miércoles, 15 de junio de 2011

LOS OTROS VALENCIANOS 1

 

Friso

DE MUSULMANES A MUDÉJARES

Mudéjar, del árabe mudaǧǧan, domado. Ésta es la definición que el diccionario de la Real Academia de Lengua Española da del término. Pero detrás de este vocablo hay más de tres siglos de historia.

Tras conquistar el rey Jaume I la ciudad de Valencia, y la firma de Capitulaciones con Zayyan el día 28 de septiembre de 1238, ordena a los musulmanes que la habitaban, el abandono en el plazo de veinte días del recinto amurallado de Madinat al-Balansiyya, pero los que quisieran quedarse podrían hacerlo, con la garantía de estar “salvos y seguros bajo la protección del rey”, asignándoles a tal efecto un espacio fuera de las murallas pero junto a ellas: la Morería.

Muchos emigraron a otras tierras, preferentemente al sur del Xúquer, pero una minoría, unos doscientos aproximadamente optaron por quedarse.

Los musulmanes, a partir de ese momento mudéjares, disfrutaron de ciertos derechos que les concedió el rey. Se les permite ejercer el culto islámico, hablar su lengua –el árabe-, mantener sus costumbres arraigadas desde el siglo VIII, regirse por sus propias leyes y tener sus propios oficiales, pero era competencia exclusiva de la morería, el Baile General del Reino.

Aunque en teoría y así nos lo presentaron muchos historiadores, los mudéjares disfrutaron de muchos derechos y privilegios durante los primeros años, estudios posteriores demostraron que era una visión demasiado optimista sobre todo en lo que se refiere a la convivencia con los nuevos colonos, hay que tener en cuenta que para los mudéjares supuso un corte total tanto social como económico. En el ámbito de la administración pública, no podían tener ninguna jurisdicción sobre los cristianos. Tampoco podían pertenecer a ninguna cofradía ni gremio, no hay que olvidar el alto componente religioso que tenían.

Desde 1340 los mudéjares tenían que llevar el pelo cortado en redondo: “garceta al cap” y respecto a la vestimenta, llevar una “tovallola blava al cap”.

Por otra parte Jaume I necesitaba conservar la antigua población musulmana en sus territorios, no tanto en la ciudad como en el campo, pero la necesitaba. Hacía falta mano de obra porque la afluencia de repobladores cristianos no fue la esperada: en noviembre de 1270 se lamentaba en la ciudad de Barcelona de que sólo hubieran acudido al nuevo reino 30.000 cristianos cuando se esperaban al menos 100.000. A pesar de todo, la repoblación continuó lenta pero constantemente.

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LA MORERÍA

A diferencia del call –la judería- que creció dentro de las murallas islámicas, el vicus sarracenorum, fue manifiestamente marginado, situándolo fuera de las murallas, cercana a la puerta de Bab al Hanax, llamada a partir de entonces de la Morería, junto al cementerio musulmán y al lado de la antigua vía romana.

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Estaba limitada al sur por la actual calle de Quart, al este por la calle Baja (carrer Baix de l’Alfondech), contigua al valladar de la muralla árabe, al norte por la plaza de mossén Sorell y la calle dels Tints Majors –hoy de la Corona- y cerraba el perímetro por el oeste el Hort dels Tiradors del gremio de los pelaires.

Había cuatro puertas, la principal que era la de la Batlia, en la calle Baja y que se hallaba junto al Alfondech, antiguo parador o posada que pertenecía al Patrimonio Real y donde pronto se instalaron las oficina de la Bailía; la del Malcuinat, en la plaza de mossén Sorell, frente al horno; la del Esmolador, en la esquina de la calle de la Corona, cercana a los baños; y la del Camí de Quart, que daba a la calle Quart.

En realidad la Morería no estaba cercada por una muralla, eran las propias casas las que hacían de cierre y solo se tabicaron las bocacalles dejando las cuatro puertas mencionadas. Parece probable que también desde el edificio de la Batlia –antiguo Alfondech- se tuviera acceso a la Morería.

La acequia de Na Rovella la atravesaba de oeste a este por su parte septentrional y lógicamente era empleada no solo con fines higiénicos sino también industriales.

La calle principal era el carrer Major de la Morería, actual calle de Sant Miquel y que continuaba con la llamada calle del Malcuinat, atravesando estas dos arterias el recinto de sur a norte, y perpendicular a éstas en dirección este, la calle del Malcuinat Vell. El resto era un dédalo de callejuelas y recovecos.

LA MEZQUITA

El rey Jaume I donó a la comunidad mudéjar la casa que había sido de Ali Algadarli para que en ella construyera su mezquita. En el año 1521, la mezquita fue asaltada, consagrándose a continuación al culto cristiano con el nombre de Sant Miquel y Sant Donís, haciéndose posteriormente diversas ampliaciones; sólo una parte de la iglesia que se derribó en el año 1940 correspondía a la mezquita. Únicamente se salvó la portada neoclásica que se trasladó a la iglesia de San Pascual Bailón, en la calle doctor Moliner. Pero ya antes, en 1902 la iglesia había perdido la titularidad de parroquia trasladándola a la iglesia del Convento de San Sebastián, en la calle Quart, con la denominación de San Miguel y San Sebastián. A espaldas de la mezquita y aprovechando el derribo de varias casas se construyó entre 1670 y 1675 la Casa de la Misericordia, que fue derribada en el año 1949, salvándose únicamente la iglesia, que tras años de abandono fue donada a los religiosos mercedarios, constituyéndose en parroquia en el año 1956 bajo la advocación de Nuestra Señora del Puig.

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LA CÁRCEL

La cárcel de la morería o les cases del carceller, como aparece en algunos documentos notariales, estaba situada junto al cementerio islámico y cerca de la Porta del Malcuinat. La mención a les cases del carceller, da a entender que además de locales para presidio había también viviendas para el guardián o encargados de la custodia de los presos. El carcelero era un cargo designado por el Baile, y normalmente estaba desempeñado por cristianos.

EL HORNO

Próximo a la cárcel y por lo tanto cercano también a la Porta del Malcuinat, estaría en la esquina de la calle Alta con la plaza Mossén Sorell. Generalmente el pan era amasado en casa y en el horno sólo se hacía la cocción. Además de las dependencias propias para el horneado, el horno tendría como es natural, leñera y habitaciones para el encargado, que también dependía del Baile General.

LA CARNICERÍA

Las carnicerías estaban situadas en la plaza del Tossal, aunque debían de estar abiertas hacia el interior de la morería. Parece ser que en 1322 existían ya en el mismo barrio dos tablas de carnicería y un obrador contiguo a ellas, que eran propiedad de las monjas Clarisas del cercano Convento de Santa Isabel.

EL MOLINO

Estaba situado en el interior del barrio, junto a la acequia de Na Rovella, esquina a la calle del Malcuinat, frente al horno y cerca de los baños. Este horno era utilizado también por los cristianos, que lo regentaban y también dependían directamente del Baile.

LOS BAÑOS

Los baños estaban situados en el sector nord-occidental de la morería, dando una fachada lateral a la calle dels Tints Majors y a la acequia de Na Rovella. Era un edificio único con varios departamentos, separados unos de otros por patios descubiertos. Estaba provisto de un pozo, una noria para la extracción del agua y una cámara para caldear el agua, además de las dependencias para el encargado y los ayudantes. Como los de más edificios públicos de la morería eran competencia del Baile General.

Además de estos edificios, también contaba con tabernas y prostíbulo propio, ya que la entrada a la mancebía de Valencia la tenían prohibida.

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AUGE MUDÉJAR

La guerra entre los dos Pedros, El Cerimoniòs y Pedro I de Castilla, fue un factor decisivo en el desarrollo económico y social de la población mudéjar. Por una parte la emigración de campesinos a la ciudad, que huían de los ataques de las tropas castellanas y por otra la construcción de la nueva muralla cristiana -1356-, que dejaba la morería en el interior de la ciudad, unido a la mayor tasa de natalidad de la población mudéjar, tuvo como consecuencia un aumento importante de la población, acercándose a los mil habitantes (dos mil según otras fuentes).

En este periodo, la población mudéjar juega un papel de primer orden en el progreso económico urbano. Cabe destacar la manufactura textil, de tradición anterior a la conquista, el ramo del metal: ferrers, coltellers… del vidrio y la cerámica, productos que alcanzarían gran fama por todo el Mediterráneo. Y el comercio, que será una pieza clave en el auge económico de la ciudad de Valencia.

Su buena relación, por lazos de amistad o familiares, con los pueblos del norte de África o Granada, les abre las puertas para la exportación de sus productos manufacturados, tejidos, objetos de metal, vidrio y orfebrería, que a su vez sirven para comprar trigo –los cereales eran alimento primordial tanto para los hombres como para los animales- cuero por curtir, especias y sobre todo oro.

Aparece entonces una clase de ricos mercaderes que mantienen contactos con sus colegas cristianos de la capital, lo que no consigue la religión lo consigue el dinero y las transacciones mercantiles entre mudéjares y cristianos son cada vez más frecuentes. Los nombres de las familias Xupió, Ripoll, Bellvís, Juniz, Razbaida, Malull, Xocar… aparecen constantemente en la documentación valenciana.

 

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DE MUDÉJARES A MORISCOS

Pero el lado negativo del aumento de la población y de la integración física de la morería en el nuevo recinto amurallado de la ciudad, fue el progresivo recelo que profesaban los cristianos contra ellos, con el consiguiente deterioro de la convivencia. Ya en 1276 la morería había sido asaltada por grupos de cristianos.

Una de las causas de este recelo, fue el peligro de las incursiones marítimas de los musulmanes. Se decía que estaban en connivencia con ellos y que podían facilitar sus ataques, la otra era la cuestión religiosa.

Así pues, extraños en su propia tierra, con una lengua, una religión y unos modos de vida que les son ajenos, los mudéjares se han convertido –en el conjunto del Reino- en una minoría social, cualitativamente hablando aunque no cuantitativa, ya que eran más numerosos, y sometidos a una dura presión fiscal y a un recorte de sus libertades por los cristianos, con el apoyo moral e ideológico de la Iglesia.

El día 1 de junio de 1455 al grito de “facen-se cristians los moros o muyren”, fue asaltada la morería, lo que inició su declive; se trataba en principio de personas de la propia ciudad, aunque posteriormente, conforme avanzaron las investigaciones y creció la presión real por averiguar los hechos, resultaron ser extranjeros y gente marginal. No así los que habían movido los hilos desde el anonimato. A pesar de todo, los asaltantes se encontraron con una morería prácticamente vacía ya que a finales de mayo sus habitantes, tras esconder sus bienes, se habían marchado a localidades, como Manises, Xàtiva, Paterna o a casas de amigos cristianos en la capital. A pesar de todo el barrio quedó destruido.

Entre los años 1458 y 1459, los mudéjares habían vuelto a la morería con todas las protecciones reales, pero a pesar de las ordenanzas dictadas por Juan II para revitalizar la morería ya no volvieron a recuperar los años dorados. La clase dirigente de mercaderes terminaron por desaparecer o por emigrar a tierras musulmanas más seguras.

A principios del siglo XVI, vuelve a ser asaltada por el conflicto de las Germanías (1519-1523). La derrota de la Germanía en la ciudad aumentó el odio contra los mudéjares, más porque eran vasallos de los nobles que por odio a sus creencias religiosas.

El 4 de abril de 1525 Carlos V publica una Pragmática, obligando a la conversión al cristianismo a todos los musulmanes del Reino de Aragón, siendo bautizados por la fuerza al año siguiente. Los habitantes de la morería “convertidos” ya al cristianismo dejaron de ser mudéjares para convertirse en moriscos, pasando la morería a denominarse, la Vilanova.

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LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

Acusados de mantener relaciones secretas con los musulmanes de África y Constantinopla y tras fracasar los intentos de conversión religiosa pacífica, el entonces virrey y arzobispo de Valencia, Juan de Ribera, envió una carta al rey Felipe III, en la que le exponía la situación de los moriscos en Valencia y el peligro que suponían, la carta terminaba así: “Por todo lo sobredicho, consta del evidente peligro en que se halla España generalmente, así en lo espiritual como en lo temporal por la compañía de esta gente; y del particular que tenemos los que vivimos en esta ciudad (Valencia). He oído hablar mucho a las personas de guerra, pareciéndoles que siempre que los moriscos quisiesen apoderarse de ella, estaría en su mano degollarnos a todos, y lo prueban con razones que convencen”. Sobre este hecho, el cronista de Valencia, D. Vicente Boix en su obra “Historia de la Ciudad y Reino de Valencia” escribe lo siguiente: “Compelido entonces el arzobispo a manifestar más explícitamente su opinión, contestó enseguida a S.M. explanando su pensamiento y aduciendo nuevas pruebas de la certeza que tenía en los temores de que una vasta combinación entre las potencias rivales de España y los moriscos, dispuestos a cada paso a sacudir el yugo de nuestro gobierno, explotada hábilmente, envolviese al país en una guerra, cuyo término era probable fuese fatal a nuestros intereses”.

El 4 de agosto de 1609, el rey Felipe III firma una Orden para el virrey de Valencia, el marqués de Caracena, por la que se manda expulsar a los moriscos del Reino de Valencia, comunicándoselo a su vez al arzobispo de Valencia, Juan de Ribera.

La reacción del arzobispo fue de estupor, ya que había hecho lo posible para que la expulsión empezara por Andalucía y Castilla y así dar tiempo a los moriscos de Valencia a que recapacitaran, se convirtieran al cristianismo y así evitar la expulsión, expulsión que por otra parte, iba también a afectar directamente a sus feligreses.

Los preparativos para la expulsión se hicieron en secreto entre el virrey, el arzobispo y Agustín Megía –general del rey-. Pero la nobleza, que estaba en contra de la expulsión –se quedaba sin mano de obra- sospechó la medida y envió una comisión a entrevistarse con el virrey y tratar de averiguar la verdad, pero todos los intentos fracasaron.

El 21 de septiembre, el virrey comunicó la decisión real a los diputados, jurados de la ciudad y a los nobles y señores de los lugares, respondiendo éstos que “iban a la ruina”. Al día siguiente se publicó el bando de expulsión por las calles de Valencia: El virrey, el Marqués de Caracena, en nombre de Felipe III, ordenaba a los moriscos –hombre, mujeres y niños- que abandonasen el reino en tres días, siguiendo las instrucciones de los comisarios encargados de llevarlos a los puertos de embarque, desde donde se les trasladaría a Berbería sin hacerles “maltratamiento ni molestia en sus personas, ni en lo que llevaren, de palabra o de obra”.

Se les permitía llevar consigo los bienes muebles que pudiesen, pero todo lo demás quedaría para sus señores, y se prohibía que lo destruyeran. Se concedía, inicialmente que quedara un 6% de los vecinos de cada pueblo, los niños menores de 4 años y todos aquellos que demostraran ser buenos cristianos.

Cerca de 113.000 moriscos fueron expulsados de tierras valencianas entre 1609 y 1612, de los cuales unos 18.000 salieron del Grau de Valencia.

Dicen que la derrota de las Germanías, supuso el triunfo del campo sobre la ciudad y que la expulsión de los moriscos, fue el triunfo de la ciudad sobre el campo, pero paradójicamente fue la burguesía urbana la que salió más perjudicada. La nobleza, endeudada desde hacía años no pudo hacer frente a los préstamos recibidos, muchos de los cuales los pagaban sus vasallos los moriscos. El campo apenas producía rentas por estar casi abandonado, los nuevos repobladores cristianos, no eran los sumisos moriscos, desembocando al final, en la revuelta campesina a finales de esa centuria, conocida como la Segunda Germanía.

X. Oms   - junio 2011

 

BIBLIOGRAFÍA

DOLORS BRAMON

 CONTRA MOROS I JUEUS

JOSÉ RODRIGO PERTEGÁS

LA MORERÍA DE VALENCIA

MANUEL RUZAFA GARCÍA

LA MORERÍA DE VALENCIA

LAS MINORÍAS EN LA CIUDAD DE VALENCIA

LA MORERÍA Y LOS MUDÉJARES DE VALENCIA

RAFAEL BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

VICENTE BOIX RICARTE

 HISTORIA DE LA CIUDAD Y REINO DE VALENCIA

VICENT LERMA ALEGRÍA

 LA SEGREGACIÓN ESPACIAL DE LAS MINORÍAS

 

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