lunes, 13 de junio de 2011

LOS OTROS CEMENTERIOS DE VALENCIA II

El cementerio de Belén o de los apestados.
El año 1647 fue poco favorable a esta ciudad de Valencia, por la necesidad y pobreza que en ella se conoció, éstas son las palabras, con las que el dominico Francisco Gavalda, inicia el parágrafo I de su libro publicado en 1651, “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste” (fig. 1). Ciertamente no faltaba razón en dichas palabras, pues con independencia de otros sucesos, la ciudad de Valencia y el Reino (que ya habían padecido, en numerosas ocasiones, hasta dicho año, al menos diecinueve epidemias desde la Peste Negra de 1347), sufrió nuevamente en 1647, el que puede calificarse como el último grave azote de este jinete de la Apocalipsis.




Fig. 1.- Portada del libro “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste”.




La epidemia de peste de 1647 tuvo su inicio en la capital y fue introducida en la misma por un barco de procedencia Argelia, se extendió en el mismo año por tierra hasta llegar a Alicante y posteriormente a Orihuela, Murcia y Lorca, llegando por mar hasta Gibraltar, Cádiz y Huelva. En el siguiente año, alcanzó las tierras del Maestrazgo y La Plana.




La epidemia fue negada en un primer momento por los médicos, lo que motivó que no se tomasen desde un inicio las medidas adecuadas con la consiguiente propagación de la epidemia. Posteriormente, cuando mudó el parecer de los facultativos y se adoptaron medidas como el cierre de puertas de la ciudad, aislamiento de sospechosos de contagio, instalación de casas para los enfermos en las afueras y otras, estas se revelaron como insuficientes, tanto por si mismas, dado lo avanzado de la epidemia, como por la defectuosa aplicación, debida en ciertas ocasiones a la corruptela de los encargados de llevarlas cabo.
Una de las medidas adoptadas, aunque quizás tardíamente, fue la obligación que se impuso a médicos, cirujanos y familiares de manifestar los casos declarados de enfermos al Justicia Criminal, todo ello al objeto de que mediante unos carros y silletas que había repartidos por las iglesias, se sacase a los enfermos fuera de la ciudad, concretamente a las casas que se señalaron como enfermerías y que fueron:
- La casa de Troya en el arrabal de San Vicente, la cual pertenecía a los Condes de Casal, para los procedentes de la Parroquia de San Martín.
- Una casa en Arrancapinos, perteneciente a D. Francisco Milán y Don Diego Sans, para los de la Parroquia de San Juan.
- La casa del Marques de Quirra en la calle de Murviedro, para los de la Parroquia de San Esteban.
- El huerto de Arguedes junto al portal de la Corona, para los de Santa Catalina Mártir, Santa Cruz y San Miguel.
- Y por último, la casa del Marques de Maqueda, que estaba en Patraix para las demás parroquias.
La peste de 1647 ocasionó en la ciudad de Valencia la muerte de 16.789 personas y en todo el Reino la de unas 30.000. Las primeras muertes se produjeron en Ruzafa a principios de Junio y según relata Francisco Gavalda (sic) “Entrado el mes de Octubre era en Valencia el duelo, y sentimiento universal, por ser tan grande la mortaldad que no podía los cuerpos enterrarse a brazos de los sepultureros.”. A tal efecto, relata Gavalda, que proveyó la Ciudad a las Parroquias de unos carros, los cuales iban recogiendo por las calles, los cuerpos que por las ventanas descolgaban, envueltos algunos con una sabana y otros aún sin ella.




Fig. 2.- Ilustración sobre la peste.




Como no encontraron personal que quisiera enterrar y amortajar a los fallecidos, la ciudad, para tal finalidad y para conducir los citados carros, compró algunos esclavos y no siendo estos suficientes, se ayudó de algunos presidiarios a los que se les concedió a cambio la remisión de sus penas. Resulta comprensible el nulo interés que pudieran tener esclavos y presos en el cumplimiento de tal misión, por ello, en ocasiones, como relata Gavalda, por no pasar dos veces por una misma calle se llevaban a enfermos vivos por muertos y en otras exigían dinero a las familias para llevarse los cadáveres, vamos como textualmente expresa el citado autor, estos “no tenían en enterrar los muertos la caridad de Tobías”.
Al inicio de la epidemia los cuerpos de los fallecidos eran enterrados en los carneros de las iglesias intramuros, pero a medida que avanzó la misma, siendo ya tan numerosos los muertos, resultaron insuficientes tanto estos como las sepulturas comunes de las iglesias, a lo que hay que añadir el inconveniente de que teniendo que aperturarlas tan a menudo estando tan llenas de cadáveres, se corría un grave riesgo para la salud pública. Todo ello motivó que por la Ciudad se determinara adquirir un terreno extramuros de la ciudad al objeto de poder dar sepultura a los fallecidos a causa de la epidemia y ello con independencia de que, en casos, como los que fallecían en la enfermería de la casa de Troya, en el arrabal de San Vicente, se les sepultara en la capilla de la Magdalena, que formando parte del Convento de San Vicente de la Roqueta se situaba frente a él.
Así pues, la Ciudad adquirió a las entonces afueras de Valencia, junto a la salida del portal dels Ignoçens, un terreno que pertenecía a Constantino Cernesio, Conde de Parcent, para carnero común, y según relata Gavalda, “Bendijole el Ordinario, y llamose el camposanto, y es el que vemos ahora cercado de pared…”. Una representación gráfica de dichos terrenos, realizada con anterioridad a los sucesos relatados, podemos encontrarla en el plano realizado por Antonio Mancelli en 1608, son unos terrenos que se representan con arbolado y se sitúan tras una edificación que se rodea de un cercado, como puede observarse en la fig. 3.




Fig. 3.- Extracto del Plano de Antonio Mancelli de 1608.




Relata Gabalda, que para enterrar los cadáveres de la epidemia de peste, el citado terreno se dispuso de la siguiente forma: Abrieron unas acequias que tiraban por lo largo casi todo lo que decía el campo, de ancho tenía 18 pies, y de hondo un estado de hombre; a la una parte de las acequias había unos montones de tierra que se había sacado de ellas, y a la otra mucha cal, para ir echando así de ésta como de aquella, sobre los cuerpos que enterraban. En la descripción que efectúa Gabalda de los luctuosos sucesos continua diciendo: A los principios causaron los carros notable horror y desconsuelo a los vivos, porque no llevaban más que el mondo armazón de un carretón ordinario, sin cosa alguna que cubriera los difuntos, de los cuales unos iban con su vestido ordinario, otros envueltos en una sabana, otros con una manta y otros con sólo su camisa, a quien no causaría grima y horror tal espectáculo. Después se mejoró mucho la cosa porque cubrieron los carros con cielo de cañas y sobre éste echaban una tela negra, pintada en ella una cruz.
Según consta en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, Parcent, C25, D2., los terrenos que adquiere la ciudad al Conde de Parcent para instalar el cementerio, pertenecían a la casa desde pocos años antes y eran parte de las 4 cahizadas y cuatro anegadas de tierra, que Constantino y Francisco Cernesio, señores de la baronía de Parcent, habían adquirido concretamente el 27 de Diciembre de 1637 de D. Andrés Rebert y Paula Benet consortes y Dª. Jacinta San Germán y de Rebert, por el precio 2527 libras y 10 sueldos, ante el notario Vicente Gasull (figs. 4y 5) .




Figs. 4 Extracto de carátula del expediente

Fig. 5.- Extracto de copia de la Escritura.




Diversas han sido a lo largo del tiempo las formas en que se ha nombrado al cementerio del que estamos tratando, entre ellas se le ha nombrado simplemente como “el cementerio” sin añadir nada más, cuando lógicamente aún no existía el actual cementerio general, también recibió el nombre de “cementerio de los apestados”, por otra parte apunta Catalá Gorgues la denominación de “fossar del contagi o del morbo” y por último se ha hecho también referencia al mismo como “el cementerio de Belén”, pues bien, debe matizarse que cuando por la ciudad se adquieren los citados terrenos, para destinarlos a cementerio en la epidemia de peste, el convento de Belén, al que hace referencia dicha forma de nombrarlo no existía, si existía la casa y el cercado que hemos visto en el plano de Mancelli (fig. 2), pero el convento aún no había sido fundado, éste según Cruilles siguiendo a Esclapés, se fundó el 3 de Julio de 1673 para religiosas del Orden de Santo Domingo, para lo cual dio algunas pingues posesiones D. Jacinto Sanz, caballero Valenciano.


Fig. 6.- Fotografía de la fachada del Convento de Belén recayente a la calle Guillen de Castro.




Este cementerio de los apestados puede considerarse como el antecedente del Cementerio General actual, en cuanto no pertenecía a una Parroquia concreta como los fossars que existían intramuros, sino que era ciertamente un cementerio de la Ciudad, lo cual intentó siempre la municipalidad dejar bien claro, como cuando por ejemplo, el clero de la parroquia de los Santos Juanes, a cuya demarcación correspondía el terreno en el que se ubicaba el cementerio y debido a que por tal motivo acudía allí el día de difuntos a responsar y celebrar algunos actos, solicitó a la Ciudad licencia para edificar una capilla, al objeto de no quedar expuestos al desabrigo e inclemencias del tiempo. Por deliberación de 13 de febrero de 1659, se otorgó, por concordia entre los Jurados de la Ciudad, el rector y el clero de la iglesia parroquial de los Santos Juanes, la licencia para la construcción de la mencionada capilla, ahora bien, con la condición de no enterrar allí persona alguna ni enajenar la citada capilla sin previa licencia de la Ciudad, en la figura 7.- se reproduce la citada deliberación transcrita por Orellana. A la citada capilla se le adosó un atrio que fue construido en 1699, cuarenta años después de la construcción de la capilla, en éste estaba previsto colocarse una inscripción alusiva a que la obra se había costeado con limosnas votivas y declarando que dicho cementerio pertenecía a la Ciudad, parece ser, según refiere Orellana, que la citada inscripción no llego a ponerse.


Fig. 7.- Deliberación de 13 de Febrero de 1659, transcrita por Orellana en su apéndice documental a su Valencia Antigua y Moderna.


Fig. 8.- Extracto del Plano de Tosca en el que puede observarse el recinto vallado, la capilla, la puerta recayente a lo que actualmente sería la calle de Cuenca, todo ello a espaldas del Convento de las Monjas de Belén.




El mantenimiento de la ubicación de este cementerio, una vez fundado el convento de Belén ocasiono graves inconvenientes a dicha congregación, y ello porque el citado cementerio se utilizo de ordinario para depositar en el los restos de exhumaciones de ciertos cementerios parroquiales. Las molestias que se ocasionaban al convento se reflejan, en una instancia que remitió la Superiora de dicho convento al Capitán General Duque de la Roda el 7 de Abril de 1794 y que Catalá Gorgues reproduce en su libro “El Cementerio General de Valencia, historia, arte y arquitectura 1807-2007”, instancia en la que se relata por ejemplo que, es tanto el hedor, y corrupción que exhalan los cuerpos difuntos que conducen al citado Cementerio que ha sucedido en cierta ocasión enfermar veinticuatro Religiosas y de estas haber muerto algunas por el aire pestilente y nocivo que recibieron…, en otro pasaje sigue diciendo, añádese a todo lo dicho, que un lugar tan santo y sagrado como el Cementerio, donde se entierran cuerpos gloriosos, que están gozando de la presencia de Dios, por su mala disposición, sirva para pasto de perros y apacentar ganados, como se ha visto y sobre ello declararan testigos, verificándose igualmente entrar en él hombres y mujeres a malos fines…, termina la superiora solicitando se suspenda la traslación de los cadáveres que de las sepulturas de San Martín, que en aquellas fechas se estaban exhumando o bien que se situase más distante el cementerio en lugar que no ofenda a la Comunidad y demás habitantes circunvecinos.


Fig. 9.- Plano de 1811.

Fig, 10.- Plano de 1853.




A pesar de que las quejas como la antes expuesta pudieron impulsar la decisión de la creación del actual Cementerio General, el cementerio de Belén se continuó utilizando en numerosas ocasiones, tanto para depositar en él los restos de los cementerios parroquiales, como incluso cuando estando ya inaugurado el Cementerio General, con ocasión de las epidemias de cólera de 1834, 1854 y 1855 se rehabilitó el mismo como cementerio de infecciosos, los restos de las dos ultimas epidemias citadas fueron exhumados en 1862 y trasladados al Cementerio General. Las victimas de las cuatro epidemias de cólera que se padecieron con posterioridad, incluidas las de la epidemia de 1885, fueron ya inhumadas en el actual Cementerio General.
Como antes hemos expuesto, varias fueron las cautelas con las que la municipalidad quiso dejar bien patente que la propiedad de este recinto funerario era de la Ciudad y no de parroquia alguna, no obstante, a pesar de ello, refiere Catalá Gorgues, que en 1846 el clero de los Santos Juanes reclamaría como propiedad suya el cementerio primero y luego su capilla, siendo objeto de devolución al Ayuntamiento en 1878. Ahora bien, no fue dicha parroquia únicamente la que pretendería hacerse con los terrenos, sino que en 1838, el entonces conde de Parcent considerando que los terrenos ya no tenían uso por la Ciudad y que su antepasado los había dado a la misma para un determinado fin, intentó la reversión del dominio de los mismos a su casa, no obstante el expediente parece concluir la no devolución de los mismos, argumentando entre otros motivos que la cesión que en su día se hizo de dichos terrenos a la Ciudad no fue graciosa por parte del Conde, así se puede ver en el expediente que con la signatura PARCENT C20.D.17 consta en la Sección de Nobleza del Archivo Histórico Nacional.




Fig.11.- Escrito relativo a sobre la reclamación hecha por el conde de Parcent de unas anegadas de tierra, situadas a espaldas del convento de religiosas de Belén, extramuros de la ciudad de Valencia.




No obstante, a pesar de los intentos de apropiación o de reversión el terreno se mantuvo en manos de la ciudad y desde que dejó de destinarse a cementerio, tuvo varios usos, por ejemplo, en su capilla se instaló en 1870 , el depósito judicial de cadáveres, y posteriormente hubo en sus terrenos otras dependencias municipales, entre ellas creo recordar y no lo afirmo, estuvo algún tiempo la oficina de objetos perdidos del Ayuntamiento. Con posterioridad, se abrió la calle llamada Aragón en un principio y ahora de María Llacer. En el solar que quedó entre dicha calle y la Gran Vía, previo el derribo de algunas construcciones preexistentes tanto de uso residencial como otras dedicadas a almacenes del Ayuntamiento, se construyó entre 1961 y 1962 el edificio de la Jefatura de Policía, según proyecto del año 1956 del arquitecto Javier Lahuerta Vargas, dice la “Guía de Arquitectura Valenciana” CTAV 2007, que el tratamiento exterior, es de líneas puras y fuerte contraste entre cuerpos horizontales y verticales, muestra la pervivencia de los postulados del expresionismo alemán, especialmente la aplicación que de ellos hizo el arquitecto alemán Erich Mendelsohn.


Fig. 12.- Extracto de plano de 1925.

Fig.13.- Edificio de la Jefatura de Policía de la Gran Vía de Ramón Y Cajal.




Para finalizar esta exposición, haré referencia a una curiosa noticia aparecida en diversos periódicos del año 1850, entre ellos “El Heraldo” de Madrid, en su edición de 2 de Julio, que hace referencia a la utilización del faetón y depósito de cadáveres antes nombrado para la practica del contrabando, por lo curioso de la noticia se reproduce a continuación.


Fig. 14.- Extracto de la edición de 2 de Julio de 1850 del “El Heraldo” de Madrid.




Para la realización de este post ha sido utilizada la bibliografía, archivos y hemeroteca que a continuación se relaciona.
- “Memoria de los sucesos particulares de Valencia y su Reino en los años 1647 y 48, tiempo de peste”. Francisco Gabalda, Valencia 1651.
- “Valencia antigua y moderna”, Marcos Antonio de Orellana, Acción Bibliográfica Valenciana, Valencia 1924.
- “Guía Urbana de Valencia antigua y moderna”, Marques de Cruilles, Valencia 1875.
- “El Cementerio General de Valencia, historia, arte y arquitectura 1807-2007”, Miguel Ángel Catalá Gorgues, Ayuntamiento de Valencia 2007.
- “Guía de Arquitectura Valenciana” ICARO 2007.
- “Gran Enciclopedia de la Región Valenciana”, Valencia 1973.
- Archivo Histórico Nacional, sección Nobleza, Parcent.
- Hemeroteca Nacional, edición de 2 de Julio de 1850 del “El Heraldo” de Madrid.
- “Botanic.Jesuites, cronología secular d’un paisatge (1877-2008)”, Universitat de Valencia, 2008.
- Foro Remember Valencia.
- “Historical maps of the town of Valencia.1704-1910” Ayuntamiento de Valencia, 1985




Arrancapins (Foro Remember Valencia, pág. 920, post 18400)




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2 comentarios:

  1. Hola, os están fallando los enlaces de las fotos.
    http://remembervalenciaelblog.blogspot.com.es/2011/06/los-otros-cementerios-de-valencia-ii.html

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  2. Molt interessant. Una llàstima que no es vegen les imagens.

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