitación sería aproximadamente la representada en este plano:

Jud 2b

Pero la afición de Joan I a la caza y a las artes lo tuvo más apartado de los asuntos de gobierno de lo deseado, delegando el poder, en su esposa IolandaViolante- en muchas ocasiones. De hecho la propiedad del call se la tenía cedida a su esposa en el momento del saqueo.

La noticia de los asaltos a las juderías de Sevilla y de otras ciudades de Castilla, llegaron enseguida a Valencia, llenando de temor a los judíos; los motivos no fueron sólo de índole religiosa, factores de carácter social, económico e incluso político intervinieron en su gestación.

El 9 de julio de 1391 un grupo exaltado de unas cincuenta personas, se reunió en la plaça del Mercat y se dirigió hacia la plaça de la Figuera portando una cruz y lanzando gritos contra los judíos, conminándolos a bautizarse o a morir. Un grupo de jóvenes logró entrar en la judería por el Portal de la Figuera, antes de que los judíos pudieran cerrarla. Al poco tiempo acudió el infante Martí –hermano del rey- con un pelotón de soldados pidiendo a los judíos que abrieran las puertas, cosa a la que se negaron. Gente de baja condición empezó a congregarse a las puertas de la judería (“…hòmens acordats de galeres, hòmens alcavots e altres vagabunts, hòmens de poca e pobra condició…”). El tumulto fue en aumento, hasta que al final se produjo el asalto iniciándose por “lo vall vell” y extendiéndose por los tejados y azoteas de las casas próximas. Pronto el fuego y el humo se fue apoderando del call entre los gritos y llantos de los allí encerrados. El balance final según las crónicas, arroja un saldo de 230 víctimas mortales entre los judíos –el call contaba entonces con unos 3000 habitantes- frente a una docena de los asaltantes, incontables los heridos y mujeres violadas, robos, saqueo y destrucción.

Asalto

Recreación del asalto a la judería (Historia de Valencia. Levante EMV)

En el asalto intervinieron gentes de toda condición social, desde artesanos a cortesanos, pasando por frailes y religiosos y naturalmente gentes humildes que servirían luego como chivos expiatorios. Tampoco fue casualidad que en el saqueo lo primero que se destruyeran fueran los documentos referentes a deudas.

Con el saqueo de la judería, el rey perdió por una parte, una importante fuente de ingresos y por otra su autoridad quedó resquebrajada y puesta en entredicho. Por lo que tuvo que urgir a los magistrados de la ciudad un castigo ejemplar. Los Jurats echaron la culpa a quienes más tenían que perder y menos que ganar, trataron de evitar que lo robado saliera de la ciudad y detuvieron a una docena de notables y a unas 80 personas de la ciudad y de fuera, culpándoles de la autoría de los hechos. Los juicios fueron retrasándose y al final, a cambio del perdón real, todo se resolvió con una multa a la ciudad, la horca para cinco personas y el destierro para otras veinte.

Por otra parte, un elevado número de judíos fue obligado a convertirse; el recinto de la Judería fue reducido en sus límites y la Sinagoga Major convertida en iglesia, bajo la advocación de Sant Cristòfol. Ahora en lugar de un problema con los judíos, tenían dos: los judíos y los conversos.

Delimitación de la judería después del asalto (1392):

Jud 3b

A los conversos, se les prohibió residir en la judería, con lo que dentro de la ciudad eran un elemento extraño susceptible de repudio y eliminación. A pesar de todo la mayoría seguía con sus prácticas y tradiciones a escondidas.

Con la llegada de los Trastámara al poder tras el Compromiso de Caspe, se recrudece el ambiente hostil contra los judíos: con Fernando I de Antequera, se anulan derechos, se dictan leyes más restrictivas, y se producen conversiones masivas alentadas desde los púlpitos por frailes y predicadores como Sant Vicent Ferrer y con el apoyo incondicional del papa Benedicto XIII.

El reinado de Alfons V “El Magnànim” supone un respiro para la población judía, se anulan algunas leyes restrictivas e incluso se dictan otras proteccionistas. La aljama recupera una cierta normalidad.

Pero con la llegada de Ferran II “El Catòlic” vuelven las medidas segregacionistas, la presión de la Inquisición sobre los conversos -entre 1460 y 1470 hubieron en Valencia quince procesos inquisitoriales- y culmina el año 1492 con el decreto de expulsión de los judíos.

Las tropas reales los escoltaron hasta el puerto de Valencia, los judíos conversos se encargaron del papeleo de los que marchaban y el patrón del barco se comprometía por contrato a llevarlos a buen puerto, generalmente Italia. Si bien no pagaban impuestos por su traslado, sí que lo tenían que hacer por la mercancía que llevaban consigo.

Por los puertos valencianos salieron cerca de 10.000 judíos.

El papado otorgó a Fernando e Isabel el título de “Reyes Católicos”.

Este trabajo lo he titulado “Los otros valencianos”, porque valencianos eran judíos, como Joan Lluis Vives, Lluis de Santàngel y miles de judíos que nacieron, vivieron, trabajaron y murieron en Valencia.

Pero también podía haberle llamado “la ciudad evanescente”, porque nada quedó, ni de aquel barrio ni de aquella cultura, como si un soplo misterioso hubiera evaporado todo vestigio de la población y cultura hebrea. Sólo unas cuantas piedras en la pared de Sant Joan de l’Hospital, recuerdan un trozo del muro que separaba a los judíos del resto de la ciudad. Las calles; Çabateria, Argenteria, En Maçana, Carn i Col, En Cristòfol Soler, Call, Çaboner, Salines Velles, places del Ams, Cabrerots… desaparecieron y se abrieron otras nuevas como el carrer de la Mar, más amplias y rectas. Sobre los solares del call se levantaron edificios nuevos como el Estudi General o el Col.legi del Corpus Christi y sobre el fossar dels Jueus se construyó la iglesia de Santa Caterina de Siena.

Unos años después de la expulsión, en el 1500, se descubrió en la plaza dels Cabrerots una sinagoga clandestina, perteneciente a unos tíos de Joan Lluis Vives, Salvador Vives y Castellana Guioret, pero regida por su hijo -su padre ya había fallecido-, Miguel Vives y su esposa Castellana March. Éstos fueron procesados y encarcelados. En el lugar donde estaba la sinagoga se levantó una ermita, que ya no existe, y a la plaza se le cambió el nombre de Cabrerots por la de plaça de la Creu Nova. En enero de 1501, Castellana Guioret, su hijo Miguel Vives Guioret y la esposa de éste Castellana March fueron muertos en la hoguera. Años más tarde, en 1524 el padre de Joan Lluis Vives, Lluis Vives i Valeriola seguiría la misma suerte.

X. Oms  (Noviembre 2011)

BIBLIOGRAFÍA:

El Robo de la Judería de Valencia. Francisco Danvila

La judería de Valencia. José Rodrigo Pertegás

Contra moros i jueus. Dolors Bramon

Los judíos de Valencia. Salvador Aldana

La Judería de Valencia. José Hinojosa Montalvo

Los judíos del Reino de Valencia durante el siglo XV. José Hinojosa Montalvo

Actividades judías en el siglo XV. José Hinojosa Montalvo

La segregación espacial de las minorías. Vicent Lerma

ACCESO AL FORO REMEMBER VALÈNCIA. Pág.: 1302 Post: 26029

lunes, 5 de septiembre de 2011

RECORDANT VALÈNCIA: VALÈNCIA TEMPS MODERNS

 

Una selecció de fotografies extretes del Foro Remember València

 

VALÈNCIA, TEMPS MODERNS (1900-1913)

Carátula

 

Según comentaba un político a finales del siglo XIX, España era un país sin pulso, la crisis económica, los últimos enfrentamientos civiles y la pérdida colonial, habían hecho mella en el ánimo de la población. En Valencia, la plaga de la morera acabó con la industria de la seda; la filoxera se llevó por delante las vides, sólo el cultivo de la naranja y en menor medida el arroz, vinieron a constituir la fuente económica de la sociedad valenciana de manera casi exclusiva. Una economía con una industria, salvo algunas excepciones, de pequeñas fábricas y talleres de tipo familiar y con un proletariado nutrido por inmigrantes, artesanos y campesinos víctimas de la crisis agraria. La Valencia, menestral y de “botiguers”, se hacinaba en el perímetro marcado por sus derribadas murallas, en espera de la realización de los ensanches y saneamientos interiores, tantas veces proyectados y otras tantas demorados, a excepción del tramo comprendido entre la ronda (Guillem de Castro-Xàtiva-Colón) y las proyectadas nuevas Grandes Vías.

Tiempos del “quiero y no puedo”, en los que cierta clase social intenta emular a la superior, “parleu en castellà, mai se doneu importància” (Les xiques de l’entresuelo), tiempos de la “coentor”, personajes y situaciones tan bien descritos por Eduardo Escalante en sus sainetes (Tres forasters de Madrid, La processó per ma casa o Bufar en caldo gelat…) y más tarde por Blasco Ibáñez en sus novelas del ciclo valenciano

“¡Arròs i tartana,

casaca a la moda y

rode la bola… a la valenciana!.”

 

Valencia, intentaba recuperar ese pulso perdido y mientras en 1880 el jesuita Antonio Vicent crea la Casa de los Obreros, en 1884 nace el Patronato de la Juventud Obrera y numerosas sociedades católicas multiplican su actividad, el anticlericalismo empieza a surgir como reacción contra el predominio religioso en la vida civil valenciana.

En España, María Cristina de Habsburgo-Lorena asumía la regencia del trono, por la minoría de edad de su hijo, el futuro Alfonso XIII.

“María Cristina me quiere gobernar

Y yo le sigo, le sigo la corriente

Porque no quiero que diga la gente

que María Cristina me quiere gobernar”

se oía cantar por aquel entonces, en una Valencia que votaba masivamente al partido republicano de Blasco Ibáñez. Mientras en Francia el Caso Dreyfus dividía a la opinión pública, en los casinos republicanos de Valencia se discutía éste y otros temas (el darwinismo, la guerra de los Boers o la revolución francesa…). Algo estaba empezando a cambiar en la sociedad valenciana en los albores del siglo XX. Una incipiente industria empieza a tomar identidad; desde que en 1882 don José Conejos sustituyó los mecheros de gas con que iluminaba su tienda de tejidos en la calle Sant Vicent, por bombillas eléctricas, la ciudad fue iluminándose poco a poco con esta nueva energía y así en 1903 del consumo energético total de la ciudad, la tercera parte correspondía a fábricas y talleres. En los solares del antiguo convento de San Juan de Ribera, se construye la Estación Central de Aragón y en 1906 comienzan las obras de la nueva Estació del Nord proyectada por Demetrio Ribes, joya de la arquitectura del estilo Sezession Vienesa.

El año de la visita de Alfonso XIII a Valencia, Blasco Ibáñez ya no está en la ciudad, harto de las disputas con los sorianistas marcha a Madrid con toda la familia, abandonando la política activa que deja en manos de Félix Azzati y se dedica por completo a la escritura. El blasquismo tuvo una gran capacidad de convocatoria, atrajo desde una burguesía republicana y laica hasta las clases obreras, pasando por comerciantes y artesanos; con el tiempo fue adoptando posturas más conservadoras perdiendo apoyo popular, hasta su total desaparición en las elecciones de febrero de 1936.

La regeneración llega a la plaza de Sant Francesc, el viejo y degradado barri de Pescadors es derribado y en su solar se proyecta la construcción del nuevo edificio de Correos y Telégrafos. El 30 de junio de 1906 se coloca la primera piedra del Nuevo Ayuntamiento, diseñado por Carlos Carbonell y Francisco Mora, que dirige la obra y que también redactará el proyecto de Ensanche de Valencia, que abarcará la zona norte de Valencia y la continuación del primer ensanche, esto es, desde las Grandes Vías hacia la ronda de Tránsitos

En 1910, Federico Aymamí, redacta un proyecto de reforma interior de Valencia; dos grandes avenidas: la del Oeste, unirá en línea recta la plaza de Sant Agustí y el Portal Nou, pasando por el también proyectado nuevo Mercado Central. La del Real, nacerá de una reformada plaza de la Reina y enlazará con el Pont del Real. Afortunadamente ninguno de los dos proyectos se llevó a cabo. Años más tarde se retomará la del Oeste, pero se quedará a las puertas del Mercado Central.

En Europa eran tiempos de bienestar económico, en las clases medias y altas de la sociedad se respiraba un cierto optimismo y euforia, y de momento no se vislumbraban nubes de inquietud en el horizonte, era la Belle Époque.

Y mientras Monet o Renoir buscaban la luz natural para plasmarla en sus cuadros, Joaquín Sorolla la encontraba en la playa de la Malva-rosa, reflejada en los cuerpos de unos niños que jugaban en la arena o en las aguas de un mar del que un par de bueyes sacaban con esfuerzo una barca de pesca.

El Modernismo llegó a Valencia, inundó la calle de la Paz y salpicó el nuevo Ensanche. Monsieur de Charlus, Saint Loup y Odette tomaban café en el Ideal Room mientras ojeaban unos catálogos de muebles y lámparas del Bazar Viena –propiedad del señor Goerlich, cónsul de Austria-Hungría- para sus salones de Paris o la casa en Balbec.

Apoyada en la balaustrada, Dª Josefa Paulín observaba con curiosidad las calesas y faetones y algún que otro ruidoso automóvil circulando por la Alameda. Desvió su atención unos destellos azulados, un tranvía ascendía por el puente del Real camino del Cabanyal, la tarde era tranquila y el aire límpido, un suave perfume de jazmín y rosas, seguramente de los cercanos Viveros, inundó el ambiente; se sentía a gusto, su amigo Joaquín Mª Arnau había hecho un buen trabajo, igual que en el edificio de la plaça Caixers y ese pasaje, con su bóveda de acero y cristal. A su izquierda, los obreros daban los últimos toques en los pabellones de la Exposición Regional, Valencia al fondo se doraba con los últimos rayos de sol.

X. Oms

Setembre 2011

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lunes, 27 de junio de 2011

domingo, 19 de junio de 2011

IGNACIO PINAZO CAMARLENCH

Ignacio Pinazo, nace el 11 de enero de 1849, en Valencia, fue bautizado en la iglesia Parroquial de San Salvador como Ignacio Salvador Pinazo Camarlench. Es el segundo del matrimonio de Ignacio Pinazo y Esperanza Camalench, cuyo padre se dedicaba al pequeño comercio. Inicia sus estudios primarios en las Escuelas Pías próximas a su domicilio y al cumplir los 10 años de edad prosiguió su formación en la escuela de don Martín Colón. En enero de 1856, fallece su madre victima del cólera, debido a esta situación familiar, comienza a ejercer diversos trabajos, cómo platero, aprendiz de dorador en el taller del pintor José Miralles Darmanin, sombrerero…, etc. Su padre contrae matrimonio el mismo año con Elena Sanmartín, unión de la que nacen sus hermanastros José y Salvador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa Mónica o La Caridad

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Mientras trabaja comienza a aficionarse por el dibujo, compatibilizándolo con el trabajo. Debido al decreto de libertad de Enseñanza de 1864, Se matriculó aconsejado por el pintor José Miralles, en las clases nocturnas gratuitas de Dibujo del Natural y Colorido impartidas por el profesor J. Fernández Olmos en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, situada en el viejo convento de las Carmelitas. Obtuvo al finalizar el curso el segundo accésit en la clase de Dibujo del Natural, y el primero en la clase de Colorido.
En agosto de 1865 fallecen el padre y la madrastra de Ignacio, siendo entonces acogidos por el abuelo materno Vicente Camarlench, de profesión alpargatero, que se hace cargo de él y sus hermanos. Éste apoyó siempre la vocación artística de su nieto, instalando un pequeño estudio para él en un desván del hogar. A partir de entonces Pinazo realiza sus primeros encargos profesionales, casi todos ellos retratos: El Matrimonio del Foscall, El Tío Capa…

.En 1869 gana el segundo accésit en la clase de Dibujo del Natural y el primero en la de Colorido y Composición.En el año 1870 ,pinta el óleo de Santa Mónica, para ser ubicado en la iglesia de Santa Mónica , pero al párroco no le gusta y ese cuadro sería posteriormente enviado a la Exposición Regional de Barcelona de 1873, con el nombre de “La Caridad” , el cuadro se vende bien y en la actualidad se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.

Italiana tendiendo ropa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tipo italiano

En 1871 gana la Medalla de Plata por unos estudios que presentó en la Exposición de la Sociedad de Amigos del País de Valencia .En 1873 y cómo no había conseguido la beca para ir a Roma, debido al dinero que había conseguido con el cuadro de “La Caridad”, viaja por su cuenta a Italia por primera vez. Viaja acompañado por el pintor José Miralles y en Roma, es discípulo de Casado y llega a conocer a Fortuny, tras una estancia de 7 meses regresa a Valencia.
En esos años acudía a las clases nocturnas de acuarela, inauguradas desde noviembre de 1874 por la sociedad cultural y promotora, del Ateneo Científico, Literario y Artístico.


El Desembarco de Francisco I rey de Francia, en el muelle de Valencia hecho prisionero en la batalla de Pavía

En el año 1876, .Concursa, por segunda vez en la Diputación, a la anhelada pensión en Roma. Convocada el mes de marzo, realizó como tercer ejercicio: el Desembarco de Francisco I rey de Francia, en el muelle de Valencia hecho prisionero en la batalla de Pavía (1876, óleo sobre lienzo, Diputación de Valencia). Óleo que le valió el alzarse como unánime vencedor el 13 de septiembre.
El 17 de Noviembre se casa con Teresa Martínez Monfort en la Parroquia del Salvador y Santa Mónica de Valencia, trasladándose a Roma ese mismo mes. Teresa daría a luz en Roma a José, en 1879, a los tres años de haberse instalado en la ciudad.

Jose Pinazo( hijo)


Teresa Martínez Monfort(esposa)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ignacio Pinazo (hijo)

 

Entre sus primeros envíos como becado por la Diputación de Valencia, en 1877,se encontraban los óleos: Juegos Ícaros  y El guardagujas. Cumpliendo sus deberes con la Diputación, el 14 de Julio envió a Valencia: tres academias dibujadas “del antiguo”, el óleo Las hijas del Cid en el Robledal y El fauno. Exhibidas en la Exposición artística de la Lonja, por ambas manifestaciones, el 31 de Julio el Ayuntamiento de Valencia le otorgó el Diploma de Medalla de Oro. Envió desde Roma a la Diputación de Valencia otra de sus obras maestras, en 1880: los Últimos momentos del rey Don Jaime el Conquistador, en el acto de entregar su espada a su hijo Don Pedro. Último encargo de pensionado, que clausuraba con broche de oro su experiencia italiana.


Juegos Icáros


Los últimos momentos de Jaime I


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El guardagujas

Tras cinco años de estancia en Italia , regresa a Valencia de nuevo en 1881, vive en la plaza de Cisneros , vuelve a pintar Los últimos momentos del Rey Don Jaime I. pero de mayor tamaño, para participar en la Exposición Nacional, donde se le otorgo el 12 de Julio una segunda medalla y la custodia o protección del Estado. Por otro lado, el pintor también presentó en Madrid el lienzo de La Edad de Oro, en esta ocasión, en la exposición Boch. Se le recompensó por ello, con un alfiler de oro concedido por el rey. En 1883, nace su segundo hijo Antonio, que al igual que Jose , sería pintor .En el año 1884 y tras la renuncia de Fernández Olmos, fue nombrado profesor sustituto de Colorido por la Academia de San Carlos de Valencia el 11 de Mayo. Puesto que ocupó durante los cursos 1883-84 al de 1887-88.
Durante una epidemia de cólera en 1884, Pinazo por invitación del Industrial José Jaumandreu, se marcha al domicilio de este ultimo en Bétera y realiza una serie de pinturas que llevan por titulo: "La primavera", "El verano", "El otoño" y "El invierno", en la que los modelos de las estaciones es la propia familia de José Jamandreu así cómo diversos paisajes de Villa María , nombre de la propiedad de José Jaumandreu, al que ya había pintado cuadros para el comedor de su residencia situada en el Palacio de Bailia de la plaza de Manises ( actual Diputación).
Realiza incursiones en cuadros de temática religiosa como el "Cristo Yacente" del Colegio del Patriarca.


Bétera


El invierno


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primavera

 


Colegio del Patriarca


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cristo Yacente.

En 1885 compra una casa en Godella (c/Pintor Pinazo, 31), que con el tiempo se convertirá en su residencia habitual y a la postre el lugar donde fallecería.
Desde el momento en que se establece en Godella, sus preferencias cambian y se dedica a los paisajes y temas costumbristas. También se dedica a la labor de decorador de grandes mansiones y como autor de retratos.
Aparte de su faceta cómo pintor, también en ese periodo destaca la de decorador, como la que realizó en el Café “El León de Oro” .
Debido a su amistad con la Marquesa de Benicarló , recibió muchos encargos de la alta sociedad y gente adinerada de la sociedad valenciana, En 1890 , pintó el salón de la residencia perteneciente a Don Salvador González Gómez, con domicilio en la Avenida de Don Navarro Reverte.


Pinazo en su estudio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los cuadros que se ven en el estudio del pintor son, "la Dama de rosa " y "las hijas del Cid"

En las exposiciones anuales de arte Pinazo logró, en 1881 por “La abdicación de Don Jaime I de Aragón en el lecho de muerte” y en 1885 por “Retrato del coronel de caballería Nicanor Picó) sendas medalla de plata y en 1897 ” por el cuadro José Mallado” y 1899, por el cuadro “La lección de memoria ”, medallas de oro.


La lección de memoria


Café El León de Oro, Plaza Mariano Benlliure


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Cuadro pintado para decorar el Café León  de Oro

En 1896 ingresó como Académico en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos (Valencia).Interviene también en la decoración del Palacete de D José Ayora en 1900. Tres años después es nombrado académico de Bellas Artes de San Fernando, también consigue una plaza de profesor auxiliar de La Escuela de Artes y oficios de Madrid , realizando viajes frecuentes a la capital, en esa época pinta los retratos de “Alfonso XIII” y del “Conde Guaki” .


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

retrato de D Alfonso XIII

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Retrato del conde Guaki

Posteriormente y debido a problemas de salud, abandona Madrid y se estable e en su casa de Godella, pintando en ese periodo cuadros con los paisajes de Godella, En la Exposición Nacional de Valencia participó con una Cabeza de niño, la Piedad y un Retrato, por los cuales se le premió con el Diploma de Honor y la Medalla de Oro . En 1912, recibe la Medalla de Honor al Mérito por sus obras presentadas en Madrid. Este mismo año el ayuntamiento bautiza una calle con su nombre y se le dedica una estatua que se situa en los jardines de la Generalitat, aunque a raíz de la guerra civil y la construcción de un refugio antiaereo en la zona, la escultura desparece. Actualmente se encuentra su estatua, en la calle Colón, esquina Porta de Mar, fue esculpida por su hijo Ignacio Pinazo Martínez en 1946.


Monumento a José Pinazo antes de 1936

Refugio antiaéreo en el lugar que ocupaba la estatua


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ubicación actual de la estatua de Ignacio Pinazo


Plaza del Pintor Pinazo

Murió el 18 de octubre de 1916 en su casa de Godella.


Sepultura de Ignacio Pinazo, en el cementerio de Valencia

Sus dos hijos, José e Ignacio también fueron dos magníficos pintores. En cuánto a Ignacio Pinazo Camarlench y debido a su forma peculiar de pintar y el prestigio de sus obras, esta considerado por la amplitud en la obra, tanto de retratos, como paisajes, temas históricos o desnudos . que se encuentran en museos cómo el del Prado, el IVAM, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, etc.cómo uno de los grandes pintores no solo valenciano sino español del último tercio del siglo XIX

Valencia Puente del Real


Desnudo de frente


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Cruz del Molino de Godella

 

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Autoretrato

 

 

Consultas Jdiez Arnal.
Wikipedia.
www.comarcarural.com
Ciudad e la pintura.
IVAM
Museo del Prado
Cultura Valenciana
Arte y Libertad
Foroxerbar
Gracias .

Gregorio:

Remeber Valencia

Editado en Remember Valencia ;Pagina 1172 :Post 23435

miércoles, 15 de junio de 2011

LOS OTROS VALENCIANOS 1

 

Friso

DE MUSULMANES A MUDÉJARES

Mudéjar, del árabe mudaǧǧan, domado. Ésta es la definición que el diccionario de la Real Academia de Lengua Española da del término. Pero detrás de este vocablo hay más de tres siglos de historia.

Tras conquistar el rey Jaume I la ciudad de Valencia, y la firma de Capitulaciones con Zayyan el día 28 de septiembre de 1238, ordena a los musulmanes que la habitaban, el abandono en el plazo de veinte días del recinto amurallado de Madinat al-Balansiyya, pero los que quisieran quedarse podrían hacerlo, con la garantía de estar “salvos y seguros bajo la protección del rey”, asignándoles a tal efecto un espacio fuera de las murallas pero junto a ellas: la Morería.

Muchos emigraron a otras tierras, preferentemente al sur del Xúquer, pero una minoría, unos doscientos aproximadamente optaron por quedarse.

Los musulmanes, a partir de ese momento mudéjares, disfrutaron de ciertos derechos que les concedió el rey. Se les permite ejercer el culto islámico, hablar su lengua –el árabe-, mantener sus costumbres arraigadas desde el siglo VIII, regirse por sus propias leyes y tener sus propios oficiales, pero era competencia exclusiva de la morería, el Baile General del Reino.

Aunque en teoría y así nos lo presentaron muchos historiadores, los mudéjares disfrutaron de muchos derechos y privilegios durante los primeros años, estudios posteriores demostraron que era una visión demasiado optimista sobre todo en lo que se refiere a la convivencia con los nuevos colonos, hay que tener en cuenta que para los mudéjares supuso un corte total tanto social como económico. En el ámbito de la administración pública, no podían tener ninguna jurisdicción sobre los cristianos. Tampoco podían pertenecer a ninguna cofradía ni gremio, no hay que olvidar el alto componente religioso que tenían.

Desde 1340 los mudéjares tenían que llevar el pelo cortado en redondo: “garceta al cap” y respecto a la vestimenta, llevar una “tovallola blava al cap”.

Por otra parte Jaume I necesitaba conservar la antigua población musulmana en sus territorios, no tanto en la ciudad como en el campo, pero la necesitaba. Hacía falta mano de obra porque la afluencia de repobladores cristianos no fue la esperada: en noviembre de 1270 se lamentaba en la ciudad de Barcelona de que sólo hubieran acudido al nuevo reino 30.000 cristianos cuando se esperaban al menos 100.000. A pesar de todo, la repoblación continuó lenta pero constantemente.

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LA MORERÍA

A diferencia del call –la judería- que creció dentro de las murallas islámicas, el vicus sarracenorum, fue manifiestamente marginado, situándolo fuera de las murallas, cercana a la puerta de Bab al Hanax, llamada a partir de entonces de la Morería, junto al cementerio musulmán y al lado de la antigua vía romana.

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Estaba limitada al sur por la actual calle de Quart, al este por la calle Baja (carrer Baix de l’Alfondech), contigua al valladar de la muralla árabe, al norte por la plaza de mossén Sorell y la calle dels Tints Majors –hoy de la Corona- y cerraba el perímetro por el oeste el Hort dels Tiradors del gremio de los pelaires.

Había cuatro puertas, la principal que era la de la Batlia, en la calle Baja y que se hallaba junto al Alfondech, antiguo parador o posada que pertenecía al Patrimonio Real y donde pronto se instalaron las oficina de la Bailía; la del Malcuinat, en la plaza de mossén Sorell, frente al horno; la del Esmolador, en la esquina de la calle de la Corona, cercana a los baños; y la del Camí de Quart, que daba a la calle Quart.

En realidad la Morería no estaba cercada por una muralla, eran las propias casas las que hacían de cierre y solo se tabicaron las bocacalles dejando las cuatro puertas mencionadas. Parece probable que también desde el edificio de la Batlia –antiguo Alfondech- se tuviera acceso a la Morería.

La acequia de Na Rovella la atravesaba de oeste a este por su parte septentrional y lógicamente era empleada no solo con fines higiénicos sino también industriales.

La calle principal era el carrer Major de la Morería, actual calle de Sant Miquel y que continuaba con la llamada calle del Malcuinat, atravesando estas dos arterias el recinto de sur a norte, y perpendicular a éstas en dirección este, la calle del Malcuinat Vell. El resto era un dédalo de callejuelas y recovecos.

LA MEZQUITA

El rey Jaume I donó a la comunidad mudéjar la casa que había sido de Ali Algadarli para que en ella construyera su mezquita. En el año 1521, la mezquita fue asaltada, consagrándose a continuación al culto cristiano con el nombre de Sant Miquel y Sant Donís, haciéndose posteriormente diversas ampliaciones; sólo una parte de la iglesia que se derribó en el año 1940 correspondía a la mezquita. Únicamente se salvó la portada neoclásica que se trasladó a la iglesia de San Pascual Bailón, en la calle doctor Moliner. Pero ya antes, en 1902 la iglesia había perdido la titularidad de parroquia trasladándola a la iglesia del Convento de San Sebastián, en la calle Quart, con la denominación de San Miguel y San Sebastián. A espaldas de la mezquita y aprovechando el derribo de varias casas se construyó entre 1670 y 1675 la Casa de la Misericordia, que fue derribada en el año 1949, salvándose únicamente la iglesia, que tras años de abandono fue donada a los religiosos mercedarios, constituyéndose en parroquia en el año 1956 bajo la advocación de Nuestra Señora del Puig.

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LA CÁRCEL

La cárcel de la morería o les cases del carceller, como aparece en algunos documentos notariales, estaba situada junto al cementerio islámico y cerca de la Porta del Malcuinat. La mención a les cases del carceller, da a entender que además de locales para presidio había también viviendas para el guardián o encargados de la custodia de los presos. El carcelero era un cargo designado por el Baile, y normalmente estaba desempeñado por cristianos.

EL HORNO

Próximo a la cárcel y por lo tanto cercano también a la Porta del Malcuinat, estaría en la esquina de la calle Alta con la plaza Mossén Sorell. Generalmente el pan era amasado en casa y en el horno sólo se hacía la cocción. Además de las dependencias propias para el horneado, el horno tendría como es natural, leñera y habitaciones para el encargado, que también dependía del Baile General.

LA CARNICERÍA

Las carnicerías estaban situadas en la plaza del Tossal, aunque debían de estar abiertas hacia el interior de la morería. Parece ser que en 1322 existían ya en el mismo barrio dos tablas de carnicería y un obrador contiguo a ellas, que eran propiedad de las monjas Clarisas del cercano Convento de Santa Isabel.

EL MOLINO

Estaba situado en el interior del barrio, junto a la acequia de Na Rovella, esquina a la calle del Malcuinat, frente al horno y cerca de los baños. Este horno era utilizado también por los cristianos, que lo regentaban y también dependían directamente del Baile.

LOS BAÑOS

Los baños estaban situados en el sector nord-occidental de la morería, dando una fachada lateral a la calle dels Tints Majors y a la acequia de Na Rovella. Era un edificio único con varios departamentos, separados unos de otros por patios descubiertos. Estaba provisto de un pozo, una noria para la extracción del agua y una cámara para caldear el agua, además de las dependencias para el encargado y los ayudantes. Como los de más edificios públicos de la morería eran competencia del Baile General.

Además de estos edificios, también contaba con tabernas y prostíbulo propio, ya que la entrada a la mancebía de Valencia la tenían prohibida.

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AUGE MUDÉJAR

La guerra entre los dos Pedros, El Cerimoniòs y Pedro I de Castilla, fue un factor decisivo en el desarrollo económico y social de la población mudéjar. Por una parte la emigración de campesinos a la ciudad, que huían de los ataques de las tropas castellanas y por otra la construcción de la nueva muralla cristiana -1356-, que dejaba la morería en el interior de la ciudad, unido a la mayor tasa de natalidad de la población mudéjar, tuvo como consecuencia un aumento importante de la población, acercándose a los mil habitantes (dos mil según otras fuentes).

En este periodo, la población mudéjar juega un papel de primer orden en el progreso económico urbano. Cabe destacar la manufactura textil, de tradición anterior a la conquista, el ramo del metal: ferrers, coltellers… del vidrio y la cerámica, productos que alcanzarían gran fama por todo el Mediterráneo. Y el comercio, que será una pieza clave en el auge económico de la ciudad de Valencia.

Su buena relación, por lazos de amistad o familiares, con los pueblos del norte de África o Granada, les abre las puertas para la exportación de sus productos manufacturados, tejidos, objetos de metal, vidrio y orfebrería, que a su vez sirven para comprar trigo –los cereales eran alimento primordial tanto para los hombres como para los animales- cuero por curtir, especias y sobre todo oro.

Aparece entonces una clase de ricos mercaderes que mantienen contactos con sus colegas cristianos de la capital, lo que no consigue la religión lo consigue el dinero y las transacciones mercantiles entre mudéjares y cristianos son cada vez más frecuentes. Los nombres de las familias Xupió, Ripoll, Bellvís, Juniz, Razbaida, Malull, Xocar… aparecen constantemente en la documentación valenciana.

 

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DE MUDÉJARES A MORISCOS

Pero el lado negativo del aumento de la población y de la integración física de la morería en el nuevo recinto amurallado de la ciudad, fue el progresivo recelo que profesaban los cristianos contra ellos, con el consiguiente deterioro de la convivencia. Ya en 1276 la morería había sido asaltada por grupos de cristianos.

Una de las causas de este recelo, fue el peligro de las incursiones marítimas de los musulmanes. Se decía que estaban en connivencia con ellos y que podían facilitar sus ataques, la otra era la cuestión religiosa.

Así pues, extraños en su propia tierra, con una lengua, una religión y unos modos de vida que les son ajenos, los mudéjares se han convertido –en el conjunto del Reino- en una minoría social, cualitativamente hablando aunque no cuantitativa, ya que eran más numerosos, y sometidos a una dura presión fiscal y a un recorte de sus libertades por los cristianos, con el apoyo moral e ideológico de la Iglesia.

El día 1 de junio de 1455 al grito de “facen-se cristians los moros o muyren”, fue asaltada la morería, lo que inició su declive; se trataba en principio de personas de la propia ciudad, aunque posteriormente, conforme avanzaron las investigaciones y creció la presión real por averiguar los hechos, resultaron ser extranjeros y gente marginal. No así los que habían movido los hilos desde el anonimato. A pesar de todo, los asaltantes se encontraron con una morería prácticamente vacía ya que a finales de mayo sus habitantes, tras esconder sus bienes, se habían marchado a localidades, como Manises, Xàtiva, Paterna o a casas de amigos cristianos en la capital. A pesar de todo el barrio quedó destruido.

Entre los años 1458 y 1459, los mudéjares habían vuelto a la morería con todas las protecciones reales, pero a pesar de las ordenanzas dictadas por Juan II para revitalizar la morería ya no volvieron a recuperar los años dorados. La clase dirigente de mercaderes terminaron por desaparecer o por emigrar a tierras musulmanas más seguras.

A principios del siglo XVI, vuelve a ser asaltada por el conflicto de las Germanías (1519-1523). La derrota de la Germanía en la ciudad aumentó el odio contra los mudéjares, más porque eran vasallos de los nobles que por odio a sus creencias religiosas.

El 4 de abril de 1525 Carlos V publica una Pragmática, obligando a la conversión al cristianismo a todos los musulmanes del Reino de Aragón, siendo bautizados por la fuerza al año siguiente. Los habitantes de la morería “convertidos” ya al cristianismo dejaron de ser mudéjares para convertirse en moriscos, pasando la morería a denominarse, la Vilanova.

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LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

Acusados de mantener relaciones secretas con los musulmanes de África y Constantinopla y tras fracasar los intentos de conversión religiosa pacífica, el entonces virrey y arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, envió una carta al rey Felipe III, en la que le exponía la situación de los moriscos en Valencia y el peligro que suponían, la carta terminaba así: “Por todo lo sobredicho, consta del evidente peligro en que se halla España generalmente, así en lo espiritual como en lo temporal por la compañía de esta gente; y del particular que tenemos los que vivimos en esta ciudad (Valencia). He oído hablar mucho a las personas de guerra, pareciéndoles que siempre que los moriscos quisiesen apoderarse de ella, estaría en su mano degollarnos a todos, y lo prueban con razones que convencen”. Sobre este hecho, el cronista de Valencia, D. Vicente Boix en su obra “Historia de la Ciudad y Reino de Valencia” escribe lo siguiente: “Compelido entonces el arzobispo a manifestar más explícitamente su opinión, contestó enseguida a S.M. explanando su pensamiento y aduciendo nuevas pruebas de la certeza que tenía en los temores de que una vasta combinación entre las potencias rivales de España y los moriscos, dispuestos a cada paso a sacudir el yugo de nuestro gobierno, explotada hábilmente, envolviese al país en una guerra, cuyo término era probable fuese fatal a nuestros intereses”.

El 4 de agosto de 1609, el rey Felipe III firma una Orden para el virrey de Valencia, el marqués de Caracena, por la que se manda expulsar a los moriscos del Reino de Valencia, comunicándoselo a su vez al arzobispo de Valencia, Juan de Ribera.

La reacción del arzobispo fue de estupor, ya que había hecho lo posible para que la expulsión empezara por Andalucía y Castilla y así dar tiempo a los moriscos de Valencia a que recapacitaran, se convirtieran al cristianismo y así evitar la expulsión, expulsión que por otra parte, iba también a afectar directamente a sus feligreses.

Los preparativos para la expulsión se hicieron en secreto entre el virrey, el arzobispo y Agustín Megía –general del rey-. Pero la nobleza, que estaba en contra de la expulsión –se quedaba sin mano de obra- sospechó la medida y envió una comisión a entrevistarse con el virrey y tratar de averiguar la verdad, pero todos los intentos fracasaron.

El 21 de septiembre, el virrey comunicó la decisión real a los diputados, jurados de la ciudad y a los nobles y señores de los lugares, respondiendo éstos que “iban a la ruina”. Al día siguiente se publicó el bando de expulsión por las calles de Valencia: El virrey, el Marqués de Caracena, en nombre de Felipe III, ordenaba a los moriscos –hombre, mujeres y niños- que abandonasen el reino en tres días, siguiendo las instrucciones de los comisarios encargados de llevarlos a los puertos de embarque, desde donde se les trasladaría a Berbería sin hacerles “maltratamiento ni molestia en sus personas, ni en lo que llevaren, de palabra o de obra”.

Se les permitía llevar consigo los bienes muebles que pudiesen, pero todo lo demás quedaría para sus señores, y se prohibía que lo destruyeran. Se concedía, inicialmente que quedara un 6% de los vecinos de cada pueblo, los niños menores de 4 años y todos aquellos que demostraran ser buenos cristianos.

Cerca de 113.000 moriscos fueron expulsados de tierras valencianas entre 1609 y 1612, de los cuales unos 18.000 salieron del Grau de Valencia.

Dicen que la derrota de las Germanías, supuso el triunfo del campo sobre la ciudad y que la expulsión de los moriscos, fue el triunfo de la ciudad sobre el campo, pero paradójicamente fue la burguesía urbana la que salió más perjudicada. La nobleza, endeudada desde hacía años no pudo hacer frente a los préstamos recibidos, muchos de los cuales los pagaban sus vasallos los moriscos. El campo apenas producía rentas por estar casi abandonado, los nuevos repobladores cristianos, no eran los sumisos moriscos, desembocando al final, en la revuelta campesina a finales de esa centuria, conocida como la Segunda Germanía.

X. Oms   - junio 2011

 

BIBLIOGRAFÍA

DOLORS BRAMON

 CONTRA MOROS I JUEUS

JOSÉ RODRIGO PERTEGÁS

LA MORERÍA DE VALENCIA

MANUEL RUZAFA GARCÍA

LA MORERÍA DE VALENCIA

LAS MINORÍAS EN LA CIUDAD DE VALENCIA

LA MORERÍA Y LOS MUDÉJARES DE VALENCIA

RAFAEL BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

VICENTE BOIX RICARTE

 HISTORIA DE LA CIUDAD Y REINO DE VALENCIA

VICENT LERMA ALEGRÍA

 LA SEGREGACIÓN ESPACIAL DE LAS MINORÍAS

 

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