jueves, 10 de noviembre de 2011

LOS OTROS VALENCIANOS y 2

 

Estrella

EL CALL

Con la segunda diáspora en el año 70 d.C., la población judía o al menos parte de ella, se extendió por todo el imperio romano asentándose en todos los territorios que lo componían; posteriores éxodos hicieron que años más tarde la población hebrea estuviera presente en mayor o en menor grado en casi todo el mundo, convirtiéndose en una minoría cultural en muchos países y provocando el rechazo social en múltiples ocasiones.

El Reino de Valencia no fue una excepción y ya antes de la conquista de Jaume I se pueden constatar asentamientos de población judía tanto en la ciudad de València como en poblaciones como Dénia, Xàtiva, Sagunt y Alzira. Se calcula que en la ciudad de València la población judía suponía el 7% del total de la población. Muchos de ellos provenientes de Al-Ándalus huyendo de las represiones almohade y almorávide.

Oficialmente la judería de València data de 1244, cuando Jaume I concede a los hebreos un barrio junto a la puerta de la Xerea en la muralla. Allí reunió a los judíos que habían permanecido en la ciudad después de la conquista y a los que junto a él habían colaborado a la derrota musulmana, pues Jaume I llevaba en sus campañas guerreras judíos, que por su conocimiento del árabe les hacían de intérpretes o escribanos.

A causa del aumento de la población hebrea por la incorporación de inmigrantes procedentes de Catalunya y Aragón, el rey Jaume I, según consta en un documento del 19 de septiembre de 1273, amplió los límites de la judería y confirmó a los hebreos de la ciudad “la posesión de la judería y de sus casas desde la puerta de la Xerea hasta la casas de Ramón Castellà, prometiendo no cambiar nunca el emplazamiento de la judería”. También les permitió adquirir las casas de los cristianos que quedaban comprendidas dentro de los citados límites, prohibiendo a los cristianos vender sus casas a otros que no fueran judíos, a la vez que les autorizó a cerrar las puertas de la judería para evitar la entrada de personas ajenas al barrio.

El historiador José Rodrigo Pertegás, en su estudio sobre la Judería de Valencia hace una detallada descripción del perímetro de la judería, cuyo trazado aproximado en el callejero actual, en su primera delimitación, sería: partiendo de la plaza de San Vicente Ferrer –donde en aquella época estaba el Portal de la Xerea- seguía en dirección norte por la muralla musulmana para girar a la izquierda por un lugar más o menos equidistante entre la calle del Milagro y la del Mar, pasando por el patio norte de Sant Joan de L’Hospital hasta llegar a la calle Avellanas –en aquella época hacía este recorrido por los desaparecidos “carrer d’En Cristòfol Soler y Çabateria”; giraría hacia el sur por la calle Avellanas hasta la calle del Mar –donde entonces estaba la plaça de la Figuera, cercana a la Plaza de la Reina - en este punto se abrió una puerta a la que se dio el nombre de Portal de la Figuera, y que era la entrada principal al recinto; volvía a girar hacia el este, por la calle del Mar para buscar la calle de la Paz a la altura de Ruiz de Lihory, bajaba luego por la Cruz Nueva hasta la plazuela que hay en la parte trasera del Patriarca – allí se levantaba el segundo de los dos accesos que tenía la Judería, el dels Cabrerots, nombre que recibía de la plaza que en ese lugar había- y de ahí, describiendo una curva seguía dirección nordeste hasta llegar de nuevo a la muralla a la altura de la calle del Pollo -pollo: vulgarización de gallo, que a su vez es una corrupción castellanizada de “call”, nombre que recibía la judería en Catalunya, Mallorca y València. El circuito se cerraba de nuevo en el Portal de la Xerea.

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Hay que aclarar que tanto ésta, como las otras dos delimitaciones que tuvo la Judería son aproximadas ya que no existen vestigios materiales del call valenciano –hay uno, pero testimonial, en la fachada exterior de la Iglesia de Sant Joan de L’Hospital- la descripción de Rodrigo Pertegás, está basada en la documentación existente y a ella, con algunos matices, han recurrido los actuales historiadores.

Es importante señalar que la judería y por supuesto los judíos, estaban bajo protección real, y exentos de algunos impuestos a fin de favorecer sus actividades comerciales, ayudando con ello a la repoblación de los territorios.

La Aljama, era el organismo jurídico que aglutinaba a los judíos y aunque tenía autonomía propia, dependía del rey. Se regía por leyes, privilegios y reglamentos contenidos en la Toráh y el Talmud. El poder ejecutivo correspondía a los “adelantats”, cargo equivalente a los “jurats” cristianos. Había otros cargos elegidos por el Consell o els “adelantats” pero el rey podía intervenir en su elección. De la función económica se encargaba el “clavari”.

 

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La sinagoga, no sólo era el lugar de oración de los hebreos, allí también se enseñaba la ley judaica y hacía las veces de hospital. También se publicaban bandos y ordenanzas y podía ejercer de centro administrativo de la comunidad.

La Sinagoga Major, estaba dentro de la actual manzana de casas situada entre las calles de la Mar, Muñoz Degrain, Pau y Ruiz de Lihory; se accedía a ella por el carrer de la Mar y enfrontaba con la carnicería.

En el interior había un amplio salón provisto de ventanas y claraboyas, con asientos y un atril (tebá), que era utilizado por el rabino para las lecturas de los libros sagrados. En una especie de hornacina, orientada hacia Jerusalem, se guardaban la Toráh y los libros sagrados.

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Los asistentes tenían un asiento fijo en la sinagoga y ello provocó algún que otro conflicto en los que tuvo que intervenir en alguna ocasión el Batlle General, para que expertos en la ley judaica aclararan a quién le correspondía cada asiento.
La Sinagoga Major, fue destruida en el pogrom -asalto a la judería- de 1391. Como se diera la circunstancia de que un grupo muy numeroso de judíos se "convirtiera" al cristianismo, para perpetuar el "milagro" se construyó una iglesia en su lugar, bajo la advocación de Sant Cristòfol.

Hubo otras sinagogas, la llamada Sinagoga Menor que estaba situada entre las actuales calles del Pollo, Medines, Muñoz Degrain y Pau, la de Camalhecit, entre la calle Comedias, Pau y Joan de Ribera, la de Aarón Rubio…

Los judíos utilizaban el valenciano como lengua habitual, aunque dominaban también el árabe; el hebreo quedaba relegado para los actos litúrgicos.

Las calles de la judería eran estrechas y laberínticas con frecuentes "atzucacs", un ejemplo podrían ser las actuales calles "presó de Sant Vicent" o "Gallines"; un canalillo recorría el centro de la calle recogiendo las aguas residuales que vertían las viviendas por medio de clavegueres". entrada judería chelva

Las casas según palabras de Rodrigo Pertegás eran “…en su mayoría de pequeña área, escasa elevación y miserable aspecto, construidas en general por planta baja, cuyas habitaciones debieron ser húmedas, oscuras y mal ventiladas”.

En el interior había un pequeño vestíbulo que daba acceso a dos estancias, una que hacía las veces de taller y venta de los objetos que fabricaban y otra dedicada a vivienda familiar, con una cocina provista de un hornillo, y los dormitorios. Las que tenían dos plantas, el negocio estaba en la de abajo y arriba las habitaciones.

Las ventanas estaban protegidas por una reja de madera y en los marcos a modo de cortinas, ponían unas telas blancas enceradas. Las puertas de la calle eran de madera provistas de una cerradura y una traviesa interior que les daba seguridad por la noche.

Las viviendas de más nivel, tenían un jardín o corralito interior, pudiendo tener también un piso, con una especie de voladizo, apoyado en soportales –llamado barandat o emban- que daba a las callejuelas un aspecto todavía más agobiante.

Morella

El Fossar dels Jueus. Según la ley talmúdica los enterramientos tenían que estar a menos de cincuenta codos de distancia. Puede ser que el primer cementerio judío estuviera en las inmediaciones de la plaça dels Cabrerots, (cabrerot, del hebreo qebarôt: sepulcro), pero al incrementarse la población compraron unos terrenos situados entre el muro de la Jueria Nova, a la altura el Portal de n'Esplugues y la nueva muralla cristiana. Siguiendo dicha ley, las sepulturas eran individuales y estaban alineadas. Después del asalto a la Judería en 1391, el cementerio fue abandonado, y a mediados de 1393, Joan I les autorizó a trasladar los restos de sus antepasados a uno nuevo. Después de la orden de expulsión de los judíos por Ferran el Católic, éste hizo donación de los terrenos a las monjas dominicas, levantando allí el convento de Santa Caterina de Siena. En este convento se exhibían los escapularios infamantes de los judíos condenados por la Inquisición. En 1970 el convento fue trasladado piedra a piedra al barrio de Orriols, en la calle Santiago Rusinyol de Valencia.

Fossar

A menudo se asocia a los judíos con el préstamo y la usura, visión facilitada por una sociedad que les era hostil, por motivos religiosos unas veces, por recelo a sus costumbres otras y por ser un elemento competitivo en el terreno mercantil las otras. El hecho de depender de la autoridad real era otro elemento a tener en cuenta ya que eran una fuente de ingresos cuyo beneficiario eran las arcas del rey y no las de la ciudad. Las leyes tampoco ayudaban a que la convivencia con los cristianos fuera buena, desde las discriminatorias en el vestuario, hasta las que prohibían las relaciones sexuales entre ambas culturas, pasando por otras como la prohibición del contacto físico de la carne destinada al consumo de los judíos o viceversa.

La carnicería principal estaba enfrente de la Sinagoga Major, y no siempre estuvo al frente de ellas un judío, en 1326 Jaume II autoriza a su portero Guillem de Pertusa, a construir una carnicería en la judería de València, contando con la aquiescencia de la aljama. Lo que también es cierto, es que las prohibiciones y trabas que ponía el Consell en materia de carnes fueron muy elevadas, como por ejemplo las dictadas en fecha 12 de febrero de 1377 por los Jurats prohibiendo: 1º Que ningún carnicero mate o intente descuartizar corderos a los judíos, so pena de 5 sueldos. 2º Que ningún carnicero de la ciudad o su término venda “vedells e moltons” a otro carnicero hebreo o corte carne en las carnicerías judías perdiendo los animales, y pena de 60 sueldos si lo hace, pagaderos por igual el comprador y el vendedor. Del incumplimiento de estas y otras normas dan fe las múltiples multas del Justícia Civil de la ciudad.

El zoco –l’açoch judaich- estaba estratégicamente situado a la entrada del call, cerca de la plaça y del Portal de la Figuera, al principio de la actual calle de la Mar. Objetos de orfebrería, de vidrio y cerámica; utensilios y herramientas de todo tipo, especias, telas, prendas de vestir, joyas, perfumes y abalorios se ofrecían a la gente en abigarrado conjunto a uno y otro lado de la calle.

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El zoco, como propiedad real que era, significaba una fuente importante de ingresos, como se puede apreciar por las anotaciones del Mestre Racional. Todos los años, se alquilaban los puestos en pública subasta y el dinero recaudado iba a parar a las arcas reales. Se tiene constancia de figurar algún cristiano entre los arrendatarios, aunque normalmente era la población hebrea la que se hacía con la mayoría de las subastas. Incluso en 1388, según consta en los archivos del Mestre Racional, la totalidad de puestos subastados quedó en manos de tres personajes: Jacob Xamblell, Mossé Abolafia e Içach Astruch, lo que da una idea de su poder adquisitivo. Junto al zoco, en la calle Salines –más tarde Salines Velles- estaba también el depósito para la purificación y despacho de la sal proveniente de l’Albufera, que también era patrimonio real.

Se podían distinguir dos niveles de actividad mercantil: el gran mercader, poderoso económicamente y el pequeño comerciante, cuya actividad quedaba reducida al ámbito local, en la tienda, obrador o en el zoco. En las profesiones, no diferían mucho de las de los cristianos, si bien en algunas de ellas como la orfebrería o la seda, productos además destinados a clases de un nivel superior, no tenían competencia.

El préstamo era otra de sus actividades, y agricultores tanto cristianos como musulmanes eran sus principales clientes, seguidos por artesanos y profesionales de la ciudad, como carpinteros, pelaires, tundidores, mercaderes e incluso pescadores. Esto sin olvidar los préstamos a campañas reales o a otros regios menesteres.

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A pesar de la prohibición de la iglesia, de que ocuparan cargos públicos, la realeza hizo caso omiso de estas prohibiciones, ya que estaban necesitados de personal cualificado, y los judíos lo estaban. Cargos administrativos, como archiveros, traductores y sobre todo, los que tenían que ver con las finanzas, eran ocupados frecuentemente por personal judío.

Estos privilegios, no eran bien vistos ni por el pueblo ni por la iglesia aumentando su resquemor hacia ellos, lo que motivó que Pere III empezará a cambiar la política proteccionista para con los judíos, dictando normas y leyes por las que les prohibía que accedieran al cargo de Batlle, la obligación de llevar capas redondas, prohibición de leyes propias, etc.… y aunque con Jaume II se suavizaron estas normas, puso gran empeño en su cristianización.

Ya en el reinado de Pere IV, tienen lugar los primeros actos violentos contra los judíos; en 1350 un grupo de personas fue castigado, por haber lapidado a unos judíos. Y aunque el rey se reunió con la Aljama para tratar de solucionar algunos problemas de convivencia, no se llegó a ningún acuerdo.

A pesar de la peste negra (1358), de la que por cierto también fueron culpados los judíos, la población hebrea y su nivel de vida iba en un aumento constante, parejo al odio que la mayoría cristiana les profesaba. Pere IV, en guerra con Pedro I de Castilla, necesitaba dinero y los judíos lo tenían, de ahí su interés en limar asperezas y tenerlos protegidos.

En 1387 sube al trono el hijo de Pere IV, Joan I que mantiene su apoyo a la aljama, continuando con la política de su padre. Mientras tanto, la población hebrea había aumentado quedándose pequeño el recinto inicial hasta el punto de extenderse la población fuera de él, por lo que el rey autorizó una nueva delimitación del call aprovechando la ocasión para limpiar la judería de casas de juego –tafureríes- que ilegalmente allí habían buscado refugio. En el año 1391, la nueva delimitación sería aproximadamente la representada en este plano:

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Pero la afición de Joan I a la caza y a las artes lo tuvo más apartado de los asuntos de gobierno de lo deseado, delegando el poder, en su esposa IolandaViolante- en muchas ocasiones. De hecho la propiedad del call se la tenía cedida a su esposa en el momento del saqueo.

La noticia de los asaltos a las juderías de Sevilla y de otras ciudades de Castilla, llegaron enseguida a Valencia, llenando de temor a los judíos; los motivos no fueron sólo de índole religiosa, factores de carácter social, económico e incluso político intervinieron en su gestación.

El 9 de julio de 1391 un grupo exaltado de unas cincuenta personas, se reunió en la plaça del Mercat y se dirigió hacia la plaça de la Figuera portando una cruz y lanzando gritos contra los judíos, conminándolos a bautizarse o a morir. Un grupo de jóvenes logró entrar en la judería por el Portal de la Figuera, antes de que los judíos pudieran cerrarla. Al poco tiempo acudió el infante Martí –hermano del rey- con un pelotón de soldados pidiendo a los judíos que abrieran las puertas, cosa a la que se negaron. Gente de baja condición empezó a congregarse a las puertas de la judería (“…hòmens acordats de galeres, hòmens alcavots e altres vagabunts, hòmens de poca e pobra condició…”). El tumulto fue en aumento, hasta que al final se produjo el asalto iniciándose por “lo vall vell” y extendiéndose por los tejados y azoteas de las casas próximas. Pronto el fuego y el humo se fue apoderando del call entre los gritos y llantos de los allí encerrados. El balance final según las crónicas, arroja un saldo de 230 víctimas mortales entre los judíos –el call contaba entonces con unos 3000 habitantes- frente a una docena de los asaltantes, incontables los heridos y mujeres violadas, robos, saqueo y destrucción.

Asalto

Recreación del asalto a la judería (Historia de Valencia. Levante EMV)

En el asalto intervinieron gentes de toda condición social, desde artesanos a cortesanos, pasando por frailes y religiosos y naturalmente gentes humildes que servirían luego como chivos expiatorios. Tampoco fue casualidad que en el saqueo lo primero que se destruyeran fueran los documentos referentes a deudas.

Con el saqueo de la judería, el rey perdió por una parte, una importante fuente de ingresos y por otra su autoridad quedó resquebrajada y puesta en entredicho. Por lo que tuvo que urgir a los magistrados de la ciudad un castigo ejemplar. Los Jurats echaron la culpa a quienes más tenían que perder y menos que ganar, trataron de evitar que lo robado saliera de la ciudad y detuvieron a una docena de notables y a unas 80 personas de la ciudad y de fuera, culpándoles de la autoría de los hechos. Los juicios fueron retrasándose y al final, a cambio del perdón real, todo se resolvió con una multa a la ciudad, la horca para cinco personas y el destierro para otras veinte.

Por otra parte, un elevado número de judíos fue obligado a convertirse; el recinto de la Judería fue reducido en sus límites y la Sinagoga Major convertida en iglesia, bajo la advocación de Sant Cristòfol. Ahora en lugar de un problema con los judíos, tenían dos: los judíos y los conversos.

Delimitación de la judería después del asalto (1392):

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A los conversos, se les prohibió residir en la judería, con lo que dentro de la ciudad eran un elemento extraño susceptible de repudio y eliminación. A pesar de todo la mayoría seguía con sus prácticas y tradiciones a escondidas.

Con la llegada de los Trastámara al poder tras el Compromiso de Caspe, se recrudece el ambiente hostil contra los judíos: con Fernando I de Antequera, se anulan derechos, se dictan leyes más restrictivas, y se producen conversiones masivas alentadas desde los púlpitos por frailes y predicadores como Sant Vicent Ferrer y con el apoyo incondicional del papa Benedicto XIII.

El reinado de Alfons V “El Magnànim” supone un respiro para la población judía, se anulan algunas leyes restrictivas e incluso se dictan otras proteccionistas. La aljama recupera una cierta normalidad.

Pero con la llegada de Ferran II “El Catòlic” vuelven las medidas segregacionistas, la presión de la Inquisición sobre los conversos -entre 1460 y 1470 hubieron en Valencia quince procesos inquisitoriales- y culmina el año 1492 con el decreto de expulsión de los judíos.

Las tropas reales los escoltaron hasta el puerto de Valencia, los judíos conversos se encargaron del papeleo de los que marchaban y el patrón del barco se comprometía por contrato a llevarlos a buen puerto, generalmente Italia. Si bien no pagaban impuestos por su traslado, sí que lo tenían que hacer por la mercancía que llevaban consigo.

Por los puertos valencianos salieron cerca de 10.000 judíos.

El papado otorgó a Fernando e Isabel el título de “Reyes Católicos”.

Este trabajo lo he titulado “Los otros valencianos”, porque valencianos eran judíos, como Joan Lluis Vives, Lluis de Santàngel y miles de judíos que nacieron, vivieron, trabajaron y murieron en Valencia.

Pero también podía haberle llamado “la ciudad evanescente”, porque nada quedó, ni de aquel barrio ni de aquella cultura, como si un soplo misterioso hubiera evaporado todo vestigio de la población y cultura hebrea. Sólo unas cuantas piedras en la pared de Sant Joan de l’Hospital, recuerdan un trozo del muro que separaba a los judíos del resto de la ciudad. Las calles; Çabateria, Argenteria, En Maçana, Carn i Col, En Cristòfol Soler, Call, Çaboner, Salines Velles, places del Ams, Cabrerots… desaparecieron y se abrieron otras nuevas como el carrer de la Mar, más amplias y rectas. Sobre los solares del call se levantaron edificios nuevos como el Estudi General o el Col.legi del Corpus Christi y sobre el fossar dels Jueus se construyó la iglesia de Santa Caterina de Siena.

Unos años después de la expulsión, en el 1500, se descubrió en la plaza dels Cabrerots una sinagoga clandestina, perteneciente a unos tíos de Joan Lluis Vives, Salvador Vives y Castellana Guioret, pero regida por su hijo -su padre ya había fallecido-, Miguel Vives y su esposa Castellana March. Éstos fueron procesados y encarcelados. En el lugar donde estaba la sinagoga se levantó una ermita, que ya no existe, y a la plaza se le cambió el nombre de Cabrerots por la de plaça de la Creu Nova. En enero de 1501, Castellana Guioret, su hijo Miguel Vives Guioret y la esposa de éste Castellana March fueron muertos en la hoguera. Años más tarde, en 1524 el padre de Joan Lluis Vives, Lluis Vives i Valeriola seguiría la misma suerte.

X. Oms  (Noviembre 2011)

BIBLIOGRAFÍA:

El Robo de la Judería de Valencia. Francisco Danvila

La judería de Valencia. José Rodrigo Pertegás

Contra moros i jueus. Dolors Bramon

Los judíos de Valencia. Salvador Aldana

La Judería de Valencia. José Hinojosa Montalvo

Los judíos del Reino de Valencia durante el siglo XV. José Hinojosa Montalvo

Actividades judías en el siglo XV. José Hinojosa Montalvo

La segregación espacial de las minorías. Vicent Lerma

ACCESO AL FORO REMEMBER VALÈNCIA. Pág.: 1302 Post: 26029

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