A tan solo 15 kilómetros de
Valencia existe un lugar donde los objetos nos hablan. Unos lo hacen de la
gente que los creó y para qué les sirvieron, de las necesidades que tenían e
incluso de cómo se relacionaban, cómo se divertían, cómo penaban o simplemente
cómo era su día a día.
Es el mismo lugar que hace unas
décadas acogía las instalaciones del Hospital Psiquiátrico de Bétera, el último
eslabón de una cadena empezada en 1409 por Fray Joan Gilabert Jofré al promover
el primer hospital para la atención y cuidado de “ignocents, folls e orats”.
Del libro
“Hospital Provincial”. 1927
Hasta mediados del siglo XIX
permanecieron los enfermos mentales en una de las dependencias del Hospital
General y allí siguieron hasta que en 1866 la Diputación compra a la sociedad
Dotrés, Clavé y Fabra la fábrica de hilaturas dirigida por Gaspar Dotrés, montada
tras la desamortización de 1835 e instala allí las dependencias del nuevo
manicomio.
De la revista
“Sábado Gráfico”. 1972
En un intento de mejorar la atención
de los enfermos, se buscan nuevos terrenos donde construir un hospital adecuado
a las necesidades del momento. Y así surgen proyectos como el del Vedat de
Torrent, con capacidad para 1200 enfermos (1892) o el de Portaceli (1933),
proyectado por Luis Albert.
Del libro “El
Manicomio Provincial de Valencia”. David Sánchez Muñoz.
Pero finalmente no es hasta 1969 que un
proyecto se hace realidad, es el firmado conjuntamente por el propio Luis
Albert, Guillermo Stuyck y Alberto Peñín y los enfermos del viejo manicomio de
Jesús, pasan en 1973 al nuevo Hospital Psiquiátrico de Bétera; un complejo
hospitalario con todos los servicios imaginables: Iglesia, jardines, huertos,
campo de deportes, centro comercial y hasta un hotel para los familiares de los
enfermos, que nunca llegó a utilizarse.[1]
Pero los estudios y las conclusiones de la nueva psiquiatría iban por otros
derroteros completamente distintos y abogaban por la integración de los
enfermos en la sociedad y no en su reclusión en centros cerrados, la línea que
separa el “anormal o demente” del “normal o cuerdo” es muy difusa y subjetiva
¿son todos los que están? ¿Están todos los que son?
A principio de los años 80,
apenas 10 años después de su inauguración el Hospital Psiquiátrico cierra sus
puertas como tal, hoy en día sólo una pequeña población de enfermos terminales
y sin recursos es acogida en el pabellón 8 del antiguo Hospital.
Por estos mismos años, la
Diputació de València, comienza la creación de un Museo de Etnología. El edifico
de la Beneficencia es la sede de sus exposiciones, pero el número de donaciones
y adquisiciones va creciendo y falta sitio donde albergar, clasificar y
estudiar todo el material.
El desmantelamiento del Hospital
Psiquiátrico, va a facilitar la creación de unas salas de reserva, donde el
problema no es el espacio sino como gestionar adecuadamente todo el material
existente.
Las Salas de Reserva del Museu
d’Etnologia de València albergan cerca de 15.000 objetos, que van desde un simple dedal a un carruaje
del siglo XVIII, pasando por indumentaria de todo tipo, herramientas de
trabajo, mobiliario… procedentes unos, de donaciones particulares, otros recuperados
por el personal del museo y otra parte
de adquisiciones como por ejemplo la efectuada últimamente a la ropería Casa Insa.
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Casa Insa, fue una institución en
la Valencia festiva, teatral o religiosa desde hace más de un siglo. Su origen
se remonta a principio de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el tío
bisabuelo de su última propietaria doña Carmen Ferrés García, entra a trabajar
en la ropería de Gimeno Márquez, situada al principio de la calle Baja, cerca
ya de la Plaza Sant Jaume. Unos años más tarde, en 1865, se queda con el negocio
y en el año 1889 se traslada al número 48 de la misma calle, una casa señorial
del siglo XVIII, construida sobre una anterior del siglo XVI y que según la
tradición era la casa-taller del pintor Joan de Joanes [2].
A partir de entonces, Casa Insa
se convierte en el proveedor casi exclusivo de compañías de teatro –tanto de
aficionados como de profesionales-, de actividades festivas, cabalgatas,
disfraces, carnavales y religiosas, siendo la del Corpus su referente
indiscutible.
En el año 2011, según consta en
el Informe del Consell Valencià de Cultura sobre el legado de Casa Insa “consciente del valor patrimonial que supone
Casa Insa y de que Carmen Ferrés deseaba retirarse, dada su edad avanzada y los
cambios acontecidos en el sector, el Museu Valencià d’Etnologia se esforzó por
llegar a un acuerdo. Dicho acuerdo contempla la selección del material
depositado en Casa Insa, la recuperación del mismo y la constitución, dentro de
las colecciones del museo, del Fondo Casa Insa-Carmen Ferrés.” [3]
Foto X. Oms
Las salas visitables actualmente
son tres, en la primera desde la sencilla tartana a la lujosa –en su tiempo-
carroza, conviven con un una enorme carreta azul que en su día transportaba los
cerdos del antepasado de un conocido empresario, dueño hoy de una cadena de
supermercados.
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Parte también del legado de Casa
Insa, vestidos y disfraces colgados en perchas –adquiridas en el “Chollo
Barato”, pues el presupuesto no da para más- completando la instalación unos
tubos metálicos –que nadie echará de menos en los desmantelados invernaderos
del exterior- sujetando unos plásticos, en un intento de protegerlos del polvo
y la humedad. Y montañas de cajas apiladas, cuidadosamente etiquetadas, en
espera de un destino mejor.
Foto Tono Giménez
En la segunda sala nos recibe una
representación de los gigantes del Corpus, y una enorme sala con hileras de
trajes y disfraces de todo tipo, colgados cuidadosamente de su correspondiente
percha “Chollo Barato”.
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Llama la atención un vestido con los colores
republicanos y un gorro frigio con la escarapela tricolor, que los dueños de
Insa debían de tener a buen recaudo y fuera de la vista del control franquista,
que ¡buenos eran ellos!
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
La tercera sala, nos lleva hasta
el centro de recuperación de objetos varios, dónde la única restauradora no
debe de aburrirse mucho. Herramientas y útiles de trabajo que han permanecido
inalterados con el paso de los siglos y que hoy en día continúan siendo tan eficientes
como en un principio. Mobiliario, aparatos varios y una cocina de color rosa
que haría las delicias de Doris Day, completan el recorrido por la noche de los
tiempos.
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
El equipo que gestiona estas
Salas de Reserva, dirigido encomiablemente por Jorge Cruz Orozco, es a todas
luces insuficiente, tanto a nivel de recursos humanos –sólo una restauradora
para más de 10.000 objetos- como a nivel de recursos económicos. No se puede
menos que felicitar al equipo por la magnífica labor que está realizando y en
las condiciones que lo está haciendo.
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Foto Tono Giménez
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Foto X. Oms
Desde una ventana contemplamos el
paisaje exterior, al fondo dos depósitos enormes de agua montan guardia cerca
de la salida. Alguien comenta, “parece Chernobil”.
Foto Tono Giménez
En la soledad de la noche, los
objetos hablan entre sí. Un guardia de seguridad asegura haber visto como el
gigante gitano le guiñaba un ojo a la mora mientras el moro besaba a la gitana
o como la portezuela de una carroza se abría mientras unas faldas de seda
desaparecían en su interior entre risas y jadeos.
Xavier Oms.
Junio 2015.
[1] El Manicomio Provincial de Valencia. Capítulo 5.2 del libro “Arquitectura y espacio urbano en Valencia”.
[2] Informe
sobre el legado de Casa Insa y un posible museo de la indumentaria y los
disfraces- Consell Valencià de Cultura-2011.
[3] Ibidem