sábado, 8 de diciembre de 2012

VALÈNCIA 1870. LA MIRADA DE LAURENT

 

Apenas hacía cinco años que las murallas habían sido derribadas, sólo algún trozo de lienzo asomaba sus dientes junto al baluarte de la Ciudadela. Y la fachada de la ciudad que miraba al río, se quedó desnuda. El viejo edificio que había sido convento de los Trinitarios y Aduana después de su desafección, se había convertido en un caserón destartalado, ocupado por alguna ocasional fábrica o taller artesanal y en su mayor parte deshabitado y en grave deterioro. La iglesia de Sant Jaume d’Uclés, parecía más pequeña, entre el antiguo convento y la que fue casa de los Condes de Carlet y después Colegio de Nuestra Señora de Loreto.

Sólo la imponente majestuosidad de las Torres dels Serrans y la multitud de cúpulas y campanarios que emergían entre tejados y azoteas, rompían la mediocridad del paisaje.

La ciudad volvía a una aparente normalidad después de los intentos revolucionarios de acabar con privilegios y prebendas. Don Amadeo de Saboya, un rey que no convencía a nadie, pero elegido por decisión parlamentaria, reinaría en España aunque por poco tiempo.

Jean Laurent, nació francés, pero a los veintitrés años se vino a vivir a España y aquí desarrolló su obra residiendo habitualmente en Madrid. Se empadronó con el nombre de Juan pero siempre firmaba sus trabajos con la inicial de su nombre: J. Laurent, y así todos contentos.

Tarjeta de visita Laurent

El siglo XIX, en especial su segunda mitad, fue siglo de grandes inventos y descubrimientos, el siglo XX sólo tuvo que perfeccionarlos y buscarles más utilidades y aplicaciones. Laurent, hombre inquieto y creativo, su trabajo haciendo cajas de cartón para pastelería y de papeles jaspeados para encuadernaciones de libros le venía pequeño, así que entre caja y caja o entre libro y libro, empezó a interesarse por un invento que en Francia ya causaba sensación, la fotografía.

Y así, en el año 1856 ya lo tenemos instalado en la Carrera de San Jerónimo, 39 de Madrid. Sus trabajos pronto tendrían el reconocimiento de todos, hasta el punto de que en 1861 le fue otorgado el título de “Fotógrafo de S.M. la Reina”, título que tuvo que borrar a toda prisa de sus trabajos en el año 1868.

 

Laurent-La Violeta-01-01-1865

 

José Martínez Sánchez, valenciano de Bicorp, tenía un estudio fotográfico en la calle Hierros de la Ciudad, 4 de Valencia, pero decidió trasladarse a Madrid en el año 1857; allí abrió también otro estudio, alcanzando enseguida un notable reconocimiento, hasta el punto de que el reportaje de la visita de Isabel II a Valencia lo realizó él.

Sello_del_fotógrafo_José_Martínez_Sánchez,_hacia_1867

 

En Madrid conoció a Laurent, trabajando e investigando nuevas técnicas fotográficas conjuntamente.

 

Laurent La América-13-09-1870

“La América”, 13-09-1870

 

Laurent realizaba todo tipo de trabajos, desde fotografías de estudio y retratos, hasta vistas de ciudades, pasando por fotografías a tipos populares, monumentos u obras públicas.

En sus viajes –normalmente por ferrocarril- utilizaba una especie de carromato que le servía de estudio. Pero llegó a ser tal el volumen de trabajo, que tuvo que hacerse con un equipo de fotógrafos que cubriera sus planes de trabajo.

Carro-Laboratorio Laurent 02        Carro-Laboratorio Laurent en el tren 01

 

El designado para la zona del este peninsular fue otro fotógrafo de origen francés, Jules Ainaud y él fue el que en el año 1870 llegó a Valencia para realizar una extensa colección de fotografías. Personajes típicos, barracas, el puerto y los principales monumentos de la ciudad quedaron impresionados en sus placas.

 

Ainaud

No dudó en subir a lo más alto del edificio de San Pío V, para desde allí tomar la panorámica más completa de la ciudad de Valencia. 1870 Vista Valencia 180º-J Laurent-1447-28926-2

Un testimonio gráfico de un valor inestimable e imprescindible para el conocimiento de esta ciudad.

X. Oms.

Diciembre de 2012

Acceso al Foro Remember València. Página 1779. Entrada 35563

jueves, 8 de noviembre de 2012

CALLE DE LA PAU

 

 

1902 Calle de la Paz

Valencia en el siglo XIX conservaba prácticamente la misma trama urbanística que en la edad media. Constreñida por el cinturón de la muralla y el límite físico que marcaba el cauce del río, la ciudad había alcanzado un nivel crítico de saturación humana al que era preciso buscar una solución. La ciudad al no poder crecer en extensión lo tuvo que hacer en altura. Así, las plantas bajas eran ocupadas por comerciantes o talleres artesanales, el piso principal era la vivienda del propietario, el primer piso solía estar habitado por profesionales, médicos, abogados, sastres, etc. y el último piso normalmente se alquilaba a los sirvientes o a trabajadores. Aún hoy en día, en ciertos edificios antiguos se conserva la siguiente numeración de pisos: Planta Baja, Entresuelo, Principal, Primero, Segundo…

Tímidas reformas habían modificado la laberíntica ciudad musulmana eliminando callejones y atzucacs sustituyéndolos por calles rectilíneas y espacios abiertos. Así se fue haciendo la calle dels Cavallers durante el siglo XIV, siguiendo el camino del Decumanus de la Valentia romana, en un afán de acercar el centro político y religioso con el comercial a través de la calle de la Bosseria.

Y la calle de la Mar. Después del pogromo de 1391, la jueria vio reducido su recinto, hasta que un siglo después, en 1492 con la expulsión de los judíos, el barrio fue prácticamente arrasado. Sobre el solar de la Mezquita Mayor, se alzó la iglesia de Sant Cristófol, el derribo de casas y callejuelas dio paso a nuevas plazoletas y a edificios como el Colegio del Corpus Cristi o el Estudi General, y las calles que desde el Portal de la Figuera llegaban hasta el Portal de la Xerea camino del mar, desaparecieron para convertirse en el calle de la Mar, al igual que el de Cavallers, residencia de notables y nobles de la ciudad.

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A finales del siglo XVIII entraron nuevos conceptos en materia urbanística, por una parte la supresión de los cementerios parroquiales facilitó la apertura de nuevas calles como la de San Fernando, ganada a costa de los fossars parroquials de Sant Martí y Santa Caterina y por otra, las primeras desamortizaciones y desvinculaciones militares y nobiliarias; pero fue la de 1836, la llamada Desamortización de Mendizábal, la que más impacto tendría sobre la geografía urbana de la ciudad aunque con resultados más bien decepcionantes para el urbanismo de la ciudad.

Intramuros, los conventos de Sant Domènec, Sant Francesc y el Pilar, pasaron de manos eclesiásticas a manos militares, reconvirtiéndose en cuarteles. El de la Congregación también siguió el mismo destino, pero en 1854 fue demolido y sobre su solar se construyeron viviendas.

El de la Puritat tuvo un proceso semejante a los que hoy en día nos son habituales, fue vendido a un señor de Madrid, D. Domingo Skerret, con el compromiso a cambio de unos beneficios fiscales, de instalar una industria. Pero don Domingo consideró que sería más rentable parcelar los terrenos y vender los solares para su edificación, cosa que hizo con la ayuda de D. Bernardo Lassala y la del arquitecto D. Antonino Sancho. Fruto de esta operación nacieron las calles Conquista, Moro Zeit y Rey don Jaime. La ciudad había ganado en viviendas y nuevas calles pero había perdido la ocasión de crear nuevos espacios públicos precisamente en una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad.

El derribo del Convento de las Magdalenas en 1838, supuso para esta zona un nuevo espacio público, la creación del Mercat Nou, aunque debido a la reticencia de los agricultores sólo acogió la Pescateria. Los locales donde se hallaban la Carnisseria y la Pescateria en el Clot, habían sido derribados para construir la Plaça Redona, llamada primeramente de La Regencia y poco después del Cid. También se ganó otro espacio público con la demolición del vecino convento de la Merced.

 

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El derribo de la muralla en 1865 creó unas expectativas que ya venían recogidas en la 1ª Ley de Ensanche de 1864 y reglamentada en 1867. Pero los acontecimientos políticos del momento dejaron aparcados los proyectos de ensanche extramuros de la ciudad hasta la llegada de la Restauración, pero centrándose únicamente en el acondicionamiento y reforma interior de la ciudad.

El derribo de dos conventos, el de Sant Cristòfol y el de Santa Tecla, serían decisivos para el nacimiento de una nueva calle y de un nuevo urbanismo. Pero el proceso también fue largo y nada sencillo, más de treinta años tardaría en culminarse en su totalidad la calle de la Pau.

En 1868 se derribó el convento de Sant Cristòfol y su solar se propuso para construir en él, un mercado en sustitución del que diariamente se montaba en la plaza de la Congregación. Esta idea fue rechazada y en 1874 el arquitecto José Zacarías Camaña hizo una nueva propuesta de otro mercado, consistente en un recinto cuadrangular, cubierto por una estructura metálica rodeada por una marquesina, proyecto que también fue rechazado.

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Finalmente en 1875, el Ayuntamiento decidió vender el solar del convento de Sant Cristòfol junto con el de Santa Tecla para su parcelación y posterior construcción de viviendas. La calle de la Pau dejaba de ser un proyecto más y tenía ya vía libre para su construcción. La calle nacería en la nueva plaza de la Reina para desembocar en la Plaza del Príncipe Alfonso.

En él habían trabajado muchos arquitectos, Federico Aymamí entre ellos, pero fueron Manuel Sorní y Juan Mercader los que finalmente diseñaron la nueva calle y en ella dejaron su huella Luis Ferreres, Joaquín María Arnau, Francisco Mora, José Camaña, Antonio Martorell y Peregrín Mustieles entre otros. En principio, la calle se proyectó con una anchura de 20 a 25 metros, pero los concejales del ayuntamiento la consideraron excesiva y la redujeron a tan solo 14 metros.

La urbanización de la calle comprendía así mismo la de la plaza de la Reina, nacida también gracias al derribo del convento de Santa Tecla. El urbanismo higienista dominante en Europa a mediados del siglo XIX, propugnaba una ciudad con calles amplias y rectas, plazas de las que radialmente partían avenidas arboladas. En París, Haussmann fue su principal exponente y Cerdá en Barcelona y este modelo se quiso aplicar también al nuevo proyecto urbano.

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La calle de la Revolución fue el primer nombre que se pensó para la calle, corrían claro está, los años de la “Gloriosa” pero en 1878 con la monarquía restaurada y el carlismo derrotado, se optó por el nombre de calle de la Pau, en conmemoración del final de la tercera Guerra Carlista. Pero ya se sabe que los valencianos somos proclives a manejar el nomenclátor callejero según el viento que sopla, así que en 1899 se decidió cambiar el nombre por el de Peris y Valero, alcalde que fue de Valencia además de presidente de la Junta Revolucionaria de la ciudad en el año 1868, firme impulsor de múltiples mejoras (adoquinado de las calles, alumbrado…) y del proyecto de urbanización de dicha calle.

Pero esto fue hasta el año 1913 en que la comisión de estadística recomendó al Ayuntamiento volver a la anterior denominación de calle de la Pau. El rótulo sólo duró en su sitio tres años; en 1916 nuevamente recobró el nombre de Peris y Valero, hasta el año 1923 en que definitivamente –o por lo menos hasta ahora- volvió a su primera denominación oficial de calle de la Pau.

Entre los planes de Reforma Interior que se barajaron, figuraba el de Federico Aymamí (1908): la prolongación de la calle de la Pau. El proyecto desestimado en principio, fue retomado por Javier Goerlich en 1939. Consistía, partiendo de la plaza de la Reina, en continuar la nueva avenida hasta las Torres de Quart. De Santa Caterina sólo quedaría la torre en medio de la calle, la Llotja estaría en una gran plaza junto con la del Mercat Central y las calles de la Carda y Murillo, desaparecerían engullidas por la nueva avenida. El proyecto quedó definitivamente archivado.

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La torre de Santa Caterina desde su privilegiada situación, contemplaba pacientemente el curso de las obras y así vio en 1862 demoler las casas que conformaban el callejoncito de Caputxers y las del Forn de Ceca. Cuatro años después sería el convento de Santa Tecla. Aquel que en 1562 acogió a las religiosas agustinas del convento de San José en la Corona, por la razón que Escolano tan crudamente describió: “Como la casa de las mujeres perdidas cayese a las espaldas de la huerta de estas religiosas, y pudiesen los relinchos de aquellas yeguas lascivas alcanzar a los honestos oídos de estas religiosas, acordaron de desamparar el puesto y pasarse a la iglesia de Santa Tecla en la calle del Mar”.

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En 1885 vio como el adoquinado de la calle llegaba hasta la de Lluis Vives y como las primeras construcciones, tomaban altura dos años después. Poco a poco la calle iba tomando forma, si bien las primeras edificaciones tenían un estilo ecléctico a medida que avanzaba iban ganando en riqueza artística y ornamental. En 1899, la calle llegó hasta la altura de la calle Bonaire. Y allí se detuvo unos años, por el tapón que formaban las casas de la calle Paraíso. En ese tiempo vio acabar el adoquinado de la calle e instalar el alumbrado. Pero a pesar de la longitud alcanzada, en 1899 la calle solo contaba con diez números de policía y 175 habitantes censados, de los que una mayoría eran comerciantes. La realidad es que la gente aún era reacia en habitar allí.

Hubo que esperar al año 1903, para que la calle de la Pau pudiera llegar por fin a la Plaza del Príncipe Alfonso. En enero de dicho año se expropiaron las casas que conformaban la calle del Paraíso y en junio del mismo año se aperturó la calle.

También vio como los balcones se cubrían de blanco, mientras desde blancas carrozas, muchachas ataviadas de blanco lanzaban cintas blancas de papel, o como la gente mostraba su descontento por ésta o aquella cuestión o su alborozo por la llegada de tal o cual personaje. Desde allí contempló desfiles y procesiones, cabalgatas y ofrendas. Incluso vio como un municipal accionaba manualmente el primer semáforo de Valencia. O como el río, desorientado, buscaba una salida que lo devolviera a su cauce.

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Entre 1903 y 1905 edificios con elementos modernistas, casticistas y racionalistas dieron por concluida una espléndida calle, que ahora sí, se convirtió en residencia ideal para la clase burguesa. En sus bajos, lujosas cafeterías, como El Siglo, el Café de la Pau, el Ideal Room… tiendas de tejidos y sastrerías, como The Smart, El Águila o la Isla de Cuba, hoteles como el Palace Hotel o el Hotel Munich, hicieron de esta calle junto con la de Sant Vicent y la Baixada de Sant Francesc, un eje comercial de alto nivel.

En 1903, una vez terminada la calle de la Pau, nuevamente el empedrado tuvo que ser levantado en parte, para instalar las vías del tranvía. La línea del Cabanyal se electrificó en 1907, por lo que también se tendió la correspondiente catenaria. Pero la de Russafa hasta el año 1917 continuó siendo de tracción animal. Ese mismo año a la torre de Santa Caterina le pusieron un reloj, seguramente para que los vecinos de la calle de la Pau estuvieran informados en cualquier momento de la hora en la que se hallaban.

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Bajo el empedrado de la calle, quedaban enterrados muchos años de historia. El pequeño Atzucac de Caputxers, embrión sin saberlo de la futura calle de la Pau, conducía hasta la Ceca, la fábrica de moneda creada por Pere IV en 1369 y que estuvo allí hasta principio del siglo XVIII. Y si hurgáramos un poco más encontraríamos los restos de alguna necrópolis de la época romana. Apenas avanzamos unos pasos por la calle, entramos en el recinto que fue el Call valenciano, el barrio de la Jueria, a mano derecha y a unos pocos metros de nosotros, la casa que fue de la familia Vives. El mismo Lluis Vives en uno de sus "Diálogos", nos describe donde estaba su casa.
Escribe Vives en boca de Centellas: "No, iremos por la calle de la Taberna del Gallo, que quiero ver la casa donde nació mi amigo Vives, la que, según tengo oído, está bajando la calle a lo último y mano izquierda; así visitaré a sus hermanas." Desde finales del siglo XIX y a petición del cronista de la ciudad, Vicente Boix, la calle de la Taverna del Gall, se llama de Lluis Vives.

Seguimos avanzando y cerca de allí, a nuestra izquierda, encontraríamos la Mezquita Mayor; en su lugar se levantó la iglesia de Sant Cristòfol que también fue objeto de la piqueta, su derribo facilitó la apertura de esta calle. Y un poco más hacia adelante, pero más profundo, los vestigios del Circo de Valentia. Construido en la época imperial allá por el siglo II, tenía una longitud de 350 por 70 metros de ancho. La cabecera estaba situada a la altura de la calle Almirall aproximadamente y el final cerca de la calle Cardenal Payá, a espaldas del Colegio del Patriarca.

A la derecha, la calle de la Creu Nova desemboca en una plazoleta, allí tuvo la Juería una puerta de entrada: el Portal dels Cabrerots, cuando en 1390 se amplió la Jueria se derribó y en su lugar quedó la Plaza dels Cabrerots. Unos años después de la expulsión, en el 1500, se descubrió en la plaza dels Cabrerots una sinagoga clandestina, perteneciente a unos tíos de Lluis Vives, Salvador Vives y Castellana Guioret, pero regida por su hijo -su padre ya había fallecido-, Miguel Vives y su esposa Castellana March. Éstos fueron procesados y encarcelados. En el lugar donde estaba la sinagoga se levantó una ermita, que ya no existe, y a la plaza se le cambió el nombre de Cabrerots por la de plaça de la Creu Nova. En enero de 1501, Castellana Guioret, su hijo Miguel Vives Guioret y la esposa de éste Castellana March fueron muertos en la hoguera.

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La calle de las Comedias nos marca el límite del último recinto de la Jueria. Hasta el siglo XVIII, esta calle que no era calle sino plaza, recibía el nombre de l’Olivera. Dicen que por este barrio, allá por el siglo XVI, no era muy recomendable andar cuando el sol se ponía, abundaban las tabernas y con ellas el vino, el juego y una variopinta fauna de personajes que de camino al puerto o del puerto a la ciudad, allí recalaban. Los comediantes que por aquella época abundaban, aprovechaban la circunstancia para sacarse unas cuantas monedas a costa de aquel improvisado público. El Hospital General, cuidadoso de las buenas costumbres y en prevención de sucesos desagradables, consiguió del virrey de Valencia, el Marqués de Aytona, un local para que los cómicos dieran sus espectáculos y así apartarlos de la calle. Este edificio estaba situado junto al Trinquet de Cavallers, hasta que en 1646 dado su estado, el local fue derribado. En su solar se construyó la iglesia de Sant Felip Neri, llamada también de la Congregación.

Pero Dios aprieta pero no ahoga, y el Hospital no dejó desamparados ni a los comediantes, ni a la gente que cada vez acudían en mayor número a las representaciones. Así que decidió comprar unas casas cerca de allí, en la plaza de L’Olivera y allí se estableció el nuevo corral de comedias. En sus representaciones no faltaban obras de autores, como Cervantes, Lope de Rueda y del mismo Lope de Vega.

Según cuenta don Vicente Boix, unos años después, un nuevo edifico fue diseñado por el padre Vicente Tosca, pero sin que él supiera que era para Valencia, pues para una persona de su condición no se juzgaba trabajo digno. Un buen día, paseando por la plaza de l’Olivera en compañía del doctor Aliaga, catedrático de la Universidad, entró a ver los trabajos que se estaban realizando, y viendo que se seguía exactamente su proyecto, exclamó: “¡Ai bribons, que bé heu tret el meu disseny!”.

Pero dicen también, que un mal día, por el año 1748, la tierra tembló y el teatro tuvo que ser demolido. Mientras se construía uno nuevo se tuvo que habilitar un local en el Grau, hasta el año 1781 que se abrió uno nuevo junto a la Porta de la Trinitat.

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El nombre de las calles adyacentes a la de las Comedias, Vestuari y de la Tertúlia, nos deja bien clara la actividad del barrio. La calle de los Nocturnos, nos recuerda a la Academia de los Nocturnos, una tertulia literaria que entre los años 1591 al 1594, se celebraban en el palacio de Valeriola. Tenían sus reuniones la noche de los miércoles, y allí referían todo tipo de cuestiones. Poesías, prosas, ensayos y algunas disertaciones, generalmente en castellano, estaban al orden de la noche. No utilizaban su nombre, sino seudónimos, todos ellos con claras referencias a la noche: Bernardo Catalá de Valeriola su fundador, era Silencio, Guillem de Castro era Secreto, Cerdán de Tallada, Trueno; también estaban Miedo, Descuido, Sosiego, Tristeza, Sueño

Atrás dejamos también el Ideal Room, con su suelo embaldosado en blanco y negro; alrededor de una mesa de mármol blanco, Josep Renau, Ángel Gaos y Juan Gil Albert charlaban animadamente entre volutas de humo que unos ventiladores colgados del techo se esforzaban por disipar.

Ya estamos llegando casi al final del recorrido, a nuestra derecha un grupo de periodista sale del Palace Hotel con paso apresurado justo en el momento en que Carles Salvador, Adolfo Pizcueta y Ricardo Blasco se disponían a entrar.

1901 Ideal Room proyectado por Joaquin Maria Arnau, calle de La Paz

La plaza Príncipe Alfonso y la Glorieta, se abren ante nosotros en un estallido de luz y verdor. Al fondo la torre de Santa Caterina nos observa, esta vez sin el reloj, que todo hay que decirlo, nunca le había hecho gracia.

X. Oms

Noviembre 2012

BIBLIOGRAFIA

CARTOGRAFÍA HISTÓRICA DE LA CIUDAD DE VALENCIA Amando Llopis y Luis Perdigón

LA CALLE DE LA PAZ María Jesús Teixidor de Otto

LA DENSIFICIACIÓN DE LA CIUDAD INTRAMUROS Joaquín Azagra

LOS ENSANCHES DE VALENCIA Juan Luis Piñón

LOS ESPACIOS RECUPERADOS DENTRO DE LA CIUDAD Francisco Taberner

VALENCIA HISTÓRICA Y TOPOGRÁFICA Vicente Boix

Acceso al Foro Remember València. Página 1738 Entrada 34754

domingo, 21 de octubre de 2012

VALÈNCIA, ANYS D’AUTARQUIA I REPRESSIÓ 1939-1949

 

 

VALÈNCIA, ANYS D’AUTARQUÍA Y REPRESSIÓ 1939-1949

Una lluvia de octavillas caía sobre la ciudad de València anunciando la inminente entrada de las tropas rebeldes en la ciudad. En los balcones los colores rojo y gualda sustituían a los tres colores de la bandera constitucional, mientras en el puerto de Alacant una multitud se agolpaba impaciente a la espera del barco que los llevara fuera de su tierra. En el exterior los países se enzarzaban nuevamente en un conflicto de imprevisibles dimensiones.

Quedaba por delante años difíciles, marcados por la necesidad de un gobierno en mantener a toda costa el control político, social e ideológico del país. Para ello contó en un principio, con la Iglesia y la Falange como incondicionales compañeros de viaje.

Años de racionamiento y carestía, con una industria que lejos de aprovecharse de su postura neutral ante el conflicto mundial, estuvo lastrada por la política intervencionista en precio y salarios. Los beneficios de las exportaciones apenas llegaban a los exportadores. Las importaciones de bienes de equipo eran escasas y la agricultura valenciana se vio seriamente afectada por la falta de abonos y maquinaria.

El acaparamiento de productos básicos convertido por grupos privilegiados en su forma habitual de enriquecerse, dio lugar a la aparición del mercado negro y del llamado estraperlo. En estos años y movidos por las necesidades básicas, se produjo un movimiento migratorio de la ciudad al campo pues era allí donde podían encontrarse los artículos de primera necesidad. Así el gobierno alimentó el mito del Levante Feliz, la pequeña propiedad que gracias a la laboriosidad de la familia huertana mantiene una prosperidad familiar, exenta de cualquier conflicto laboral.

Mientras la ciudad, sólo con las heridas de los bombardeos, principalmente en los Poblados Marítimos y los destrozos producidos por elementos incontrolados en algunas iglesias, entre ellas el Palacio Arzobispal que hubo que construirse de nuevo, inició su reconstrucción y retomó proyectos aparcados de la mano del arquitecto municipal Javier Goerlich, como el de Federico Aymamí, una gran avenida que desde la plaza de San Agustín llegara hasta el Portal Nou. Afortunadamente imperó el buen sentido y la avenida llamada del Oeste acabó a la altura del Mercado Central. Al frente de la alcaldía estaba entonces el Barón de Cárcer; unos años más tarde en 1943 siendo alcalde de Valencia el Conde de Trénor, cambió su nombre inicial por el de Avenida Barón de Cárcer.

Al final de la década, el 28 de septiembre de 1949, las aguas revueltas del Turia volvieron a dejar su huella de fango y muerte en la ciudad. Multitud de chabolas construidas en el río fueron engullidas por la aguas. Según las cifras oficiales “sólo” hubo 41 muertos. El Gobierno lo controlaba todo, prensa y radio incluidas.

Octubre 2012

X. Oms.  

Acceso al Foro Remember València. Página 1713 Entrada 34258

lunes, 16 de julio de 2012

ALREDEDOR DE LA CATEDRAL

 

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La Valentia romana era una típica colonia latina, edificada sobre un islote rodeado por el Turia. La Vía Augusta al entrar en la urbe se convertía en el Cardo Maximus; perpendicular a él, estaba el Decumanus Maximus, ambos conformaban sus calles principales, cuya estructura permanece fosilificada en las calles del Salvador y Cavallers, que confluían en el Foro, centro geográfico y social de la ciudad, localizado en la actualidad bajo la plaça de la Mare de Déu y su Basílica. Y éste continuó siendo, desde su fundación hasta finales del siglo XIX, cuando a causa del incendio que destruyó la Casa de la Ciutat, el Ajuntament se trasladó junto a los solares del antiguo Convent de Sant Francesc en la calle de la Sang.

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La ocupación musulmana representó el fin de la Valentia romana y visigoda, si bien al principio se respetó el culto de los cristianos, la represión de unas revueltas (778-779), por Abd al-Rahman I, tuvo como consecuencia, que la ciudad quedara totalmente arrasada y despoblada. La catedral visigoda respetada hasta entonces fue destruida y la población cristiana buscó refugio fuera de los muros de la ciudad, en el arrabal de la Roqueta.

De la Madinat al-Turab Balansiya- aunque este término se suele aplicar más al reino musulmán, pocos o ningún resto arquitectónico ha llegado hasta nosotros, quitando de algún lienzo de muralla y los torreones defensivos, que fueron conservados mientras tenían alguna utilidad para la ciudad. Los Banys de l’Almirall, que hasta hace poco se consideraban de la época musulmana se ha descubierto recientemente que son bastante posteriores, ya en época cristiana.

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La fisonomía de la ciudad musulmana no tenía nada que ver con la Valentia romana y visigoda, ésta con una trama de calles paralelas y perpendiculares, heredera de la polis griega y la musulmana con un concepto de vida y una cultura diferentes, fue posiblemente reconstruida integralmente al modo islámico después de la destrucción de la ciudad en el año 778 por Abd al-Rahman I; era un laberinto de callejuelas estrechas y tortuosas, alguna de ellas sin salida (atzucacs). La Madîna, construida sobre el antiguo foro romano, era el centro cívico de la ciudad y allí se levantó el Alcázar, en el espacio que ocupa hoy en día el Palacio Arzobispal, y la Mezquita Mayor sobre la catedral visigoda, antes ocupada por la basílica romana y actualmente por la Catedral. Se tiene constancia también de que en el siglo X, se construyó un zoco en las inmediaciones de la plaza de la Almoina, aunque el barrio comercial, la Alcaicería, estaba situada entre la actual plaza Redonda y la Llotja.

Tras la conquista de València por Jaume I, las primeras medidas que se adoptaron para transformar la ciudad islámica en una ciudad cristiana, fue la conversión de las mezquitas en iglesias. En 1241 el monarca cedió al obispo Ferrer de Pallarés, unas casas frente a la Iglesia Mayor, que sirvieron para construir el primer Palacio Episcopal.

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Unos años más tarde, el 22 de junio de 1262, el obispo de València, Andreu d’Albalat, colocó la primera piedra de la catedral en la Iglesia de Santa María, sobre lo que había sido la Mezquita Mayor. En principio, sólo tenía tres crujías a los pies del crucero y el ábside, accediéndose a ella por la puerta románica recayente a la plaza de l’Almoina.

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En 1303, se construyó el cimborrio y la puerta gótica de los Apóstoles.

En 1356, siendo obispo Vidal de Blanes se inició la construcción del Aula Capitular y en 1381 bajo la dirección de Andreu Julià comenzó a construirse el Micalet, lo continuó Josep Franch y lo concluyó Pere Balaguer sobre el año 1425.

Entre el cuerpo de la catedral y estas dos últimas construcciones, se supone que había un atrio, que desapareció con la prolongación que hicieron de las naves, empezada en 1458 por Francesc Baldomar y continuadas a su muerte por Pere Compte en 1476, quedando el Aula Capitular –hoy Capilla del Santo Cáliz- y el Micalet integrados en el edificio catedralicio.

En 1566 se construye el llamado Balcón del Cabildo, una doble galería superpuesta que circunda el ábside con arcos y balcones renacentistas.

En 1688 el barroco entra en la catedral y se instala en el presbiterio dejando en la Porta dels Ferros (1703) su obra más emblemática.

1850 ap Grabado Puerta de los Hierros

Pero fue en 1774 cuando el interior gótico de la catedral se ocultó con una decoración neoclásica, hasta que finalmente en 1976 se procedió a la repristinación de la catedral gótica.

En la segunda mitad del siglo XIII, los cambios urbanísticos fueron escasos, habría que esperar hasta principios del siglo XIV a que el Consell abordara el proceso de transformación de la antigua medina: “Com aquesta Ciutat fou edificada per moros a llur costum, estreta e mesquina, ab molts carrers estrets, voltats e altres deformitats, e com d’alcuns anys ençà prenem tots dies melloraments e embelliments a Deu mercé”.

El crecimientos demográfico de la ciudad, a pesar de las epidemias de peste y sobre todo la guerra de Pere el Cerimoniós contra el rey Pedro I “El Cruel” de Castilla, llevó a la construcción de una nueva muralla (1356) que encerraba en su perímetro el arrabal de la Boatella, la Xerea, la Morería y Els Roters con la Pobla de les Fembres Pecadrius, -la Juería, ya formaba un barrio aparte dentro del antiguo recinto musulmán-.

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Así pues, los regidores intentaron ordenar el espacio urbano de la ciudad, eliminando las calles tortuosas por otras más rectilíneas, ensanchándolas y abriendo nuevas plazas y calles, como el Carrer dels Cavallers o el de la Mar que atravesaba la antigua Jueria.

1738 Tosca-Catedral

La vida alrededor de las parroquias era muy intensa ya que éstas no se limitaban sólo a ser un instrumento de cristianización sino que eran también un elemento fundamental para la configuración y repoblación de la ciudad, actuando como vehículo de participación social. De hecho el Consell se nutría de los representantes elegidos por cada parroquia. Fueron el germen de los barrios. Cada parroquia contaba con su cementerio y allí eran enterrados los vecinos de su demarcación. Esto fue en ocasiones motivo de litigio entre parroquias, por la llamada “cuarta funeral”, derecho de la parroquia a una parte del estipendio del entierro de un feligrés propio, celebrado en otra iglesia.

Intensa era también la vida alrededor de la catedral, e incluso dentro de ella, ya que se utilizaba también para usos civiles y parece ser que el respeto y el decoro no era la norma habitual; Sanchis Sivera, menciona un documento de 1396 que demuestra que se tiraban basuras y escombros, perros, gatos y gallinas muertas en los rincones del templo.

Otro de 1445 hace patente la preocupación de los canónigos de la catedral ante el lamentable estado en que se encontrabael Fossaret”, lugar donde reposaban los restos de sus antecesores, que se halla junto a la pared exterior del Aula Capitular, ya que la gente se orinaba en la puerta y la herrumbre corroía la verja. Para erradicar esta costumbre, el cabildo tomó la decisión de blanquear las puertas y de pintar allí dos imágenes de Sant Antoniperquè no s’hi pixassen”. (Sanchis Sivera 1909-7).

Fossaret 01

También el obispo Vidal de Blanes tuvo que prohibir el lanzamiento de truenos con ballesta dentro del templo, durante las representaciones del Pentecostés, por el peligro que esto suponía para la linterna del cimborrio.

En el interior de la iglesia, hasta el año 1564 en que fueron prohibidas por el Concilio de Trento, se celebraban también representaciones religiosas –Misterios y Autos Sacramentales- con motivo de la Pascua, el Corpus, la Natividad del Señor o de la Asunción de la Virgen; esta última sería muy similar a la que todavía se sigue representando en la Iglesia de Santa Maria d’Elx, conocida como el “Misteri d’Elx”.

Els Furs prohibían la construcción de cualquier obra adosada a los templos y este obispo tuvo que pedir la intervención del rey, para que le autorizara a construir un pasadizo entre la Catedral y el Palacio Episcopal (1357), ya que el Consell de la Ciutat se oponía.

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Tres siglos más tarde en 1660 se construyó otro pasadizo entre la Catedral y la Basílica, obra a la que también se negó a dar su permiso el Consell de la Ciutat, por lo que otra vez se tuvo que recurrir a más altas instancias. No fueron éstas las únicas obras adosadas a la Catedral, en la parte recayente a la calle del Micalet estuvieron hasta finales de la década de los 60 del pasado siglo, las llamadas Cases dels Canonges y el reloj del Micalet, junto con el de Sevilla el más antiguo de España. Otro elemento añadido fue una especie de kiosko de estilo neogótico, que existió a mediados del siglo pasado y que estaba situado a la derecha de la Porta dels Apòstols y en el que se vendían objetos religiosos.

1931cadomingoderamos

Según cuenta Vicente Boix en su Valencia Histórica y Topográfica, también hubo adosado a la Catedral, en la parte recayente a la Plaza de la Almoinaun banco o poyo de piedra, grande y espacioso, al que se subía por una grada, que servía según tradición muy antigua, para que los canónigos montaran y desmontaran cómodamente, cuando no existían aún los coches, esto es, antes de 1546, en cuya época comenzaron a usarse estos carruajes en España”. El banco se demolió en al año 1862.

Tribunal de las aguas 1910 post 14109

Alrededor de la Catedral la vida bullía; en la Porta dels Apòstols, todos los jueves se reunía –y lo sigue haciendo- el milenario Tribunal de les Aigües, mientras un aroma a fruta, hierba y otros productos de la huerta se mezclaban con el griterío de la gente, el traqueteo de los carros y el canto de algún ciego en demanda de unas monedas.

El Consell había asignado un lugar determinado de venta, para los distintos alimentos. Con ello pretendía por una parte, facilitar la recaudación de tributos y el control de las mercancías por el Mustassaf, que era un magistrado municipal encargado de vigilar el mercado en evitación de fraudes y abusos. Los nombres de las calles y las plazas hablan del comercio que en ellas había: Plaça de la Fruita, de les Cols, de les Herbes, de les Gallines, de la Palla

La Plaça del Micalet, estaba situada a los pies de la torre y delante de la fachada barroca de la catedral, antes de su construcción llevó el nombre de Plaça de les Cols, posteriormente recibió los nombres de Plaça del Campanar y Plaça del Campanar Nou. En esta plaza los aprendices del oficio de alfarería daban muestra de su destreza para ser admitidos como oficiales, exhibiendo sus labores: vasijas y diversos objetos de barro para el hogar, con los años esta costumbre se convirtió en mercadillo de pequeñas vajillas y otros objetos de barro que desde la festividad de la Virgen de los Desamparados a la del Corpus, ha llegado hasta nuestros días con el nombre de la escuraeta. En la actualidad la plaza ha sido absorbida por la Plaza de la Reina.

1935 Escuraeta-1263-25250

En el extremo opuesto al Micalet estaba la Plaça de les Gallines, sobre parte de esta plaza se levantó el Aula Capitular, tenía también salida a las calles de Campaners y de la Barcella.

La barcella (barchilla en castellano), es una medida de capacidad para los granos, cerca de allí se encontraba el Almodí, que era el granero de la ciudad y las calles de la Farina y Pes de la Farina. La calle tomó el nombre de esta medida, por una lápida con la representación de lo que parece ser una barchilla, que se halla en el lateral del Palacio Arzobispal y bajo el pasadizo que lo comunica con la Catedral; cuenta la tradición que los carpinteros tomaban como patrón las medidas de esta marca para hacer sus barchillas.

1900 almoina-Barchilla-catedral-1514-30261jpg

Según Boix, esta lápida –posiblemente de origen romano y que no tenga nada que ver con ningún tipo de medida- “se colocó en el sitio actual en 1776, porque antes se hallaba algo más distante”. Continúa aventurando, que para algunos –no cita quiénes- “el Palacio Arzobispal fue alhóndiga en otros tiempos y que por eso se puso la lápida. Otra teoría que aporta, es que “allí, por el año 1654 residía el Tribunal de Diezmos, cuyo objeto era, requerir o comprobar las barchillas, para la justa medida en la partición de frutos y cuota correspondiente al Diezmo”. Según Carboneres esta calle se llamó también de la Virgen de la Cueva Santa.

La calle de la Barcella, va a desembocar a la Plaza del Almoina, posiblemente la plaza más antigua de Valencia; el centro cívico y fundacional de la ciudad de Valencia junto con la Plaça de la Mare de Déu, la Calle de la LLenya y la actual Plaza de Décimo Junio Bruto –el cónsul romano que fundó Valentia en el año 138 a.c.-

 

En ella, estuvo el Alcázar musulmán, sobre el que luego se edificó el Palacio Episcopal, la Basílica romana, la Catedral visigoda, la Mezquita musulmana y la Catedral. También hay una cripta conocida como la Cárcel de San Vicente, posiblemente una capilla funeraria del siglo VI que contenía los restos de algún importante prelado. 1870 Plaza de la Almoina

La plaza toma el nombre de una institución creada en el año 1288 por el obispo Raimon de Pont, para dar limosna y otras ayudas a gentes sin recursos, al edificio se le conoció con el nombre de la casa de la Almoina (limosna en castellano), y también, según Boix, de En Conesa, nombre del primer capellán que la habitó: Mateu Conesa. También albergó a gente que buscaba inmunidad en la iglesia, posiblemente después que se prohibiera este tipo asilo en el segundo piso del Micalet. De todas maneras, no fue éste el único nombre que ostentó la plaza, también recibió los nombres de Plaça de la Fruita, de la Llenya, dels Canonges y de la Oficialitat.

 

Saliendo de la Plaza de l’Almoina, se queda a la derecha la Calle de l’Herba de la que hoy en día sólo queda el rótulo de la calle en la fachada de Basílica de la Virgen, ya que se ha integrado en el conjunto arqueológico de l’Almoina con el nombre de Plaza de Décimo Junio Bruto.

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Pasando por debajo del pasadizo que une la Catedral con la Basílica se entra a la Plaça de la Mare de Déu o de la Verge, bajo ella, el Foro romano, la primera plaza de la ciudad. Al excavar para hacer los cimientos de la iglesia apareció un gran número de lápidas y piezas arqueológicas, unas continúan enterradas, otras se utilizaron en otras construcciones y unas cuantas lápidas fueron colocadas en la fachada del edificio. También ha tenido otros nombres: Plaça de la Palla, de Les Corts y de la Seu. 1919   corpus 01

Aquí se reunían los jornaleros en busca de trabajo, permanecían de pie como postes, esperando que alguien los contratara, la gente los bautizó con el nombre de “Els Hòmens de la Vergonya”; por analogía, los postes que sujetaban el entoldado de la Plaça de la Verge el día de su festividad, recibieron el mismo nombre: “Els Hòmens de la Vergonya”. Según cuenta Boix, el arzobispo Santo Tomás de Villanueva, ordenó celebrar una misa todas las mañanas al amanecer, para que los jornaleros no se quedaran sin trabajo.

En esta misma plaza se celebraban también los terribles Autos de Fe, a los que asistía el populacho como si de una fiesta se tratara. La mujer del médico y poeta Lluis Alcanyis, Elionor Esparza (1452-1505), fue quemada viva en la hoguera frente a la Porta dels Apòstols de la Catedral por “pertinaz, negativa y relapsa (Relapsa: Que reincide en un pecado del que ya había hecho penitencia, o en una herejía de la que había abjurado). Su marido siguió la misma suerte. Ambos eran judíos conversos. Lluis Alcanyis era “inspector vitalici dels ferits de la ciutat”. En la hoguera y en el mismo lugar acabó también la familia de Lluis Vives.

Había en la plaza, a finales del siglo XVI, una casa de huéspedes alrededor de la cual había unos bancos de piedra dónde se exponían objetos para la subasta pública, luego esta costumbre se trasladó alrededor de la Llotja, donde ha pervivido hasta principios del pasado siglo.

Desde la galería renacentista que da a la plaza, era costumbre que el Domingo de Ramos, predicara el sermón un sacerdote, al que acudía el Consell de la Ciutat, colocando para ello un tablado en la plaza, junto a la verja de la Catedral. El último sermón que se predicó en este sitio fue en el año 1775 (Boix. Valencia histórica y topográfica).

A principios del siglo pasado, Lo Rat Penat instituyó un premio el Sábado de Gloria, para el carretero que partiendo de las Torres dels Serrans, después de dar el toque de gloria y levantada la prohibición de circular vehículos por el centro, llegara primero a la Plaça de la Seu. El premio consistía en un collarín con un medallón, que caballo y carretero exhibían orgullosamente. Esta fiesta se llamó “Els Gloriosos”.

1910 ca rocasCorpus gigantes

Otras costumbres han llegado hasta nuestros días, como la bendición de ramos, la exposición de les Roques y els Gegants la víspera del Corpus y desde 1355 la misma procesión del Corpus y la Calvalcada del Convit, con el Capellà de les Roques, aunque ésta es posterior. Pero indudablemente la más antigua de todas, es el milenario Tribunal de les Aigües.

 

Enfrente de la Porta del Apòstols, está la llamada Casa Vestuario, un antiguo caserón del siglo XVIII, que se utilizaba para que las autoridades municipales cambiaran su vestuario habitual por el traje de gala en los actos festivos, luego sirvió de punto de reunión para el Tribunal de les Aigües, antes de comenzar la sesión delante de la puerta de la Catedral. A mediados del siglo pasado se reconvirtió en biblioteca municipal.

La Casa Vestuario, da entrada a la Calle del Micalet, estrecha y alargada, aunque desde que derribaron les Cases dels Canonges, parace más amplia. Bajo el asfalto, posiblemente aún se hallen las vías del tranvía que en ambos sentidos la recorrían. Cuatro eran las líneas que por allí circulaban. Desde el Barri de Sagunt, venían el 6 y el 16, el primero hacia Russafa y el segundo hacia Abastos. Desde la Estació del Pont de Fusta, la popular Estacioneta, el 11 iba dirección a Patraix y el 9 hacia el Cementerio.

1960 ap Reloj del Micalet-1479-29577Relojero Micalet post 9844

También desapareció el reloj y su caseta y a punto de desaparecer está el edificio de enfrente, la Casa del Relojero, edificio en el que se alojaba el encargado de mantener y conservar el reloj del Micalet, como también desaparecieron los ecos de la Campana Manuel dando los toques para avisar que las puertas de la ciudad tenían que cerrarse. Más de uno se quedaría esa noche a la Lluna de València.

BIBLIOGRAFÍA

AMADEO SERRA DESFILIS –Arquitectura y urbanismo. Siglos XIII al XV-

DANIEL BENITO GOERLICH –La huella borrosa del Islam-

FRANCISCO PÉREZ PUCHE –Laberinto secreto de la Catedral de Valencia-

JOSÉ SANCHIS SIVERA –La Catedral de Valencia-

MANUEL SANCHIS GUARNER –La Ciutat de València, síntesi de geografía urbana-

SALVADOR ALDANA - Valencia, la ciudad amurallada-

VICENTE BOIX I RICARTE –Valencia, histórica y topográfica-

Fotografías: Foro Remember Valencia y X. Oms. Fotomaquetas: Historia de Valencia –Levante E.M.V.

X Oms –Juliol 2012

ACCESO AL FORO REMEMBER VALENCIA-Pág.: 1618 Entrada: 32343

sábado, 14 de abril de 2012

VALÈNCIA. LA REPÚBLICA

 

 

VALENCIA. LA REPÚBLICA

El domingo 12 de abril de 1931, los valencianos como el resto de los españoles fueron convocados a las urnas. En teoría, estaba en juego la renovación de los gobiernos municipales, pero en la práctica supuso el rechazo no sólo al régimen monárquico, sino también a unos esquemas políticos decimonónicos y caducos. Los comicios, que se desarrollaron sin incidencias destacables, dieron 32 concejales a la coalición republicana, formada por la Derecha Liberal Republicana, Partido Socialista Obrero Español, Partido de Unión Republicana Autonomista y Agrupación Valenciana Republicana; frente a los 16 que obtuvo la coalición conservadora, Derecha Regional Valenciana y Unió Valencianista.

Dos días después, el 14 de abril, la bandera tricolor de la república y la Senyera de la Ciudad, flameaban al aire desde el balcón del Ayuntamiento, mientras, el que sería nuevo alcalde, el blasquista D. Agustín Trigo y los electos concejales saludaban a una multitud enfervorecida que llenaba la plaza de Emilio Castelar. Sigfrido Blasco, hijo de Vicente Blasco Ibáñez, acababa de anunciar la proclamación de la República.

Por delante había problemas urgentes que afrontar, que ni la monarquía ni la dictadura de Primo de Rivera habían sido capaces de resolver: la cuestión agraria, en un país en el que la industria avanzaba lentamente; el excesivo papel de la iglesia en todos los ámbitos sociales; un ejército que intervenía con demasiada frecuencia en la vida política y unos partidos políticos que precisaban de una regeneración y una adaptación a las reivindicaciones sociales de una ciudadanía que cada vez, quería ser más participativa.

En Valencia, los tres principales partidos políticos eran los regionalistas: PURA (Partido de Unión Republicana Autonomista), herederos del blasquismo, que acabaría pactando con los radicales de Lerroux y por desaparecer prácticamente después de las elecciones del 36; La Derecha Regional Valenciana de Luis Lucia y el PSOE.

El papel de la mujer, secularmente relegada al servicio del hombre, fue otra cuestión que partidos y asociaciones progresistas, pusieron encima de la mesa. El voto femenino, aunque discutido por inoportuno en las circunstancias de ese momento por algunos, fue aprobado el 1 de octubre de 1931.

También el estatuto de autonomía, fue objeto de estudio y discusión. Primero fracasó el intento del PURA en el año 31, por falta de acuerdo en las provincias de Alicante y Castellón; en 1932 fue la Agrupación Valencianista Republicana quien lo intentó, pero esta vez fueron los blasquistas del PURA los que se opusieron; finalmente tras la victoria del Frente Popular, se llegó a un acuerdo en su redacción, estando prevista su votación para septiembre de dicho año. Desgraciadamente en septiembre del 36, no se pudo realizar la votación del Estatuto; dos meses antes, el 18 de julio de 1936, el general Franco había dado un golpe de estado que al fracasar, encendió la mecha de la guerra civil truncando todos los proyectos y avances de la República.

X. Oms      -14 de abril de 2012-

Acceso al foro Remember València. Página 1485. Post 29692

jueves, 16 de febrero de 2012

VALÉNCIA CAP A LA GRAN CIUTAT 2ª PART

ELS FELIÇOS ANYS 20

Una selecció de fotografies extretes del foro REMEMBER VALÈNCIA

El final de la Gran Guerra supuso para todos los países un alivio, dejando un panorama desastroso en sus economías. Pero apenas tres años más tarde, superada la primera crisis, la economía en los Estados Unidos se reactivó en medio de un ambiente de euforia y optimismo; poco tiempo después Europa, se vería contagiada por este clima y se iniciaría un proceso de recuperación en sus economías.

La aparición de nuevas tecnologías en la vida cotidiana, como la radio o el teléfono, o su aplicación en la industria con la fabricación en cadena de automóviles, aparatos electrodomésticos u otros bienes, supondrían un cambio radical en el modo de vivir de la sociedad y en los medios de producción. Los beneficios y la productividad de las empresas subían y también los salarios, pero en bastante menor proporción. Había nacido la sociedad de consumo; el deseo de olvidar los horrores de guerra, llevó a la gente a vivir la vida al máximo. En esta nueva concepción de la vida afectó de manera especial a la mujer, no solo en su forma de vestir o en su aspecto físico, sino también en su papel dentro de la sociedad.

La arquitectura, el diseño comercial y el industrial, se vieron influenciados por el Art Decó, mezcla de otros estilos modernistas y con cierta inspiración en el arte egipcio

Por otra parte, el ocio ocupa un papel muy importante en la vida de los ciudadanos; se popularizan deportes como el tenis, el ciclismo, las carreras de coches, el boxeo, la natación o el fútbol. Las salas de espectáculos, teatro, cine, cafés y cabarets, se llenan de un público ansioso de dejar en la calle los problemas cotidianos.

El sueño acabaría un jueves, el 24 de octubre de 1929.

Valencia, no fue ajena a este movimiento. A mediados del año 1919, la conflictividad social empieza a decrecer, si bien en el año siguiente hubo un repunte, produciéndose atentados a políticos y comerciantes con bombas en cafeterías y teatros, incidentes más próximos al gansterismo que a la mera reivindicación laboral.

Es a partir de 1922, cuando la economía empieza a crecer y la conflictividad social a disminuir. El sector agrícola, gracias al espectacular incremento de las exportaciones citrícolas, es el más beneficiado; es la época dorada de la naranja. Y mientras las organizaciones patronales se fortalecen, las diferencias internas en el PSOE, la UGT y las discrepancias con las Juventudes Socialistas, facilitan el nacimiento del PCE.

Políticamente, la década queda marcada con el golpe de estado de Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923. El viejo sistema canovista, inoperante y falto de credibilidad, está totalmente agotado. En un intento de aunar todas las fuerzas conservadoras del país, Primo de Rivera crea el partido de la Unión Patriótica, siendo su jefe en Valencia, el alcalde D. Carlos Sousa, Marqués de Sotelo. Es durante su mandato cuando se finalizan las obras del Mercado Central, casi veinte años después de que se aprobara el proyecto, y se produce la mayor transformación en la geografía urbana de Valencia, el derribo de la Baixada de Sant Francesc y la nueva configuración de la plaza de Emilio Castelar, que quedaría finalizada cuando ya en la República, el arquitecto del Ayuntamiento, D. Javier Goerlich, realizara la plataforma central, popularmente conocida por “la Tortada”, con un mercado de las flores en sus bajos.

Tampoco era ajena España, al proceso que se estaba produciendo en el resto de Europa, los grandes desequilibrios sociales producidos por un incontrolado ascenso de la economía, nos iba a llevar en la siguiente década a una serie de sucesos que iban desde la esperanza y las ansias de libertad, hasta el mayor de los males en que puede caer una sociedad.

X. Oms - Febrero 2012

Acceso al foro Remember València. Página: 1416 Post: 28302