CALLES EN LUCHA 2
DIES
IRAE. (VALÈNCIA AÑOS 20 DEL SIGLO XV)
Dibujo de Manuel Boix.
Una ráfaga de viento elevó una nube
de polvo dejándome en la boca un regusto entre amargo y salado. La calle de la
Mare de Déu de Gràcia estaba solitaria, pero en mis oídos aún resonaban los
gritos y lamentos de hombres y mujeres, los lloros de los niños, el estrépito
de las espadas y el ronco agonizar de los que ese día la suerte les había
negado su favor.
La aparición de plazas en la ciudad,
no siempre obedece a motivos arquitectónicos o urbanísticos, en algunas
ocasiones las causas son más escabrosas. El mero hecho de ser considerado
enemigo del poder político o eclesiástico, supone no sólo la ejecución de la
persona y a veces la de sus familiares, si no la desaparición física de su
vivienda y como advertencia ejemplarizante, la prohibición de construir sobre
su solar esparciendo sal sobre él, para que allí no crezca ni la hierba. Es el
caso de la plaza de la Creu Nova, dónde el descubrimiento de una sinagoga
clandestina costó la hoguera a Miquel Vives y Castellana Guioret, primo y tía
de Lluis Vives o la de esta plazuela, que hasta el 3 de marzo de 1522 ocupaba
la casa de Vicent Peris.
Y es que los tiempos estaban agitados,
recuerdo también como aquel pobre panadero fue objeto de la ira del pueblo, en
la plaça del Mercat, como si él fuera culpable de la falta de trigo que desde
hacía años venía padeciendo la ciudad, o como cuando lincharon a aquella
familia de agarenos, acusados de connivencia con los piratas berberiscos que se
paseaban por nuestras costas. Porque el peligro era real, Cullera había sido
saqueada y su población acuchillada ante el desamparo de los Nobles Señores que
la habían abandonado a su suerte. Tanto es así que el rey don Fernando,
consintió a que los gremios se armaran y pudieran defenderse de sus eventuales
ataques.
Pero el descontento de artesanos,
maestros y mercaderes era mayúsculo, durante muchos años nuestro trabajo hizo
de València la ciudad más próspera de la Corona de Aragón y ahora que la crisis
había golpeado a nuestras puertas, por culpa en parte de una nobleza más
interesada en sacar buenos beneficios importando tejidos de Italia que
protegiendo el trabajo de sus artesanos, creímos que era el momento de reclamar
nuestra participación en el Consell de la Ciutat y de exigir que dejaran de
ahogarnos con impuestos. También la avaricia y el intrusismo hicieron mucho
daño entre los gremios. Y luego que pasé por la plaza de Santa Caterina, me vino
a la memoria un suceso aquí ocurrido y que tuvo por testigo al cardenal Adriano
de Utrech, venido a esta ciudad a jurar –vano intento-, en representación del
Rey don Carlos, los Fueros de València.
Y es el caso que por favorecer a un
aprendiz suyo al que debía un favor, un tal Pere Malet capoter de oficio,
permitióle abrir una tienda de capotes en esta plaza sin hacer el preceptivo examen.
Denunciado que fue por el Síndico ante el tribunal del Gobernador, tiempo le faltó
a Pere Malet para por mediación de don Diego Jofré, Señor de Pardines, intentar
paralizar la denuncia. El Síndico escuchó al Señor de Pardines, pero cuando
éste marchó, hizo de su capa un sayo, que es lo que el sano juicio y su propia
conciencia le ordenaba.
Enterado don Diego Jofré y herido en
su noble orgullo, tiempo le faltó para regresar, buscar al Síndico y darle de
puñaladas. Intervino entonces el Marqués de Atzeneta, don Rodrigo Díaz de Vivar
y de Mendoza, que diestro en mañas, manejos y tejemanejes, consiguió apaciguar
al acuchillado Síndico y permitió que el aprendiz de Malet abriera su tienda.
Nada más conocerse el hecho, salieron
los gremios ondeando banderas y haciendo sonar sus cajas; los gritos de ¡A casa
de Malet! ¡Mueran los caballeros!, se confundían con los de ¡Justicia!
¡Germania! Así que llegaron a esta
plaza, entraron en la tienda, sacaron todos los capotes y prendiéronles fuego.
Un Escudo Real de yeso colocado por los Jurados sobre la puerta de la tienda,
evitó que ésta fuera también pasto de las llamas. El Señor de Pardines, el
capoter y el aprendiz fueron condenados al destierro.
Cuatro años antes de estos hechos, sucedió el
fallecimiento de nuestro rey don Fernando, era el año del Señor de 1516, dejando
un gran vacío de poder. La peste, que como las riadas, se obstinaba en
visitarnos a menudo y sin previo aviso, hizo huir como las ratas huyen del navío
a punto de naufragar, a nobles y jurados dejando la ciudad sin representantes
oficiales, sólo el controvertido Marqués de Atzeneta, hermano del Virrey don
Diego Hurtado de Mendoza permaneció en la ciudad.
Tiempos terribles que no presagiaban
nada bueno, y desde el púlpito los predicadores, émulos de Vicent Ferrer,
buscaban culpables para calmar los castigos divinos, que en forma de epidemias,
riadas y otras desventuras, nos enviaba el Señor.
Y allí estaba aquel sofocante 7 de agosto de
1519, el pare Castellolí, Castanyolí o como bien quiera que quisiera llamarse este
fraile que Dios o Satanás tengan a buen recaudo, culpando al nefando pecado y a
sus viciosos, de todos los males que acontecían y poco tardó la turba en
encontrar en un tal Cristòfol de la Torre, un flequer de la calle del
Trabuquet, la diana de sus iras. Conducido a las cárceles eclesiásticas por su
condición de tonsurado y no encontrando pruebas suficientes, condenole el
provisor del arzobispo a que un domingo fuese puesto a la vergüenza en la
iglesia mayor y después tuviese cárcel perpetua en el castillo de Chulilla. Más
en acabando la misa, al salir de la Catedral para dirigirse nuevamente a la
prisión arzobispal, esperándole estaban una multitud de niños y mancebos, que
piedras en mano pedían a voces que se le fuera entregado para lapidarlo
convenientemente. Una lluvia de piedras cayó sobre la comitiva cuando mossén
Guillem y mossén Andreu Dalmau intentaron darles buenas razones para que lo
dejaran en manos de la justicia y marcharan en paz. Al tumulto se unió el
comendador Eixarch que a la sazón ejercía en lugar del gobernador Lluis
Cavanilles huido de la ciudad por la peste, un jurado y el mestre racional
Vicente Zaera y entre todos lograron encerrar al desdichado flequer en la
sacristía de la Catedral, a la que todo hay que decirlo, no le quedaban
vidrieras enteras.
Pero la tarde no había calmado la
cólera de la plebe, más bien parece que la digestión del yantar húboles
provocado el hipo de pegar fuego al sodomita, así que bandera al aire, salieron
de sus casas con gran alboroto y dirigiéronse prestos a la puerta que dicen del
Palau, a reclamar que les fuera entregado el flequer. A partir de aquí todo fue
gritos y confusión, escopetazos y cantazos, golpes y campanas tocando a
arrebato y hasta el fuego estuvo a punto de prender en las puertas de la
Catedral si no llega a ser por la presteza de Jordi, un criado del Vizconde de
Xelva que allí se encontraba. Ni siquiera fue respetada una improvisada
procesión, custodia del Santísimo Sacramento al frente, que organizaron las
parroquias de San Esteban, santo Tomás y el Salvador, como último recurso ante
la ausencia de nobles caballeros, ausentes de la ciudad por pestilentes
motivos.
Y así fue como en evitación de males
mayores, regidores y eclesiásticos menguaron la guardia y dejaron al infeliz
flequer en manos de la desordenada justicia popular. Ahítos de efímera gloria, eufóricos
y alborozados, marcharon directos al lugar que llaman el quemadero donde al
fin, dieron cumplida satisfacción a su ira.
Berruguete (detalle)
En la plaza de la Seu aún permanecían
catafalco y paramentos del último Auto de Fe y al final de la calle del
Cavallers reviví una escena memorable. Entraba en Valencia por la Porta de
Quart el Conde de Mélito, don Diego Hurtado de Mendoza, que con su séquito se
dirigía a la Catedral para jurar los fueros como virrey de València. Y a
recibirle acudió el Gobernador Lluis Cavanilles, jurados, oficiales y demás
comparsa de caballeros y nobles.
Mas en llegando al lugar llamado
Tossal, salió al encuentro del cortejo por la calle dels Tints d'Olleta, un grupo
de agermanados encabezado por Guillem Castellví, al que todos conocíamos por
Guillem Sorolla. Altivo, insolente y osado, agarró por las riendas el caballo
del virrey y le espetó: “Los reyes y príncipes nunca buscan atajos en sus
entradas solemnes, con que así, vos que decís representar a nuestro soberano,
debéis seguir este ejemplo y dar la vuelta por la Bosseria y el Mercat”. A lo
que el virrey le respondió: “Como ello sea costumbre, vamos por donde decís,
pues no vengo sino a guardar costumbres viejas y quitar novedades”. Y así, sin
más circunstancia notable que contar, bajó el cortejo por la Bosseria, el
Mercat, giraron por la calle Sant Vicent y entrando por la plaza de la Figuera,
llegaron a la Catedral por la calle de les Avellanes, Santo Tomás y el Palacio
del señor Arzobispo.
Guillem Sorolla, osado y altivo,
tanto ante el virrey como ante el mismísimo rey don Carlos, aunque dicen las
malas lenguas que una vez nombrado comendador de Benaguasil se comportó como un
noble más, quién sabe; y que incluso hizo correr el bulo de su muerte para
provocar la cólera del pueblo, quien sabe.
Lo cierto es que él y el peraire
Vicent Peris acabaron con la moderación del bueno de Joan Llorenç y a su muerte
Peris asumió el mando militar de la Germania. Peris sabía qué y cómo hablar al
pueblo. Orgulloso y valiente como Sorolla, pero tenaz e insobornable. Derrotó
al mismísimo virrey, don Diego Hurtado en Gandia y esta victoria hizo que la
soberbia prendiera en él, y que los moriscos de la contornada sufrieran su
orgullo. Al fin y al cabo eran los servidores de su enemigo.
Aún lo veo, entrando triunfante y
majestuoso por la Porta dels Serrans, montado en negro bridón, vestido de raso
blanco acuchillado, forrado de raso amarillo, tocado con gorra milanesa grana
con una pluma blanca.
Entre vítores y aplausos discurrió la
comitiva por la plaza de Sant Bertomeu y Cavallers. Por la Bosseria con todos
los balcones engalanados, se llegó hasta el Mercat y por la calle de Sant
Vicent hasta su casa de la Mare de Déu de
Gràcia.
Poco se imaginaba que algunos meses
después regresaría a València a escondidas, tratando de avivar un fuego que ya
estaba casi extinto; hasta el último momento rechazó las taimadas propuestas
del Marqués d’Atzeneta que sólo buscaban su perdición y se pertrechó en su casa
junto a su mujer y sus hijos, arropado y protegido por vecinos y adictos.
Y así llegó aquel fatídico 3 de marzo
de 1522. Desde buena mañana redoblaron sin cesar las campanas de la Seu. Hizo
correr el virrey el bulo de que Xàtiva había sido tomada y la Germania
derrotada en toda la comarca. Cundió el desánimo entre muchos partidarios de
Peris, algunos le dieron la espalda y otros se pasaron al bando de los señores.
Dio orden el de Mélito de cerrar todas las puertas de la ciudad. Armáronse los
caballeros, unos con el Marqués d’Atzeneta, otros con Lluis Cavanilles y el
resto con el delegado Mossén Eixarch. En la plaza del Palau se convocó a los
gremios y allí estaban los Jurats con sus gramallas portando lo Rat Penat y demás banderas.
Mientras, en los balcones y azoteas
de la calle de la Mare de Déu de Gràcia
y colindantes, hombres, mujeres y mozalbetes pertrechados de piedras, macetas y
ladrillos en mano, aguardaban el momento de valer a su capitán y abrirle la
sesera a algún mascarat.
A las tres en punto de la tarde, las
tres divisiones se pusieron en marcha. Las campanas volteaban sin cesar. La división dirigida por don Lluis Cavanilles,
avanzó por la calle del Fumeral. Mossén Eixarch y los suyos lo hizo por la
calle de Sant Vicent, unos entraron por la de Carabasins y otras se llegaron
hasta Sant Agustí, para desde allí entrar a la calle de Gràcia y cortar el paso
a una posible huida de Peris.
El Marqués d’Atzeneta, que no había
olvidado como Peris lo había encarcelado en Xàtiva y como había escapado de sus
artimañas, partió de la plaza dels Alls y enfiló la calle de Gràcia. Arcabuces,
ballestas, espadas, picas y lanzas, envueltas en una nube de polvo avanzaban
bajo una lluvia de piedras, tiestos, muebles y agua hirviendo. Y fue el caso
que una maceta de buen tamaño cayó sobre la testa de don Rodrigo Hurtado,
dejándole sin sentido, tendido en el suelo. Corriose la voz de que el Marqués
había muerto y la furia de los atacantes se encendió y con ella la casa de
Peris por los cuatro costados. El calor y el humo se hicieron insoportables. El
precio de doscientos ducados por un Peris vivo o cien, si era muerto, hecha por
un todavía aturdido Marqués d’Atzeneta avivó los ánimos de los mascarats. Bajó
la mujer de Peris con sus hijos llorando y pidió Peris hablar con el Marqués,
mas no había terminado de bajar por la escalera, se abalanzaron sobre él y
cosiéronle a cuchilladas. Arrancáronle la cabeza que pusieron en una pica, y
arrastraron su cuerpo desnudo hasta el Mercat. Allí lo colgaron de los pies,
pues su cabeza aún pende enjaulada sobre el Portal de Sant Vicent.
Y yo sigo mi camino, lejos de esta
ciudad y de estas tierras. Demasiados recuerdos, demasiados sinsabores. Sólo
quiero olvidar y lo único que he conseguido olvidar ha sido mi verdadero
nombre, unos me llamaban Enrique Manrique –o Enriquez- de Ribera, otros Antonio
Navarro, los menos Juan de Bilbao y alguno El hombre de Bernia, incluso dicen
que me asesinaron en Burjassot una primavera de 1522, aunque todos me conocían
por lo Rei Encobert.
X. Oms.
DRAMATIS PERSONAE
VICENT PERIS (Segorbe
1490?- València1522)
Dibujo de Manuel Boix
De oficio velluter, dirigió el ejército agermanado a la muerte de Esteve Urgellés, en 1521. Contrapuesto
a la política conservadora de Joan
Llorenç, con el que tuvo varios enfrentamientos, se opuso radicalmente a
cualquier pacto con la nobleza. Consiguió abolir los impuestos en la ciudad de València, aunque poco después tuvieron
que restablecerse algunos. En un intento de controlar la situación económica de
la Diputació, Peris exigió a los diputats
“donar compte e rahó de tots los bens de
la Generalitat”, a pesar de considerar esta petición de “cosa inaüdita e insoportable e contra los
actes de Corts atorgats a la Generalitat”, accedieron y pusieron los libros
de cuentas a su disposición.
Ese mismo año derrotó al virrey Diego Hurtado de Mendoza en Gandia, la que fue su única victoria
militar. Desoyó las advertencias de su capitán, Pere Palomares, de acudir inmediatamente en auxilio de la plaza de Oriola, dedicándose a saquear Dénia y otras poblaciones de La Marina, ensañándose sobre todo con
la población morisca.
Regresó triunfal a València con el botín obtenido en Gandia, alojándose en el Palau Reial. Partió nuevamente hacia Morvedre, donde fue derrotado por el Marqués de Zenete teniendo que
refugiarse en el castillo de Xàtiva.
Intentó el marqués un pacto con los agermanats
de Xàtiva, ocasión que aprovechó Peris para hacerlo preso y
encarcelarlo.
En febrero de 1522 regresa a València en un intento de recobrar la
ciudad y se refugia en su casa de la calle Mare
de Déu de Gràcia. Rehusa los ofrecimientos del Marqués de Zenete de un perdón si se entrega y se hace fuerte en su
casa junto a su familia y un buen número de partidarios. Finalmente el 3 de
marzo de 1522, el virrey ordena el asalto, incendian la casa, Peris muere apuñalado y es decapitado.
Tras derribar la vivienda, el solar resultante es allanado y sembrado de sal,
con la prohibición de volver a construir allí. Sus bienes fueron confiscados,
su mujer ajusticiada. Fue declarado “fill
del diable” y se declararon traidores a sus descendientes hasta la cuarta
generación. Su cabeza fue colocada en una jaula sobre el Portal de Sant Vicent. La plaza existió hasta la década de los 40
del siglo XX, que desapareció con la construcción de la avenida del Barón de Cárcer y la urbanización de su
entorno.
Para unos Vicent Peris, fue un personaje traidor y nefasto, como lo califican
Escolano o Diago. Otros como Viciana
lo calificaban de “Hombre de insuperable
coraçon y muy brioso” aunque en otro apartado de su Crónica lo tilda de “colérico
y enemigo de Dios y del Rey”. Los historiadores del siglo XIX son más
benignos con él, llegando incluso, como es el caso de Manuel Fernández Herrero o Roque
Barcia a considerarlo un héroe nacional, comparando en el caso de Barcia, las Germanías y las Comunidades
con el levantamiento republicano de 1870. El romanticismo liberal de Boix, mitifica la Germanía y sus personajes confundiendo realidad y ficción, siendo
su máximo exponente la novela “El
Encubierto de Valencia”. Para Juan
B. Perales, Vicent Peris “es el único que merece el dictado de héroe,
entre los gefes de la Germanía. Rudo, fogoso, de escasa instrucción, pero
altivo, valiente y pundonoroso”.
GUILLEM CASTELLVÍ (Sant Mateu 1484-Xàtiva 1522)
Nacido en Sant Mateu del Maestrat, se trasladó a València viviendo en casa de un tío suyo conocido por Sorolla, del que tomó el apellido y
aprendió el oficio de teixidor.
En 1519 formó parte de la Junta dels Tretze y uno de los
embajadores que parlamentó con Carlos I en Molins del Rei.
José Benlliure
Cabecilla agermanado, intervino en
varias algaradas callejeras; según las crónicas, valiente y con gran
predicamento popular y según otras, soberbio y oportunista. Intentó la adhesión
a la Germania de Morella sin conseguirlo.
Su carácter radical se moderó al ser
nombrado procurador de Benaguasil, La Pobla de Vallbona y Paterna, en 1520.
En 1521 mantuvo contacto con el
movimiento agermanado mallorquín a los que dio consejo. En noviembre fue hecho
preso y trasladado a Montesa y Xàtiva, ciudad donde fue ajusticiado en
1522.
Si para Manuel Fernández Herrero (Historia de las Germanías de Valencia -1870-
), Guillem Sorolla era un valiente
hijo del pueblo, Juan B. Perales, lo
describe como un “joven, audaz,
elocuente, valeroso … que reunía prendas muy superiores a todos los demás, las
cuales empleó en provecho propio … deslumbrado con el cargo de gobernador de
una fortaleza (Benaguasil), pareció olvidarse completamente de la Germanía y de
sus propias predicaciones”.
JOAN
LLORENÇ
(València 1458-1520)
De oficio peraire, fue el ideólogo y creador de las Germanías, de verbo fácil y elocuente se convirtió en el líder del
movimiento agermanado. Creó la Junta dels
Tretze, órgano de gobierno de la Germanía y junto con el comerciante sucrer
Joan Caro y Guillem Sorolla se entrevistaron con Carlos I en Molins del Rei,
consiguiendo de éste –momentáneamente- la legalización de la Germanía.
Su espíritu dialogante pronto chocó
con el sector más radical encabezado por Vicent Peris, Guillem Sorolla y Esteve
Urgellés, provocando su caída y poco después su muerte en 1520.
L’ENCOBERT (¿?-finales s. XV-
Burjassot 1522)
Portada de la novela de Vicente Boix "El Encubierto de Valencia", errata incluida
Poco se sabe de este personaje –o
personajes, porque aparecieron varios- del que mucho se ha escrito. Los datos
más contrastados, los aporta el profesor
Ricardo García Cárcel y apuntan a que se llamaba Antonio Navarro y que era posiblemente de origen castellano. Aunque
otros como Vicente Boix (1813-1880),
opinaban que se llamaba Enrique Enríquez
de Ribera.
Intervino activamente en los últimos
momentos de la Germanía, tras la
muerte de Vicent Peris, participando
en varias escaramuzas contra las tropas del virrey.
Que se conozca, su primera aparición pública
fue un 21 de marzo de 1522 en la colegiata de Xàtiva, con un vehemente discurso de matices apocalípticos rayanos
en la herejía, en el que incitaba al pueblo a continuar la lucha en nombre de
la justicia divina.
Afirmaba que era el hijo del príncipe
don Juan, hijo a su vez de los Reyes Católicos, y de la archiduquesa Margarita de Austria. Y
que una conspiración urdida entre el Cardenal
Mendoza y Felipe El Hermoso, lo
hizo desaparecer haciendo creer que había muerto al nacer. Realmente, el
príncipe heredero Juan falleció
dejando a su esposa, Margarita
embarazada y dio a luz una hija que murió en el parto. Pero esta teoría de la
conspiración, carece de base porque el Cardenal
Mendoza había muerto dos años antes que el príncipe Juan, por lo que evidentemente nada pudo conspirar.
Intentó sin conseguirlo entrar en València y recuperarla para la Germanía, días después, el 19 de mayo
de 1522, moría asesinado en Burjassot
por esbirros del virrey. Su cabeza fue colgada en la Porta de Quart.
Después de su muerte, aparecieron
otros personajes que decían ser L’Encobert,
así en el mismo año 1522, fue preso y ahorcado un individuo que se hacía pasar
por él y al año siguiente, en València
fue decapitado otro, pero esta vez fue una esquina de la Llotja la que tuvo que aguantar el peso de la linterna que contenía
su cabeza.
RODRIGO
HURTADO DE MENDOZA Marqués de Zenete (Castilla 1466-València
1523)
Al igual que su hermano Diego, Rodrigo era hijo de don
Pedro González de Mendoza, cardenal y arzobispo de Toledo, y de doña Mencía de
Lemos, dama de la corte de Isabel I
de Castilla, a los que la Reina
Católica llamaba cariñosamente “los
bellos pecados de mi cardenal”; era nieto también del Marqués de Santillana.
Se distinguió por sus habilidades en
el campo de batalla; en la guerra de Granada
como reconocimiento, Fernando II le
recompensó con posesiones en Jadraque
(Guadalajara), Guadix (Granada) y
Albaida (València).
En 1491 es nombrado Marqués de Zenete y Conde del Cid, ya que los Mendoza se decían descendientes
directos del Cid. También es
conocido como Rodrigo Díaz de Vivar y de
Mendoza.
Casó con doña Leonor de la Cerda, enviudando al poco tiempo y se embarcó poco
después en la expedición al Reino de
Nápoles, bajo el mando del Gran
Capitán.
De vuelta a Castilla, pretende casarse con María
de Fonseca, hija de Fernando Fonseca,
señor de Coca; pero ante la negativa
de, tanto de los padres de María,
como de la reina Isabel que tenían
otros planes para ella, decide raptarla y casarse con ella, refugiándose en su
castillo de Jadraque.
Al ser nombrado su hermano Diego, virrey de València, acude con sus tropas a una capital del Regne convulsionada por el movimiento
agermanado. En un principio su política con los agermanados provoca las
sospechas del rey Carlos I, que
incluso llega a ordenar su destierro –la orden no llegó a cumplirse-, pero en
realidad se trataba de una estrategia para intentar descabezar la rebelión.
En 1521 es nombrado gobernador de València y en poco menos de un año
consigue acabar con el movimiento agermanado, a pesar de haber sido apresado
por Vicent Peris en Xàtiva, cuando sin su ejército,
intentaba un dialogo con sus dirigentes.
En 1522 falleció su esposa María de Fonseca y un año después le
siguió él, tal y como cuenta Viciana
en su Crónica: “A 23 de febrero año de 1523, el marqués de Zenete fallesció de
callenturas en la mesma ciudad de Valencia. Fue sepultado en el monasterio de
la Trinidad, con muy grande llanto de sus criados y servidores y vezinos de la
ciudad. Luego, passados ocho días, don Diego Hurtado de Mendoça, su hermano,
vino de Castilla a visitar y a consolar a sus sobrinas, hijas del dicho marqués.”
Fruto del matrimonio con María de Fonseca, fue su hija Mencía de Mendoza, persona que
contribuyó enormemente a la introducción del humanismo y las artes gráficas en València. Amiga y mecenas de Lluis Vives, al que conoció en Breda, ciudad donde se había trasladado
al casarse con Enrique III de
Nassau-Breda. Posteriormente, al
morir éste, casó con Fernando de Aragón,
Duque de Calabria, viudo de
Germana de Foix.
María, hizo construir un sepulcro
de mármol blanco donde reposan los restos de sus padres y los suyos, en el Convento de Santo Domingo.
Si bien tanto en el campo de batalla
como en el de los amoríos el marqués fue un personaje indiscutible, recientes
investigaciones han sacado a la luz turbios asuntos en el plano económico, como
la evasión de impuestos en la importación ilegal de mercancías y un montón de
deudas a las que su hermano Diego,
tuvo que hacer frente.
DIEGO
HURTADO DE MENDOZA Conde de Mélito (Manzanares 1468?-Toledo 1536)
Al igual que su hermano Rodrigo, Diego era hijo de don Pedro González de Mendoza, cardenal
y arzobispo de Toledo, y de doña Mencía de Lemos, dama de la corte
de Isabel I de Castilla, a los que
la Reina Católica llamaba
cariñosamente “los bellos pecados de mi
cardenal”, nieto también del Marqués
de Santillana y abuelo de Ana Mendoza de la Cerda, Princesa de Éboli.
Participó en las luchas por la toma
de Granada y junto a Gonzalo Fernández de Córdoba “El Gran
Capitán”, en el Reino de Nápoles,
obteniendo el título de Conde de Mélito
por su intervención en la toma de dicha ciudad.
En 1520 fue nombrado por Carlos I virrey de València, su actuación fue muy poco afortunada, no aceptando el
diálogo que en sus primeros momentos le ofrecían los agermanados, los cuales no
lo veían con muy buenos ojos por haber sido nombrado por un rey que no había
ido a jurar los Fueros a València. Su actitud timorata, huyó de
la ciudad a causa de la peste, no le granjeó muchas simpatías entre sus
ciudadanos.
En junio de 1520, un grupo de
agermanados asaltó su casa y huyó a Cocentaina,
de allí pasó a Xàtiva y
posteriormente a Dénia y Peníscola.
En 1521 fue derrotado en Gandia por el ejército de Vicent Peris, sólo después de conocer el
descalabro agermanado en Oriola,
inició el regreso a la ciudad entrando en València
el 21 de octubre de 1521.
El 3 de marzo de 1522 ordena el
asalto a la casa de Peris que es
decapitado y después de sofocar la Germanía
en las plazas de Xàtiva y Alzira consigue su rendición el 5 de
diciembre de 1522.
En marzo de 1523 fue destituido de su
cargo, siendo nombrada virreina de València
doña Germana de Foix.
BIBLIOGRAFÍA
CRÓNICA DE LA ÍNCLITA Y CORONADA
CIUDAD Y REINO DE VALENCIA R. Martí de Viciana
HISTORIA DE VALENCIA Escolano-J.B.
Perales
LAS GERMANÍAS DE VALENCIA Lluis de
Quas
EL ENCUBIERTO DE VALENCIA Vicente
Boix
HISTORIA DE VALENCIA Vicente Boix
LA GERMANÍA DE VALENCIA Manuel
Danvila
HISTORIA DE LAS GERMANÍAS DE VALENCIA
Manuel Fernández Herrero
LA CIUTAT DE VALÈNCIA Manuel Sanchis
Guarner
LAS GERMANÍAS DE VALENCIA R. García
Cárcel
CRIM DE GERMANIA Josep Lozano
LA GERMANÍA, UNA REVOLUCIÓN EN LA
VALENCIA RENACENTISTA Vicent J. Vallés
He de volvérmelo a leer despacio. Me fascina tanta información de nuestro pasado, que solamente contigo podemos conocer. Mi profundo reconocimiento a tu esfuerzo. Gracias.
ResponderEliminar