lunes, 27 de junio de 2011

domingo, 19 de junio de 2011

IGNACIO PINAZO CAMARLENCH

Ignacio Pinazo, nace el 11 de enero de 1849, en Valencia, fue bautizado en la iglesia Parroquial de San Salvador como Ignacio Salvador Pinazo Camarlench. Es el segundo del matrimonio de Ignacio Pinazo y Esperanza Camalench, cuyo padre se dedicaba al pequeño comercio. Inicia sus estudios primarios en las Escuelas Pías próximas a su domicilio y al cumplir los 10 años de edad prosiguió su formación en la escuela de don Martín Colón. En enero de 1856, fallece su madre victima del cólera, debido a esta situación familiar, comienza a ejercer diversos trabajos, cómo platero, aprendiz de dorador en el taller del pintor José Miralles Darmanin, sombrerero…, etc. Su padre contrae matrimonio el mismo año con Elena Sanmartín, unión de la que nacen sus hermanastros José y Salvador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santa Mónica o La Caridad

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Mientras trabaja comienza a aficionarse por el dibujo, compatibilizándolo con el trabajo. Debido al decreto de libertad de Enseñanza de 1864, Se matriculó aconsejado por el pintor José Miralles, en las clases nocturnas gratuitas de Dibujo del Natural y Colorido impartidas por el profesor J. Fernández Olmos en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, situada en el viejo convento de las Carmelitas. Obtuvo al finalizar el curso el segundo accésit en la clase de Dibujo del Natural, y el primero en la clase de Colorido.
En agosto de 1865 fallecen el padre y la madrastra de Ignacio, siendo entonces acogidos por el abuelo materno Vicente Camarlench, de profesión alpargatero, que se hace cargo de él y sus hermanos. Éste apoyó siempre la vocación artística de su nieto, instalando un pequeño estudio para él en un desván del hogar. A partir de entonces Pinazo realiza sus primeros encargos profesionales, casi todos ellos retratos: El Matrimonio del Foscall, El Tío Capa…

.En 1869 gana el segundo accésit en la clase de Dibujo del Natural y el primero en la de Colorido y Composición.En el año 1870 ,pinta el óleo de Santa Mónica, para ser ubicado en la iglesia de Santa Mónica , pero al párroco no le gusta y ese cuadro sería posteriormente enviado a la Exposición Regional de Barcelona de 1873, con el nombre de “La Caridad” , el cuadro se vende bien y en la actualidad se encuentra en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.

Italiana tendiendo ropa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tipo italiano

En 1871 gana la Medalla de Plata por unos estudios que presentó en la Exposición de la Sociedad de Amigos del País de Valencia .En 1873 y cómo no había conseguido la beca para ir a Roma, debido al dinero que había conseguido con el cuadro de “La Caridad”, viaja por su cuenta a Italia por primera vez. Viaja acompañado por el pintor José Miralles y en Roma, es discípulo de Casado y llega a conocer a Fortuny, tras una estancia de 7 meses regresa a Valencia.
En esos años acudía a las clases nocturnas de acuarela, inauguradas desde noviembre de 1874 por la sociedad cultural y promotora, del Ateneo Científico, Literario y Artístico.


El Desembarco de Francisco I rey de Francia, en el muelle de Valencia hecho prisionero en la batalla de Pavía

En el año 1876, .Concursa, por segunda vez en la Diputación, a la anhelada pensión en Roma. Convocada el mes de marzo, realizó como tercer ejercicio: el Desembarco de Francisco I rey de Francia, en el muelle de Valencia hecho prisionero en la batalla de Pavía (1876, óleo sobre lienzo, Diputación de Valencia). Óleo que le valió el alzarse como unánime vencedor el 13 de septiembre.
El 17 de Noviembre se casa con Teresa Martínez Monfort en la Parroquia del Salvador y Santa Mónica de Valencia, trasladándose a Roma ese mismo mes. Teresa daría a luz en Roma a José, en 1879, a los tres años de haberse instalado en la ciudad.

Jose Pinazo( hijo)


Teresa Martínez Monfort(esposa)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ignacio Pinazo (hijo)

 

Entre sus primeros envíos como becado por la Diputación de Valencia, en 1877,se encontraban los óleos: Juegos Ícaros  y El guardagujas. Cumpliendo sus deberes con la Diputación, el 14 de Julio envió a Valencia: tres academias dibujadas “del antiguo”, el óleo Las hijas del Cid en el Robledal y El fauno. Exhibidas en la Exposición artística de la Lonja, por ambas manifestaciones, el 31 de Julio el Ayuntamiento de Valencia le otorgó el Diploma de Medalla de Oro. Envió desde Roma a la Diputación de Valencia otra de sus obras maestras, en 1880: los Últimos momentos del rey Don Jaime el Conquistador, en el acto de entregar su espada a su hijo Don Pedro. Último encargo de pensionado, que clausuraba con broche de oro su experiencia italiana.


Juegos Icáros


Los últimos momentos de Jaime I


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El guardagujas

Tras cinco años de estancia en Italia , regresa a Valencia de nuevo en 1881, vive en la plaza de Cisneros , vuelve a pintar Los últimos momentos del Rey Don Jaime I. pero de mayor tamaño, para participar en la Exposición Nacional, donde se le otorgo el 12 de Julio una segunda medalla y la custodia o protección del Estado. Por otro lado, el pintor también presentó en Madrid el lienzo de La Edad de Oro, en esta ocasión, en la exposición Boch. Se le recompensó por ello, con un alfiler de oro concedido por el rey. En 1883, nace su segundo hijo Antonio, que al igual que Jose , sería pintor .En el año 1884 y tras la renuncia de Fernández Olmos, fue nombrado profesor sustituto de Colorido por la Academia de San Carlos de Valencia el 11 de Mayo. Puesto que ocupó durante los cursos 1883-84 al de 1887-88.
Durante una epidemia de cólera en 1884, Pinazo por invitación del Industrial José Jaumandreu, se marcha al domicilio de este ultimo en Bétera y realiza una serie de pinturas que llevan por titulo: "La primavera", "El verano", "El otoño" y "El invierno", en la que los modelos de las estaciones es la propia familia de José Jamandreu así cómo diversos paisajes de Villa María , nombre de la propiedad de José Jaumandreu, al que ya había pintado cuadros para el comedor de su residencia situada en el Palacio de Bailia de la plaza de Manises ( actual Diputación).
Realiza incursiones en cuadros de temática religiosa como el "Cristo Yacente" del Colegio del Patriarca.


Bétera


El invierno


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primavera

 


Colegio del Patriarca


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cristo Yacente.

En 1885 compra una casa en Godella (c/Pintor Pinazo, 31), que con el tiempo se convertirá en su residencia habitual y a la postre el lugar donde fallecería.
Desde el momento en que se establece en Godella, sus preferencias cambian y se dedica a los paisajes y temas costumbristas. También se dedica a la labor de decorador de grandes mansiones y como autor de retratos.
Aparte de su faceta cómo pintor, también en ese periodo destaca la de decorador, como la que realizó en el Café “El León de Oro” .
Debido a su amistad con la Marquesa de Benicarló , recibió muchos encargos de la alta sociedad y gente adinerada de la sociedad valenciana, En 1890 , pintó el salón de la residencia perteneciente a Don Salvador González Gómez, con domicilio en la Avenida de Don Navarro Reverte.


Pinazo en su estudio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los cuadros que se ven en el estudio del pintor son, "la Dama de rosa " y "las hijas del Cid"

En las exposiciones anuales de arte Pinazo logró, en 1881 por “La abdicación de Don Jaime I de Aragón en el lecho de muerte” y en 1885 por “Retrato del coronel de caballería Nicanor Picó) sendas medalla de plata y en 1897 ” por el cuadro José Mallado” y 1899, por el cuadro “La lección de memoria ”, medallas de oro.


La lección de memoria


Café El León de Oro, Plaza Mariano Benlliure


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Cuadro pintado para decorar el Café León  de Oro

En 1896 ingresó como Académico en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos (Valencia).Interviene también en la decoración del Palacete de D José Ayora en 1900. Tres años después es nombrado académico de Bellas Artes de San Fernando, también consigue una plaza de profesor auxiliar de La Escuela de Artes y oficios de Madrid , realizando viajes frecuentes a la capital, en esa época pinta los retratos de “Alfonso XIII” y del “Conde Guaki” .


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

retrato de D Alfonso XIII

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Retrato del conde Guaki

Posteriormente y debido a problemas de salud, abandona Madrid y se estable e en su casa de Godella, pintando en ese periodo cuadros con los paisajes de Godella, En la Exposición Nacional de Valencia participó con una Cabeza de niño, la Piedad y un Retrato, por los cuales se le premió con el Diploma de Honor y la Medalla de Oro . En 1912, recibe la Medalla de Honor al Mérito por sus obras presentadas en Madrid. Este mismo año el ayuntamiento bautiza una calle con su nombre y se le dedica una estatua que se situa en los jardines de la Generalitat, aunque a raíz de la guerra civil y la construcción de un refugio antiaereo en la zona, la escultura desparece. Actualmente se encuentra su estatua, en la calle Colón, esquina Porta de Mar, fue esculpida por su hijo Ignacio Pinazo Martínez en 1946.


Monumento a José Pinazo antes de 1936

Refugio antiaéreo en el lugar que ocupaba la estatua


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ubicación actual de la estatua de Ignacio Pinazo


Plaza del Pintor Pinazo

Murió el 18 de octubre de 1916 en su casa de Godella.


Sepultura de Ignacio Pinazo, en el cementerio de Valencia

Sus dos hijos, José e Ignacio también fueron dos magníficos pintores. En cuánto a Ignacio Pinazo Camarlench y debido a su forma peculiar de pintar y el prestigio de sus obras, esta considerado por la amplitud en la obra, tanto de retratos, como paisajes, temas históricos o desnudos . que se encuentran en museos cómo el del Prado, el IVAM, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, etc.cómo uno de los grandes pintores no solo valenciano sino español del último tercio del siglo XIX

Valencia Puente del Real


Desnudo de frente


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Cruz del Molino de Godella

 

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Autoretrato

 

 

Consultas Jdiez Arnal.
Wikipedia.
www.comarcarural.com
Ciudad e la pintura.
IVAM
Museo del Prado
Cultura Valenciana
Arte y Libertad
Foroxerbar
Gracias .

Gregorio:

Remeber Valencia

Editado en Remember Valencia ;Pagina 1172 :Post 23435

miércoles, 15 de junio de 2011

LOS OTROS VALENCIANOS 1

 

Friso

DE MUSULMANES A MUDÉJARES

Mudéjar, del árabe mudaǧǧan, domado. Ésta es la definición que el diccionario de la Real Academia de Lengua Española da del término. Pero detrás de este vocablo hay más de tres siglos de historia.

Tras conquistar el rey Jaume I la ciudad de Valencia, y la firma de Capitulaciones con Zayyan el día 28 de septiembre de 1238, ordena a los musulmanes que la habitaban, el abandono en el plazo de veinte días del recinto amurallado de Madinat al-Balansiyya, pero los que quisieran quedarse podrían hacerlo, con la garantía de estar “salvos y seguros bajo la protección del rey”, asignándoles a tal efecto un espacio fuera de las murallas pero junto a ellas: la Morería.

Muchos emigraron a otras tierras, preferentemente al sur del Xúquer, pero una minoría, unos doscientos aproximadamente optaron por quedarse.

Los musulmanes, a partir de ese momento mudéjares, disfrutaron de ciertos derechos que les concedió el rey. Se les permite ejercer el culto islámico, hablar su lengua –el árabe-, mantener sus costumbres arraigadas desde el siglo VIII, regirse por sus propias leyes y tener sus propios oficiales, pero era competencia exclusiva de la morería, el Baile General del Reino.

Aunque en teoría y así nos lo presentaron muchos historiadores, los mudéjares disfrutaron de muchos derechos y privilegios durante los primeros años, estudios posteriores demostraron que era una visión demasiado optimista sobre todo en lo que se refiere a la convivencia con los nuevos colonos, hay que tener en cuenta que para los mudéjares supuso un corte total tanto social como económico. En el ámbito de la administración pública, no podían tener ninguna jurisdicción sobre los cristianos. Tampoco podían pertenecer a ninguna cofradía ni gremio, no hay que olvidar el alto componente religioso que tenían.

Desde 1340 los mudéjares tenían que llevar el pelo cortado en redondo: “garceta al cap” y respecto a la vestimenta, llevar una “tovallola blava al cap”.

Por otra parte Jaume I necesitaba conservar la antigua población musulmana en sus territorios, no tanto en la ciudad como en el campo, pero la necesitaba. Hacía falta mano de obra porque la afluencia de repobladores cristianos no fue la esperada: en noviembre de 1270 se lamentaba en la ciudad de Barcelona de que sólo hubieran acudido al nuevo reino 30.000 cristianos cuando se esperaban al menos 100.000. A pesar de todo, la repoblación continuó lenta pero constantemente.

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LA MORERÍA

A diferencia del call –la judería- que creció dentro de las murallas islámicas, el vicus sarracenorum, fue manifiestamente marginado, situándolo fuera de las murallas, cercana a la puerta de Bab al Hanax, llamada a partir de entonces de la Morería, junto al cementerio musulmán y al lado de la antigua vía romana.

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Estaba limitada al sur por la actual calle de Quart, al este por la calle Baja (carrer Baix de l’Alfondech), contigua al valladar de la muralla árabe, al norte por la plaza de mossén Sorell y la calle dels Tints Majors –hoy de la Corona- y cerraba el perímetro por el oeste el Hort dels Tiradors del gremio de los pelaires.

Había cuatro puertas, la principal que era la de la Batlia, en la calle Baja y que se hallaba junto al Alfondech, antiguo parador o posada que pertenecía al Patrimonio Real y donde pronto se instalaron las oficina de la Bailía; la del Malcuinat, en la plaza de mossén Sorell, frente al horno; la del Esmolador, en la esquina de la calle de la Corona, cercana a los baños; y la del Camí de Quart, que daba a la calle Quart.

En realidad la Morería no estaba cercada por una muralla, eran las propias casas las que hacían de cierre y solo se tabicaron las bocacalles dejando las cuatro puertas mencionadas. Parece probable que también desde el edificio de la Batlia –antiguo Alfondech- se tuviera acceso a la Morería.

La acequia de Na Rovella la atravesaba de oeste a este por su parte septentrional y lógicamente era empleada no solo con fines higiénicos sino también industriales.

La calle principal era el carrer Major de la Morería, actual calle de Sant Miquel y que continuaba con la llamada calle del Malcuinat, atravesando estas dos arterias el recinto de sur a norte, y perpendicular a éstas en dirección este, la calle del Malcuinat Vell. El resto era un dédalo de callejuelas y recovecos.

LA MEZQUITA

El rey Jaume I donó a la comunidad mudéjar la casa que había sido de Ali Algadarli para que en ella construyera su mezquita. En el año 1521, la mezquita fue asaltada, consagrándose a continuación al culto cristiano con el nombre de Sant Miquel y Sant Donís, haciéndose posteriormente diversas ampliaciones; sólo una parte de la iglesia que se derribó en el año 1940 correspondía a la mezquita. Únicamente se salvó la portada neoclásica que se trasladó a la iglesia de San Pascual Bailón, en la calle doctor Moliner. Pero ya antes, en 1902 la iglesia había perdido la titularidad de parroquia trasladándola a la iglesia del Convento de San Sebastián, en la calle Quart, con la denominación de San Miguel y San Sebastián. A espaldas de la mezquita y aprovechando el derribo de varias casas se construyó entre 1670 y 1675 la Casa de la Misericordia, que fue derribada en el año 1949, salvándose únicamente la iglesia, que tras años de abandono fue donada a los religiosos mercedarios, constituyéndose en parroquia en el año 1956 bajo la advocación de Nuestra Señora del Puig.

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LA CÁRCEL

La cárcel de la morería o les cases del carceller, como aparece en algunos documentos notariales, estaba situada junto al cementerio islámico y cerca de la Porta del Malcuinat. La mención a les cases del carceller, da a entender que además de locales para presidio había también viviendas para el guardián o encargados de la custodia de los presos. El carcelero era un cargo designado por el Baile, y normalmente estaba desempeñado por cristianos.

EL HORNO

Próximo a la cárcel y por lo tanto cercano también a la Porta del Malcuinat, estaría en la esquina de la calle Alta con la plaza Mossén Sorell. Generalmente el pan era amasado en casa y en el horno sólo se hacía la cocción. Además de las dependencias propias para el horneado, el horno tendría como es natural, leñera y habitaciones para el encargado, que también dependía del Baile General.

LA CARNICERÍA

Las carnicerías estaban situadas en la plaza del Tossal, aunque debían de estar abiertas hacia el interior de la morería. Parece ser que en 1322 existían ya en el mismo barrio dos tablas de carnicería y un obrador contiguo a ellas, que eran propiedad de las monjas Clarisas del cercano Convento de Santa Isabel.

EL MOLINO

Estaba situado en el interior del barrio, junto a la acequia de Na Rovella, esquina a la calle del Malcuinat, frente al horno y cerca de los baños. Este horno era utilizado también por los cristianos, que lo regentaban y también dependían directamente del Baile.

LOS BAÑOS

Los baños estaban situados en el sector nord-occidental de la morería, dando una fachada lateral a la calle dels Tints Majors y a la acequia de Na Rovella. Era un edificio único con varios departamentos, separados unos de otros por patios descubiertos. Estaba provisto de un pozo, una noria para la extracción del agua y una cámara para caldear el agua, además de las dependencias para el encargado y los ayudantes. Como los de más edificios públicos de la morería eran competencia del Baile General.

Además de estos edificios, también contaba con tabernas y prostíbulo propio, ya que la entrada a la mancebía de Valencia la tenían prohibida.

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AUGE MUDÉJAR

La guerra entre los dos Pedros, El Cerimoniòs y Pedro I de Castilla, fue un factor decisivo en el desarrollo económico y social de la población mudéjar. Por una parte la emigración de campesinos a la ciudad, que huían de los ataques de las tropas castellanas y por otra la construcción de la nueva muralla cristiana -1356-, que dejaba la morería en el interior de la ciudad, unido a la mayor tasa de natalidad de la población mudéjar, tuvo como consecuencia un aumento importante de la población, acercándose a los mil habitantes (dos mil según otras fuentes).

En este periodo, la población mudéjar juega un papel de primer orden en el progreso económico urbano. Cabe destacar la manufactura textil, de tradición anterior a la conquista, el ramo del metal: ferrers, coltellers… del vidrio y la cerámica, productos que alcanzarían gran fama por todo el Mediterráneo. Y el comercio, que será una pieza clave en el auge económico de la ciudad de Valencia.

Su buena relación, por lazos de amistad o familiares, con los pueblos del norte de África o Granada, les abre las puertas para la exportación de sus productos manufacturados, tejidos, objetos de metal, vidrio y orfebrería, que a su vez sirven para comprar trigo –los cereales eran alimento primordial tanto para los hombres como para los animales- cuero por curtir, especias y sobre todo oro.

Aparece entonces una clase de ricos mercaderes que mantienen contactos con sus colegas cristianos de la capital, lo que no consigue la religión lo consigue el dinero y las transacciones mercantiles entre mudéjares y cristianos son cada vez más frecuentes. Los nombres de las familias Xupió, Ripoll, Bellvís, Juniz, Razbaida, Malull, Xocar… aparecen constantemente en la documentación valenciana.

 

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DE MUDÉJARES A MORISCOS

Pero el lado negativo del aumento de la población y de la integración física de la morería en el nuevo recinto amurallado de la ciudad, fue el progresivo recelo que profesaban los cristianos contra ellos, con el consiguiente deterioro de la convivencia. Ya en 1276 la morería había sido asaltada por grupos de cristianos.

Una de las causas de este recelo, fue el peligro de las incursiones marítimas de los musulmanes. Se decía que estaban en connivencia con ellos y que podían facilitar sus ataques, la otra era la cuestión religiosa.

Así pues, extraños en su propia tierra, con una lengua, una religión y unos modos de vida que les son ajenos, los mudéjares se han convertido –en el conjunto del Reino- en una minoría social, cualitativamente hablando aunque no cuantitativa, ya que eran más numerosos, y sometidos a una dura presión fiscal y a un recorte de sus libertades por los cristianos, con el apoyo moral e ideológico de la Iglesia.

El día 1 de junio de 1455 al grito de “facen-se cristians los moros o muyren”, fue asaltada la morería, lo que inició su declive; se trataba en principio de personas de la propia ciudad, aunque posteriormente, conforme avanzaron las investigaciones y creció la presión real por averiguar los hechos, resultaron ser extranjeros y gente marginal. No así los que habían movido los hilos desde el anonimato. A pesar de todo, los asaltantes se encontraron con una morería prácticamente vacía ya que a finales de mayo sus habitantes, tras esconder sus bienes, se habían marchado a localidades, como Manises, Xàtiva, Paterna o a casas de amigos cristianos en la capital. A pesar de todo el barrio quedó destruido.

Entre los años 1458 y 1459, los mudéjares habían vuelto a la morería con todas las protecciones reales, pero a pesar de las ordenanzas dictadas por Juan II para revitalizar la morería ya no volvieron a recuperar los años dorados. La clase dirigente de mercaderes terminaron por desaparecer o por emigrar a tierras musulmanas más seguras.

A principios del siglo XVI, vuelve a ser asaltada por el conflicto de las Germanías (1519-1523). La derrota de la Germanía en la ciudad aumentó el odio contra los mudéjares, más porque eran vasallos de los nobles que por odio a sus creencias religiosas.

El 4 de abril de 1525 Carlos V publica una Pragmática, obligando a la conversión al cristianismo a todos los musulmanes del Reino de Aragón, siendo bautizados por la fuerza al año siguiente. Los habitantes de la morería “convertidos” ya al cristianismo dejaron de ser mudéjares para convertirse en moriscos, pasando la morería a denominarse, la Vilanova.

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LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

Acusados de mantener relaciones secretas con los musulmanes de África y Constantinopla y tras fracasar los intentos de conversión religiosa pacífica, el entonces virrey y arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, envió una carta al rey Felipe III, en la que le exponía la situación de los moriscos en Valencia y el peligro que suponían, la carta terminaba así: “Por todo lo sobredicho, consta del evidente peligro en que se halla España generalmente, así en lo espiritual como en lo temporal por la compañía de esta gente; y del particular que tenemos los que vivimos en esta ciudad (Valencia). He oído hablar mucho a las personas de guerra, pareciéndoles que siempre que los moriscos quisiesen apoderarse de ella, estaría en su mano degollarnos a todos, y lo prueban con razones que convencen”. Sobre este hecho, el cronista de Valencia, D. Vicente Boix en su obra “Historia de la Ciudad y Reino de Valencia” escribe lo siguiente: “Compelido entonces el arzobispo a manifestar más explícitamente su opinión, contestó enseguida a S.M. explanando su pensamiento y aduciendo nuevas pruebas de la certeza que tenía en los temores de que una vasta combinación entre las potencias rivales de España y los moriscos, dispuestos a cada paso a sacudir el yugo de nuestro gobierno, explotada hábilmente, envolviese al país en una guerra, cuyo término era probable fuese fatal a nuestros intereses”.

El 4 de agosto de 1609, el rey Felipe III firma una Orden para el virrey de Valencia, el marqués de Caracena, por la que se manda expulsar a los moriscos del Reino de Valencia, comunicándoselo a su vez al arzobispo de Valencia, Juan de Ribera.

La reacción del arzobispo fue de estupor, ya que había hecho lo posible para que la expulsión empezara por Andalucía y Castilla y así dar tiempo a los moriscos de Valencia a que recapacitaran, se convirtieran al cristianismo y así evitar la expulsión, expulsión que por otra parte, iba también a afectar directamente a sus feligreses.

Los preparativos para la expulsión se hicieron en secreto entre el virrey, el arzobispo y Agustín Megía –general del rey-. Pero la nobleza, que estaba en contra de la expulsión –se quedaba sin mano de obra- sospechó la medida y envió una comisión a entrevistarse con el virrey y tratar de averiguar la verdad, pero todos los intentos fracasaron.

El 21 de septiembre, el virrey comunicó la decisión real a los diputados, jurados de la ciudad y a los nobles y señores de los lugares, respondiendo éstos que “iban a la ruina”. Al día siguiente se publicó el bando de expulsión por las calles de Valencia: El virrey, el Marqués de Caracena, en nombre de Felipe III, ordenaba a los moriscos –hombre, mujeres y niños- que abandonasen el reino en tres días, siguiendo las instrucciones de los comisarios encargados de llevarlos a los puertos de embarque, desde donde se les trasladaría a Berbería sin hacerles “maltratamiento ni molestia en sus personas, ni en lo que llevaren, de palabra o de obra”.

Se les permitía llevar consigo los bienes muebles que pudiesen, pero todo lo demás quedaría para sus señores, y se prohibía que lo destruyeran. Se concedía, inicialmente que quedara un 6% de los vecinos de cada pueblo, los niños menores de 4 años y todos aquellos que demostraran ser buenos cristianos.

Cerca de 113.000 moriscos fueron expulsados de tierras valencianas entre 1609 y 1612, de los cuales unos 18.000 salieron del Grau de Valencia.

Dicen que la derrota de las Germanías, supuso el triunfo del campo sobre la ciudad y que la expulsión de los moriscos, fue el triunfo de la ciudad sobre el campo, pero paradójicamente fue la burguesía urbana la que salió más perjudicada. La nobleza, endeudada desde hacía años no pudo hacer frente a los préstamos recibidos, muchos de los cuales los pagaban sus vasallos los moriscos. El campo apenas producía rentas por estar casi abandonado, los nuevos repobladores cristianos, no eran los sumisos moriscos, desembocando al final, en la revuelta campesina a finales de esa centuria, conocida como la Segunda Germanía.

X. Oms   - junio 2011

 

BIBLIOGRAFÍA

DOLORS BRAMON

 CONTRA MOROS I JUEUS

JOSÉ RODRIGO PERTEGÁS

LA MORERÍA DE VALENCIA

MANUEL RUZAFA GARCÍA

LA MORERÍA DE VALENCIA

LAS MINORÍAS EN LA CIUDAD DE VALENCIA

LA MORERÍA Y LOS MUDÉJARES DE VALENCIA

RAFAEL BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

VICENTE BOIX RICARTE

 HISTORIA DE LA CIUDAD Y REINO DE VALENCIA

VICENT LERMA ALEGRÍA

 LA SEGREGACIÓN ESPACIAL DE LAS MINORÍAS

 

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lunes, 13 de junio de 2011

LOS OTROS CEMENTERIOS DE VALENCIA II

El cementerio de Belén o de los apestados.
El año 1647 fue poco favorable a esta ciudad de Valencia, por la necesidad y pobreza que en ella se conoció, éstas son las palabras, con las que el dominico Francisco Gavalda, inicia el parágrafo I de su libro publicado en 1651, “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste” (fig. 1). Ciertamente no faltaba razón en dichas palabras, pues con independencia de otros sucesos, la ciudad de Valencia y el Reino (que ya habían padecido, en numerosas ocasiones, hasta dicho año, al menos diecinueve epidemias desde la Peste Negra de 1347), sufrió nuevamente en 1647, el que puede calificarse como el último grave azote de este jinete de la Apocalipsis.




Fig. 1.- Portada del libro “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste”.




La epidemia de peste de 1647 tuvo su inicio en la capital y fue introducida en la misma por un barco de procedencia Argelia, se extendió en el mismo año por tierra hasta llegar a Alicante y posteriormente a Orihuela, Murcia y Lorca, llegando por mar hasta Gibraltar, Cádiz y Huelva. En el siguiente año, alcanzó las tierras del Maestrazgo y La Plana.




La epidemia fue negada en un primer momento por los médicos, lo que motivó que no se tomasen desde un inicio las medidas adecuadas con la consiguiente propagación de la epidemia. Posteriormente, cuando mudó el parecer de los facultativos y se adoptaron medidas como el cierre de puertas de la ciudad, aislamiento de sospechosos de contagio, instalación de casas para los enfermos en las afueras y otras, estas se revelaron como insuficientes, tanto por si mismas, dado lo avanzado de la epidemia, como por la defectuosa aplicación, debida en ciertas ocasiones a la corruptela de los encargados de llevarlas cabo.
Una de las medidas adoptadas, aunque quizás tardíamente, fue la obligación que se impuso a médicos, cirujanos y familiares de manifestar los casos declarados de enfermos al Justicia Criminal, todo ello al objeto de que mediante unos carros y silletas que había repartidos por las iglesias, se sacase a los enfermos fuera de la ciudad, concretamente a las casas que se señalaron como enfermerías y que fueron:
- La casa de Troya en el arrabal de San Vicente, la cual pertenecía a los Condes de Casal, para los procedentes de la Parroquia de San Martín.
- Una casa en Arrancapinos, perteneciente a D. Francisco Milán y Don Diego Sans, para los de la Parroquia de San Juan.
- La casa del Marques de Quirra en la calle de Murviedro, para los de la Parroquia de San Esteban.
- El huerto de Arguedes junto al portal de la Corona, para los de Santa Catalina Mártir, Santa Cruz y San Miguel.
- Y por último, la casa del Marques de Maqueda, que estaba en Patraix para las demás parroquias.
La peste de 1647 ocasionó en la ciudad de Valencia la muerte de 16.789 personas y en todo el Reino la de unas 30.000. Las primeras muertes se produjeron en Ruzafa a principios de Junio y según relata Francisco Gavalda (sic) “Entrado el mes de Octubre era en Valencia el duelo, y sentimiento universal, por ser tan grande la mortaldad que no podía los cuerpos enterrarse a brazos de los sepultureros.”. A tal efecto, relata Gavalda, que proveyó la Ciudad a las Parroquias de unos carros, los cuales iban recogiendo por las calles, los cuerpos que por las ventanas descolgaban, envueltos algunos con una sabana y otros aún sin ella.




Fig. 2.- Ilustración sobre la peste.




Como no encontraron personal que quisiera enterrar y amortajar a los fallecidos, la ciudad, para tal finalidad y para conducir los citados carros, compró algunos esclavos y no siendo estos suficientes, se ayudó de algunos presidiarios a los que se les concedió a cambio la remisión de sus penas. Resulta comprensible el nulo interés que pudieran tener esclavos y presos en el cumplimiento de tal misión, por ello, en ocasiones, como relata Gavalda, por no pasar dos veces por una misma calle se llevaban a enfermos vivos por muertos y en otras exigían dinero a las familias para llevarse los cadáveres, vamos como textualmente expresa el citado autor, estos “no tenían en enterrar los muertos la caridad de Tobías”.
Al inicio de la epidemia los cuerpos de los fallecidos eran enterrados en los carneros de las iglesias intramuros, pero a medida que avanzó la misma, siendo ya tan numerosos los muertos, resultaron insuficientes tanto estos como las sepulturas comunes de las iglesias, a lo que hay que añadir el inconveniente de que teniendo que aperturarlas tan a menudo estando tan llenas de cadáveres, se corría un grave riesgo para la salud pública. Todo ello motivó que por la Ciudad se determinara adquirir un terreno extramuros de la ciudad al objeto de poder dar sepultura a los fallecidos a causa de la epidemia y ello con independencia de que, en casos, como los que fallecían en la enfermería de la casa de Troya, en el arrabal de San Vicente, se les sepultara en la capilla de la Magdalena, que formando parte del Convento de San Vicente de la Roqueta se situaba frente a él.
Así pues, la Ciudad adquirió a las entonces afueras de Valencia, junto a la salida del portal dels Ignoçens, un terreno que pertenecía a Constantino Cernesio, Conde de Parcent, para carnero común, y según relata Gavalda, “Bendijole el Ordinario, y llamose el camposanto, y es el que vemos ahora cercado de pared…”. Una representación gráfica de dichos terrenos, realizada con anterioridad a los sucesos relatados, podemos encontrarla en el plano realizado por Antonio Mancelli en 1608, son unos terrenos que se representan con arbolado y se sitúan tras una edificación que se rodea de un cercado, como puede observarse en la fig. 3.




Fig. 3.- Extracto del Plano de Antonio Mancelli de 1608.




Relata Gabalda, que para enterrar los cadáveres de la epidemia de peste, el citado terreno se dispuso de la siguiente forma: Abrieron unas acequias que tiraban por lo largo casi todo lo que decía el campo, de ancho tenía 18 pies, y de hondo un estado de hombre; a la una parte de las acequias había unos montones de tierra que se había sacado de ellas, y a la otra mucha cal, para ir echando así de ésta como de aquella, sobre los cuerpos que enterraban. En la descripción que efectúa Gabalda de los luctuosos sucesos continua diciendo: A los principios causaron los carros notable horror y desconsuelo a los vivos, porque no llevaban más que el mondo armazón de un carretón ordinario, sin cosa alguna que cubriera los difuntos, de los cuales unos iban con su vestido ordinario, otros envueltos en una sabana, otros con una manta y otros con sólo su camisa, a quien no causaría grima y horror tal espectáculo. Después se mejoró mucho la cosa porque cubrieron los carros con cielo de cañas y sobre éste echaban una tela negra, pintada en ella una cruz.
Según consta en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, Parcent, C25, D2., los terrenos que adquiere la ciudad al Conde de Parcent para instalar el cementerio, pertenecían a la casa desde pocos años antes y eran parte de las 4 cahizadas y cuatro anegadas de tierra, que Constantino y Francisco Cernesio, señores de la baronía de Parcent, habían adquirido concretamente el 27 de Diciembre de 1637 de D. Andrés Rebert y Paula Benet consortes y Dª. Jacinta San Germán y de Rebert, por el precio 2527 libras y 10 sueldos, ante el notario Vicente Gasull (figs. 4y 5) .




Figs. 4 Extracto de carátula del expediente

Fig. 5.- Extracto de copia de la Escritura.




Diversas han sido a lo largo del tiempo las formas en que se ha nombrado al cementerio del que estamos tratando, entre ellas se le ha nombrado simplemente como “el cementerio” sin añadir nada más, cuando lógicamente aún no existía el actual cementerio general, también recibió el nombre de “cementerio de los apestados”, por otra parte apunta Catalá Gorgues la denominación de “fossar del contagi o del morbo” y por último se ha hecho también referencia al mismo como “el cementerio de Belén”, pues bien, debe matizarse que cuando por la ciudad se adquieren los citados terrenos, para destinarlos a cementerio en la epidemia de peste, el convento de Belén, al que hace referencia dicha forma de nombrarlo no existía, si existía la casa y el cercado que hemos visto en el plano de Mancelli (fig. 2), pero el convento aún no había sido fundado, éste según Cruilles siguiendo a Esclapés, se fundó el 3 de Julio de 1673 para religiosas del Orden de Santo Domingo, para lo cual dio algunas pingues posesiones D. Jacinto Sanz, caballero Valenciano.


Fig. 6.- Fotografía de la fachada del Convento de Belén recayente a la calle Guillen de Castro.




Este cementerio de los apestados puede considerarse como el antecedente del Cementerio General actual, en cuanto no pertenecía a una Parroquia concreta como los fossars que existían intramuros, sino que era ciertamente un cementerio de la Ciudad, lo cual intentó siempre la municipalidad dejar bien claro, como cuando por ejemplo, el clero de la parroquia de los Santos Juanes, a cuya demarcación correspondía el terreno en el que se ubicaba el cementerio y debido a que por tal motivo acudía allí el día de difuntos a responsar y celebrar algunos actos, solicitó a la Ciudad licencia para edificar una capilla, al objeto de no quedar expuestos al desabrigo e inclemencias del tiempo. Por deliberación de 13 de febrero de 1659, se otorgó, por concordia entre los Jurados de la Ciudad, el rector y el clero de la iglesia parroquial de los Santos Juanes, la licencia para la construcción de la mencionada capilla, ahora bien, con la condición de no enterrar allí persona alguna ni enajenar la citada capilla sin previa licencia de la Ciudad, en la figura 7.- se reproduce la citada deliberación transcrita por Orellana. A la citada capilla se le adosó un atrio que fue construido en 1699, cuarenta años después de la construcción de la capilla, en éste estaba previsto colocarse una inscripción alusiva a que la obra se había costeado con limosnas votivas y declarando que dicho cementerio pertenecía a la Ciudad, parece ser, según refiere Orellana, que la citada inscripción no llego a ponerse.


Fig. 7.- Deliberación de 13 de Febrero de 1659, transcrita por Orellana en su apéndice documental a su Valencia Antigua y Moderna.


Fig. 8.- Extracto del Plano de Tosca en el que puede observarse el recinto vallado, la capilla, la puerta recayente a lo que actualmente sería la calle de Cuenca, todo ello a espaldas del Convento de las Monjas de Belén.




El mantenimiento de la ubicación de este cementerio, una vez fundado el convento de Belén ocasiono graves inconvenientes a dicha congregación, y ello porque el citado cementerio se utilizo de ordinario para depositar en el los restos de exhumaciones de ciertos cementerios parroquiales. Las molestias que se ocasionaban al convento se reflejan, en una instancia que remitió la Superiora de dicho convento al Capitán General Duque de la Roda el 7 de Abril de 1794 y que Catalá Gorgues reproduce en su libro “El Cementerio General de Valencia, historia, arte y arquitectura 1807-2007”, instancia en la que se relata por ejemplo que, es tanto el hedor, y corrupción que exhalan los cuerpos difuntos que conducen al citado Cementerio que ha sucedido en cierta ocasión enfermar veinticuatro Religiosas y de estas haber muerto algunas por el aire pestilente y nocivo que recibieron…, en otro pasaje sigue diciendo, añádese a todo lo dicho, que un lugar tan santo y sagrado como el Cementerio, donde se entierran cuerpos gloriosos, que están gozando de la presencia de Dios, por su mala disposición, sirva para pasto de perros y apacentar ganados, como se ha visto y sobre ello declararan testigos, verificándose igualmente entrar en él hombres y mujeres a malos fines…, termina la superiora solicitando se suspenda la traslación de los cadáveres que de las sepulturas de San Martín, que en aquellas fechas se estaban exhumando o bien que se situase más distante el cementerio en lugar que no ofenda a la Comunidad y demás habitantes circunvecinos.


Fig. 9.- Plano de 1811.

Fig, 10.- Plano de 1853.




A pesar de que las quejas como la antes expuesta pudieron impulsar la decisión de la creación del actual Cementerio General, el cementerio de Belén se continuó utilizando en numerosas ocasiones, tanto para depositar en él los restos de los cementerios parroquiales, como incluso cuando estando ya inaugurado el Cementerio General, con ocasión de las epidemias de cólera de 1834, 1854 y 1855 se rehabilitó el mismo como cementerio de infecciosos, los restos de las dos ultimas epidemias citadas fueron exhumados en 1862 y trasladados al Cementerio General. Las victimas de las cuatro epidemias de cólera que se padecieron con posterioridad, incluidas las de la epidemia de 1885, fueron ya inhumadas en el actual Cementerio General.
Como antes hemos expuesto, varias fueron las cautelas con las que la municipalidad quiso dejar bien patente que la propiedad de este recinto funerario era de la Ciudad y no de parroquia alguna, no obstante, a pesar de ello, refiere Catalá Gorgues, que en 1846 el clero de los Santos Juanes reclamaría como propiedad suya el cementerio primero y luego su capilla, siendo objeto de devolución al Ayuntamiento en 1878. Ahora bien, no fue dicha parroquia únicamente la que pretendería hacerse con los terrenos, sino que en 1838, el entonces conde de Parcent considerando que los terrenos ya no tenían uso por la Ciudad y que su antepasado los había dado a la misma para un determinado fin, intentó la reversión del dominio de los mismos a su casa, no obstante el expediente parece concluir la no devolución de los mismos, argumentando entre otros motivos que la cesión que en su día se hizo de dichos terrenos a la Ciudad no fue graciosa por parte del Conde, así se puede ver en el expediente que con la signatura PARCENT C20.D.17 consta en la Sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional.




Fig.11.- Escrito relativo a sobre la reclamación hecha por el conde de Parcent de unas anegadas de tierra, situadas a espaldas del convento de religiosas de Belén, extramuros de la ciudad de Valencia.




No obstante, a pesar de los intentos de apropiación o de reversión el terreno se mantuvo en manos de la ciudad y desde que dejó de destinarse a cementerio, tuvo varios usos, por ejemplo, en su capilla se instaló en 1870 , el depósito judicial de cadáveres, y posteriormente hubo en sus terrenos otras dependencias municipales, entre ellas creo recordar y no lo afirmo, estuvo algún tiempo la oficina de objetos perdidos del Ayuntamiento. Con posterioridad, se abrió la calle llamada Aragón en un principio y ahora de María Llacer. En el solar que quedó entre dicha calle y la Gran Vía, previo el derribo de algunas construcciones preexistentes tanto de uso residencial como otras dedicadas a almacenes del Ayuntamiento, se construyó entre 1961 y 1962 el edificio de la Jefatura de Policía, según proyecto del año 1956 del arquitecto Javier Lahuerta Vargas, dice la “Guía de Arquitectura Valenciana” CTAV 2007, que el tratamiento exterior, es de líneas puras y fuerte contraste entre cuerpos horizontales y verticales, muestra la pervivencia de los postulados del expresionismo alemán, especialmente la aplicación que de ellos hizo el arquitecto alemán Erich Mendelsohn.


Fig. 12.- Extracto de plano de 1925.

Fig.13.- Edificio de la Jefatura de Policía de la Gran Vía de Ramón Y Cajal.




Para finalizar esta exposición, haré referencia a una curiosa noticia aparecida en diversos periódicos del año 1850, entre ellos “El Heraldo” de Madrid, en su edición de 2 de Julio, que hace referencia a la utilización del faetón y depósito de cadáveres antes nombrado para la practica del contrabando, por lo curioso de la noticia se reproduce a continuación.


Fig. 14.- Extracto de la edición de 2 de Julio de 1850 del “El Heraldo” de Madrid.




Para la realización de este post ha sido utilizada la bibliografía, archivos y hemeroteca que a continuación se relaciona.
- “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste”. Francisco Gabalda, Valencia 1651.
- “Valencia antigua y moderna”, Marcos Antonio de Orellana, Acción Bibliográfica Valenciana, Valencia 1924.
- “Guía Urbana de Valencia antigua y moderna”, Marques de Cruilles, Valencia 1875.
- “El Cementerio General de Valencia, historia, arte y arquitectura 1807-2007”, Miguel Ángel Catalá Gorgues, Ayuntamiento de Valencia 2007.
- “Guía de Arquitectura Valenciana” ICARO 2007.
- “Gran Enciclopedia de la Región Valenciana”, Valencia 1973.
- Archivo Histórico Nacional, sección Nobleza, Parcent.
- Hemeroteca Nacional, edición de 2 de Julio de 1850 del “El Heraldo” de Madrid.
- “Botanic.Jesuites, cronología secular d’un paisatge (1877-2008)”, Universitat de Valencia, 2008.
- Foro Remember Valencia.
- “Historical maps of the town of Valencia.1704-1910” Ayuntamiento de Valencia, 1985




Arrancapins (Foro Remember Valencia, pág. 920, post 18400)




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