Los cementerios del Carraixet
Existe un pequeño lugar, distante a penas dos kilómetros de la ciudad de Valencia, del que puede decirse que encierra entre sus muros, el burlesco legado que el paso del tiempo ha reservado, a aquellos que hace siglos negaron a otros, la perpetua memoria y cristiana sepultura de la que sólo ellos creyeron ser acreedores. Ese lugar es, el llamado cementerio de los ajusticiados, cuyo recinto, paradójicamente, subsiste hoy en día junto al barranco del Carraixet, dando testimonio de la cuestionable forma de administrar justicia en tiempos pasados.
A escasos metros de dicho cementerio de los ajusticiados, existe en la actualidad una ermita, construida sobre el terreno que ocupó otro recinto funerario, el llamado cementerio de desamparados, de éste otro camposanto destinado a dar sepultura a los que fallecían en plazas o caminos sin que su cuerpo fuera reclamado por nadie, no queda en la actualidad rastro visible.
Podría decirse en primer lugar, que resulta cuestionable referirse a dicho recinto de los ajusticiados como cementerio, ya que su función no fue realmente la de dar sepultura a cadáveres, sino que en dicho lugar lo que existía era unas horcas de las que colgaban a los ajusticiados, quedando sus cuerpos expuestos al aire libre, hasta que se consumían y sus restos caían, bien al barranco o bien a un vaso allí existente.
Los antecedentes a este recinto cabe buscarlos, inicialmente en la propia plaza del Mercado, donde se situaba el cadalso y tras ser ajusticiados los reos, se les negaba la cristiana sepultura permaneciendo sus cuerpos allí pendientes de la horca durante días. Refiere Orellana que sucedía que, cuando había algún ahorcado, la gente no quería comprar cosa alguna, ni en la plaza, ni en la carnicería que por aquel entonces se situaba en la próxima plaza de la Pertusa.
Con el fin de evitar el hedor que se producía en dicho recinto, donde se comerciaba con alimentos, se habilitó más alejado un corral, sito en un callizo inmediato a la Iglesia de San Jorge y a la llamada calle dels Transíts, donde se exponían los cadáveres de los que siendo ajusticiados en Valencia, no se les concedía sepultura eclesiástica. En diversos documentos se halla nombrado dicho corralón como “Carraxet lo vell”, de lo cual, negando otras hipótesis, Orellana mantiene la cuestionable opinión, de que el nombre recibido por el paraje del barranco donde se halla el cementerio de ajusticiados, que junto con el nombre de Carraixet simultaneó el de Peralvillo, deriva del nombre dado al citado corralón.
Fig. 1.- Extracto del plano “Valencia Edetanorum” del Padre Tosca donde se aprecia el trazado de la calle Tránsits.
Matiza Cruilles siguiendo a Orellana, que en 1356 con motivo de ampliarse o ensancharse la ciudad y quedar aún más embebido en la misma el citado corralón de la calle dels Transíts, se comenzó a utilizar para tal fin el paraje situado a orilla del barranco. Por su parte Carboneres, en relación con la polémica sobre si la denominación correcta de la citada calle era la de Transíts (transidos) o Tránsits (tránsitos), si bien niega que se trasladaran a dicha calle a los ajusticiados, admite que ya en 1368 e incluso con anterioridad se utilizaba para tal fin, el denominado Cementerio de Ajusticiados junto al barranco del Carraixet y para ello se apoya en una cuenta de Clavería Comuna del citado año 1368, en la que se documenta el pago por la construcción de las tapias de dicho recinto junto al barranco. Reproduzco a continuación, parte de la nota a pie de la página 92 del nomenclator de Carboneres en el que se reproduce el contenido del citado documento.
Fig. 2.- Extracto del nomenclátor de Carboneres de 1873.
Por cuanto hace referencia a la descripción del recinto, recoge Cruilles en su guía de Valencia de 1875, la descripción efectuada por el semanario literario la Revista Edetana, que dice así: “Frente a esta ermita y sin más separación que la del ancho del camino real, había construido un osario o cementerio formado por cuatro paredes de unos ocho pies de elevación. Su suelo tenía unas vertideras o desagües por lo bajo, y es de extrañar que las aguas del barranco, en cuyo margen se encuentra, respetasen este cercado en las grandes inundaciones; del centro del osario, se elevaban tres pilares de mampostería que formaban un triangulo, dando frente al camino en el remate de cada uno las armas de Valencia, y sobre la corona una cruz, todo de hierro, a manera de las veletas de los campanarios; de pilar a pilar había una viga, cada una de las cuales tenía tres grandes escarpias, y de ellas pendían los cuerpos de los ajusticiados a quienes el rigor de la sentencia no concedía sepultura, de modo que podía haber hasta nueve de éstos.”.
Fig. 3.- Imagen aérea del cementerio de los ajusticiados.
Fig. 4.- Imagen de la tapia del cementerio de los Ajusticiados del año 1929, Foto Desfilis Barberá.
Fig, 5.- Otra imagen de la tapia del cementerio de los Ajusticiados de 1935.
El citado recinto funerario en la actualidad, según describe en su obra “El Cementerio General de Valencia”, Miguel Ángel Catalá Gorgues, comprende una superficie de unos 326’86 metros cuadrados de planta ligeramente trapezoidal, siendo las dimensiones de sus cuatro tapias, 23,40 metros la de la fachada principal, y de 11,35, 19,50 y 16,90 metros las laterales, correspondiendo las medidas de esta última al lado recayente al barranco; en el centro de dicho recinto figura, desde 1985, una cruz sobre un pequeño montículo. Según refiere el citado autor, este cementerio del Carraixet figuraba inventariado en 1926 como formando parte del patrimonio municipal de bienes inmuebles del Ayuntamiento de Valencia, e inclusive en 1955 se llegaron a efectuar obras de consolidación y adecentamiento del muro de cierre y puerta de entrada, según proyecto del arquitecto municipal D. José Luís Testor, todo ello con motivo de que el Ayuntamiento de Tabernes Blanques proyectó realizar frente a la tapia del cementerio de ajusticiados, una pequeña glorieta donde se colocó el busto del Excmo. Sr. D. Miguel Abriat. Con posterioridad el Ayuntamiento de Valencia desistió de continuar con el mantenimiento del cementerio y transfirió su propiedad a la Real Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados, inscribiéndose la titularidad de dicho recinto a nombre de la misma en el Registro de la Propiedad en fecha 29 de Abril de 1971, siendo titular a su vez, dicha Cofradía, de la capilla actualmente existente al otro lado de la antigua carretera de Barcelona.
Fig. 6.- Al fondo tapia actual del cementerio de los ajusticiados, foto elaboración propia.
Fig. 7.- Detalle de la cruz existente dentro del citado cementerio, foto elaboración propia.
Actualmente, tanto el recinto del cementerio de ajusticiados, como la glorieta instalada frente a su fachada se encuentran cerrados al público y las llaves para el acceso a los mismos se encuentran en poder de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados de la localidad de Tabernes Blanques.
Con independencia de las razones, digamos higiénicas antes citadas, que motivaron el traslado de dicho recinto funerario fuera de la ciudad, la concreta ubicación del mismo junto al indicado barranco, obedece sin duda al hecho de que dicho paraje, a pesar de la distancia que lo separa de la ciudad, perteneciera a la misma. En acreditación de lo expuesto, Catalá Gorgues, cita en nota al pie de página lo siguiente: “En el Libro de la Junta de Propios y Arbitrios, año 1767, sig E-2, consta una certificación del deslinde de los términos de Vinalesa, Bonrepos y Alboraia en la que consta:...el centro del barranco del Carraixet era la línea que dividía el término de Bonrepos y el de Alboraia sin expresar que el centro era territorio de la Ciudad, como era notorio y lo acreditaban las fitas puestas á la una y otra parte del barranco, pues el referido barranco de Carraixet y sus márgenes siempre ha sido tenido por la Ciudad de Valencia en cuya prueba todavía se reconocen algunas fitas puestas por dicha Ciudad...También consta la vinculación de Carraixet con el municipio en un cuadernillo titulado Propios que goza esta Ilustre Ciudad de Valencia, sus principios y sus motivos porque le pertenecen, desde sus fundaciones hasta el presente, según las noticias que se han encontrado en sus Archivos, desde el año 1306 hasta el presente de 1746, en el que se consigna: Carraget o Peralvillo. También es propio de la Ciudad el sitio y cercadote Carraixet o Peralvillo que esta junto al barranco de este nombre y sirve para poner en él a los ajusticiados de muerte, el que fabricó en el año 1736, de cuyo coste le tubo en 280 libras de todos materiales, pues aunque en dicho sitio avia ya de muy antiguo unos pilares que servian de lo mismo, por estar en mala disposición, dictamino la Ciudad construirle como oy se halla.”.
Como relata ya Orellana, todos los años (sic) “el día de San Mathias se executaba una solemne Prosecion yendo a dicho sitio de Carraxet la dicha Real Cofradía de la Virgen, y según dice el Dr. Sales también el Clero del Santo Hospital, y congregandose en dicha hermita propia de dicha cofradía se celebraban todas las misas que se podían, y se recogían los huesos que en el Pozo o sumidero de la horca se huvieran desprendido de los ajusticiados, y luego por la tarde (después de aver comido, assi dicha Comitiva, con todos los pobres que acudían, que solian pasar del ciento,) se ponian dichos huesos en la caxa de Difuntos y encima el paño de las Armas, ó Insignias de la Cofradía, y de esta forma acompañando todos los demás con luzes, se encaminaban a Valencia”. Al llegar a San Miguel de los Reyes, la Comunidad de dicho monasterio cantaba un responso y cuando llegaban a la actual Plaza de los Fueros esperaba a la comitiva los “Cleros, y las cuatro Comunidades, de santo Domingo, San Francisco, el Carmen y san Agustin”, de allí seguñia el acompañamiento llevando por remate la Imagen de la Virgen y se dirigían al Hospital General, donde los recibían los administradores y concluía la función con un sermón y responsos, cantándose al día siguiente un aniversario. Esta procesión o solemnidad duro aproximadamente hasta 1720, pues según refiere Orellana citando a Sales “sin duda la distancia que promedia desde la ciudad a dicho sitio, huvo sino de resfriar el fervor, al menos de desalentar los animos para continuarla”. Por ello dice que desde 1720, la única solemnidad que se observaba era, la de ir el Clavario de dicha cofradía con unos sacos en los que se recogían los huesos y despojos de los ajusticiados, y se les daba sepultura allí mismo en la inmediata ermita de Nuestra Señora de los Desamparados.
Distinto del de Ajusticiados y con el que no debe de confundirse, es el cementerio de Desamparados, que se situaba frente al mismo con el camino real de Zaragoza y Barcelona de por medio. Como ya hemos indicado, no queda en la actualidad rastro visible del mismo, debido a que la capilla que actualmente existe en dicho lugar y que fue construida en 1935, en sustitución de la primitiva de 1447, se edificó sobre el terreno que ocupaba el citado camposanto al tener que retranquearse ésta desde su anterior ubicación, al objeto de ensanchar la antigua carretera de Barcelona.
Fig. 8.- La actual ermita de los desamparados. Foto elaboración propia.
Fig. 9.- Imagen de la antigua ermita en 1918.
El Consell de la Ciutat dispuso en 1400 el establecimiento de este cementerio, para dar sepultura a los cadáveres de pobres desamparados que fueran hallados expuestos a la inclemencia en calles, plazas o lugares de aguas o pantanosos hasta en una legua fuera de la ciudad. Fue en 1416 cuando la Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados tomo a su cargo este cementerio.
En dicho cementerio de ajusticiados, fueron abandonados entre otros, los restos del glorioso guerrillero Romeu, héroe de la guerra de la independencia inmolado por Suchet. Ahorcado en la plaza del Mercado el 16 de Junio de 1812, sus restos se confundieron con los de otros ajusticiados sin posibilidad de ser identificados.
Fig. 10.- Partida de defunción de José Romeu según el libro de la Cofradía.
Del mismo modo terminaron en dicho cementerio, los restos del coronel Joaquín Vidal ejecutado en 1819, pasando también por dicho recinto posteriormente los restos de su ejecutor el general Elio. Según refiere José Rico de Estasen en un articulo de Mundo Gráfico de 11 de Diciembre de 1935, una noche llegó a oídos del general Elio que en una casa de la plaza del Conde de Carlet se hallaban varios conjurados que tramaban un alzamiento. El general seguido de sus ayudantes y ocho soldados, hizo abrir la casa y penetro en ella a obscuras. El coronel Vidal, jefe de la conspiración sacudió un sablazo al general y este le contestó atravesándole con su espada de parte a parte. Por esos hechos, acusados de masones y de conspirar contra Fernando VII, fueron detenidos trece conjurados y unos días después fueron, pasados por la armas. El coronel Vidal herido y casi moribundo, fue degradado ante el patíbulo, sus doce compañeros fueron fusilados y después colgados de las horcas con las cabezas destrozadas y las hopas llenas de sangre. Uno de ellos fue D. Félix Bertran de Lis, joven militar del que se dice, que grito desde el cadalso “muero contento porque tengo la seguridad de que mi muerte habrá de ser vengada”, grito que fue toda una profecía.
Por lo que respecta al general Elio, sus restos, como hemos dicho, también pasaron por el cementerio de los ajusticiados, pero su cadáver que resultó ser un tanto inquieto, no se quedó en dicho recinto, sino que desde el mismo emprendió un largo peregrinar. En 1820 cuando los liberales accedieron al poder como consecuencia de la sublevación de Riego, el general Elio fue encerrado en la ciudadela y sometido a largos procesos de los que resultó condenado a muerte. El 30 de mayo de 1822 cuando Elio ya llevaba dos años preso e incomunicado, un piquete de artillería se sublevó e intento rescatar al general, el cual se negó a salir de su celda ya que pensó que aquello no haría otra cosa que agravar su situación, como así fue, pues se le sometida un nuevo proceso y se le condeno otra vez a muerte. El día 4 de Septiembre de 1822 se le leyó la sentencia y tras ello, vestido de gran gala y luciendo en el pecho todas sus condecoraciones, fue conducido al patíbulo que se había instalado en el llano del Real, subió las gradas del tablado y una vez allí le degradaron, le vistieron la hopa negra, le ajustaron al cuello el garrote y fue ejecutado.
Fig.11.- Ejecución del general Elio.
Fig.12.- Retrato de Francisco Javier Elio realizado por Vicente López.
Ocho meses después de la ejecución del general Elio. Los cien mil hijos de San Luís entraron en Madrid y el duque de Angulema puso fin al periodo constitucional, nombrando nuevo gobierno en nombre de Fernando VII, gobierno cuya primera disposición consistió en rehabilitar la memoria del general Elio. El cadáver de Elio, fue exhumado del cementerio de los ajusticiados y conducido al convento de San Agustín, donde se le amortajó con el más vistoso de sus uniformes, colocándole en el pecho sus numerosas condecoraciones y envolviéndole en el manto azul de la Orden de Carlos III, su rostro que se hallaba momificado se repinto para darle parecida expresión a la que tuvo en vida. El 3 de Septiembre de 1823 fue conducido solemnemente a la Catedral, donde tras los funerales, su cuerpo quedó depositado en las bóvedas de la sacristía de la capilla de San Sebastián. Siguiendo con su peregrinar ocho años más tarde fue trasladado nuevamente a un suntuoso sepulcro que se le había realizado en la capilla de la Trinidad, de donde volvió a salir un 17 de Abril de 1835, Viernes Santo, destruyéndose el citado sepulcro para evitar que se excitaran las pasiones.
El ultimo lugar al que fueron a parar los restos del general Elio, fue la cripta del trascoro de la Catedral, allí lo encontró el periodista José Rico de Estasen en 1935, dentro de un ataúd abierto, colocado en el suelo, junto a la pared de la parte derecha de la cripta. La descripción que hace Rico del cadáver es la siguiente “El caudillo calza unas botas altas de montar que le llegan más arriba de las rodillas y se halla amortajado con un brillante uniforme, del que perduran, en perfecto estado de conservación, los entorchados de las bocamangas, los ricos bordados de la casca fernandina de alto cuello, semejante a la que luce en el magnifico retrato de Vicente López. El manto de la Orden de Carlos III, circundado por plateada greca, se pliega en dos puntas sobre el pecho y desciende hasta los pies, envolviendo con el brillo de la seda, que todavía se mantiene suave, los atormentados restos.
De la espada, la hoja comida por la humedad, ha desaparecido totalmente; la funda, que es de cuero, por el contrario, se mantiene intacta, e intacto también el puño. Pero lo verdaderamente notable, lo queme produjo una impresión que difícilmente podré apartar de mi imaginación, fue la cabeza. La cabeza constituye un insuperable testimonio de identificación, es una cabeza estrecha, alargada, gótica, en la que se adivina el hombre de ceño firme y resuelto, que fue modelo de fidelidad a la autoridad monárquica….El infortunado general luce también un descomunal bicornio azul, con penacho de oro. El tiempo ha hecho desaparecer la parte que estuvo pegada al cráneo, formando un semicírculo en torno a éste, pero dejando subsistente todo lo demás.”.
Fig.13 .-Entrada a la cripta del trascoro de la Catedral.
Fig.14.- Dibujo de la cripta y de la ubicación del ataúd del general Elio según se encontró en 1935.
Fig.15 .- Fotografía del ataúd y momia del general Elio realizada por Rico de Estasen en el año 1935.
Otro personaje cuyos restos fueron a parar al cementerio de los ajusticiados fue el maestro de Ruzafa Cayetano Ripoll, ejecutado en la horca la mañana del 31 de Julio de 1826, tras ser sentenciado arbitrariamente por la Junta de Fe. Refiere Enrique Malboysson en la revista La Estampa en 1919, que al mestre Ripoll, le condujeron al patíbulo montado en un burro y vestido con una hopa negra. La muchedumbre se agolpaba en las calles para contemplar el macabro espectáculo. Se dice que antes de morir, musitó ente dientes una plegaria y dijo estoicamente al verdugo: “Ahora, cumple con tu deber”. El gentío enardecido, dio un alarido de satisfacción y después de abofetear los padres a sus hijos, como era costumbre en tales actos, para que de ellos guardasen buena memoria y les sirviera de escarmiento, tajó la atmósfera una frase unánime y cruel: “Ha mort el mestre, condenat per Dimoni…”. El cadáver fue metido en un tonel, pintado por el exterior con llamas, sapos y culebras, y fue arrojado al río, donde permaneció todo el día hasta que la Cofradía de los Desamparados se incauto de los restos y les dio sepultura en el cementerio del Carraixet.
Fig.16 .- Fotografía de la placa de rotulación de la plaza Maestro Ripoll en Ruzafa.
Fig.17 .- Recordatorio de la figura del maestro Ripoll en el periódico El País, año1911.
Desaparecida la costumbre de enterrar a los ajusticiados en este cementerio, la Cofradía de los Desamparados, no obstante, continuó interviniendo respecto de los condenados a muerte hasta el año 1925, el último nombre que figura en el libro de actas que la Cofradía tenía al efecto es el de Salvador Pascual Mascarós, ejecutado junto con Cándido Castellá Genís, el 3 de Octubre de 1925 en la cárcel Modelo por el asesinato del habilitado del clero de Valencia, don Juan Bautista Vidal Climent, la Cofradía sufragó los gastos del entierro y fue enterrado en el Cementerio Civil de Valencia.
Los datos para la elaboración de este post, han sido extraídos de:
- “Valencia antigua y moderna”, Marcos Antonio de Orellana, Acción Bibliográfica Valenciana, Valencia 1924.
- “Nomenclátor de las Puertas, Calles y Plazas de Valencia”, Manuel Carboneres, Valencia 1873.
- “Guía Urbana de Valencia antigua y moderna”, Marques de Cruilles, Valencia 1875.
- “Gran Enciclopedia de la Región Valenciana”, Valencia 1973.
- “El Cementerio General de Valencia, historia, arte y arquitectura 1807-2007”, Miguel Ángel Catalá Gorgues, Ayuntamiento de Valencia 2007.
- Revista “Estampa”, año 2, número 75, de 18 de Junio, Madrid 1929.
- Revista “Mundo Gráfico”, Año XXV, nº 1258, de 11 de Diciembre, Madrid 1935.
- Revista “Oro de Ley”, año III, nº 89, de 12 de Mayo, Valencia 1918.
- Revista “Mundo Gráfico”, año XXIV, nº 1187, de 1 de Agosto, Madrid 1934.
- Periódico “El País”, año XXV, número 8804, de 31 de Julio, Madrid 1911.
Arrancapins (foro remember Valencia, pag, 904, post 18080)
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