VALÈNCIA, TEMPS MODERNS (1900-1913)
Según comentaba un político a finales del siglo XIX, España era un país sin pulso, la crisis económica, los últimos enfrentamientos civiles y la pérdida colonial, habían hecho mella en el ánimo de la población. En Valencia, la plaga de la morera acabó con la industria de la seda; la filoxera se llevó por delante las vides, sólo el cultivo de la naranja y en menor medida el arroz, vinieron a constituir la fuente económica de la sociedad valenciana de manera casi exclusiva. Una economía con una industria, salvo algunas excepciones, de pequeñas fábricas y talleres de tipo familiar y con un proletariado nutrido por inmigrantes, artesanos y campesinos víctimas de la crisis agraria. La Valencia, menestral y de “botiguers”, se hacinaba en el perímetro marcado por sus derribadas murallas, en espera de la realización de los ensanches y saneamientos interiores, tantas veces proyectados y otras tantas demorados, a excepción del tramo comprendido entre la ronda (Guillem de Castro-Xàtiva-Colón) y las proyectadas nuevas Grandes Vías.
Tiempos del “quiero y no puedo”, en los que cierta clase social intenta emular a la superior, “parleu en castellà, mai se doneu importància” (Les xiques de l’entresuelo), tiempos de la “coentor”, personajes y situaciones tan bien descritos por Eduardo Escalante en sus sainetes (Tres forasters de Madrid, La processó per ma casa o Bufar en caldo gelat…) y más tarde por Blasco Ibáñez en sus novelas del ciclo valenciano
“¡Arròs i tartana,
casaca a la moda y
rode la bola… a la valenciana!.”
Valencia, intentaba recuperar ese pulso perdido y mientras en 1880 el jesuita Antonio Vicent crea la Casa de los Obreros, en 1884 nace el Patronato de la Juventud Obrera y numerosas sociedades católicas multiplican su actividad, el anticlericalismo empieza a surgir como reacción contra el predominio religioso en la vida civil valenciana.
En España, María Cristina de Habsburgo-Lorena asumía la regencia del trono, por la minoría de edad de su hijo, el futuro Alfonso XIII.
“María Cristina me quiere gobernar
Y yo le sigo, le sigo la corriente
Porque no quiero que diga la gente
que María Cristina me quiere gobernar”
se oía cantar por aquel entonces, en una Valencia que votaba masivamente al partido republicano de Blasco Ibáñez. Mientras en Francia el Caso Dreyfus dividía a la opinión pública, en los casinos republicanos de Valencia se discutía éste y otros temas (el darwinismo, la guerra de los Boers o la revolución francesa…). Algo estaba empezando a cambiar en la sociedad valenciana en los albores del siglo XX. Una incipiente industria empieza a tomar identidad; desde que en 1882 don José Conejos sustituyó los mecheros de gas con que iluminaba su tienda de tejidos en la calle Sant Vicent, por bombillas eléctricas, la ciudad fue iluminándose poco a poco con esta nueva energía y así en 1903 del consumo energético total de la ciudad, la tercera parte correspondía a fábricas y talleres. En los solares del antiguo convento de San Juan de Ribera, se construye la Estación Central de Aragón y en 1906 comienzan las obras de la nueva Estació del Nord proyectada por Demetrio Ribes, joya de la arquitectura del estilo Sezession Vienesa.
El año de la visita de Alfonso XIII a Valencia, Blasco Ibáñez ya no está en la ciudad, harto de las disputas con los sorianistas marcha a Madrid con toda la familia, abandonando la política activa que deja en manos de Félix Azzati y se dedica por completo a la escritura. El blasquismo tuvo una gran capacidad de convocatoria, atrajo desde una burguesía republicana y laica hasta las clases obreras, pasando por comerciantes y artesanos; con el tiempo fue adoptando posturas más conservadoras perdiendo apoyo popular, hasta su total desaparición en las elecciones de febrero de 1936.
La regeneración llega a la plaza de Sant Francesc, el viejo y degradado barri de Pescadors es derribado y en su solar se proyecta la construcción del nuevo edificio de Correos y Telégrafos. El 30 de junio de 1906 se coloca la primera piedra del Nuevo Ayuntamiento, diseñado por Carlos Carbonell y Francisco Mora, que dirige la obra y que también redactará el proyecto de Ensanche de Valencia, que abarcará la zona norte de Valencia y la continuación del primer ensanche, esto es, desde las Grandes Vías hacia la ronda de Tránsitos
En 1910, Federico Aymamí, redacta un proyecto de reforma interior de Valencia; dos grandes avenidas: la del Oeste, unirá en línea recta la plaza de Sant Agustí y el Portal Nou, pasando por el también proyectado nuevo Mercado Central. La del Real, nacerá de una reformada plaza de la Reina y enlazará con el Pont del Real. Afortunadamente ninguno de los dos proyectos se llevó a cabo. Años más tarde se retomará la del Oeste, pero se quedará a las puertas del Mercado Central.
En Europa eran tiempos de bienestar económico, en las clases medias y altas de la sociedad se respiraba un cierto optimismo y euforia, y de momento no se vislumbraban nubes de inquietud en el horizonte, era la Belle Époque.
Y mientras Monet o Renoir buscaban la luz natural para plasmarla en sus cuadros, Joaquín Sorolla la encontraba en la playa de la Malva-rosa, reflejada en los cuerpos de unos niños que jugaban en la arena o en las aguas de un mar del que un par de bueyes sacaban con esfuerzo una barca de pesca.
El Modernismo llegó a Valencia, inundó la calle de la Paz y salpicó el nuevo Ensanche. Monsieur de Charlus, Saint Loup y Odette tomaban café en el Ideal Room mientras ojeaban unos catálogos de muebles y lámparas del Bazar Viena –propiedad del señor Goerlich, cónsul de Austria-Hungría- para sus salones de Paris o la casa en Balbec.
Apoyada en la balaustrada, Dª Josefa Paulín observaba con curiosidad las calesas y faetones y algún que otro ruidoso automóvil circulando por la Alameda. Desvió su atención unos destellos azulados, un tranvía ascendía por el puente del Real camino del Cabanyal, la tarde era tranquila y el aire límpido, un suave perfume de jazmín y rosas, seguramente de los cercanos Viveros, inundó el ambiente; se sentía a gusto, su amigo Joaquín Mª Arnau había hecho un buen trabajo, igual que en el edificio de la plaça Caixers y ese pasaje, con su bóveda de acero y cristal. A su izquierda, los obreros daban los últimos toques en los pabellones de la Exposición Regional, Valencia al fondo se doraba con los últimos rayos de sol.
X. Oms
Setembre 2011
Gran página. Gracias!
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